Hay una frase que me ha estado interpelando a lo largo de esta semana: gestionar la vida y aprender a hacerlo, porque no siempre resulta fácil.

Hay un momento, quizá hasta la adolescencia-juventud, en la que siempre ha habido alguien que vela por ti, quien te soluciona los problemas, te tiende la mano cuando metes la pata…; parece que todo encaja y que la vida solo es fiesta y alegría. Pero llega un momento en que esto se acaba, que todo se tambalea, que somos nosotros los que tenemos que enfrentarnos a la vida, y ese mundo que parecía tan “ideal” ya no lo es tanto. Pero ¿qué cambia?

Seguimos teniendo de todo, pero nos falta algo.  Empezamos a buscar respuestas, buscamos ver mas allá. Descubrimos que siempre hemos tenido a alguien cerca para que todo “encaje”, para que todo sea “perfecto”; pero ahora ya no es así, y entonces empezamos a escarbar, a intentar buscar algo más, esa esencia, eso que hay detrás… En ese momento es cuando nos encontramos con nosotros mismos, cuando hay que aprender a madurar, a tomar decisiones, a optar. Y es ahí cuando nos damos cuenta de lo importante que es tener a alguien cerca, alguien con quien compartir sentimientos y vivencias, alguien que camine a tu lado y que te ayude a descubrir la esencia de cada día…

Acompañemos a nuestros jóvenes, enseñémosles a descubrir qué es lo que da sentido a la vida. No todo es juerga, video juegos o redes sociales. Esto quizá conlleve renunciar a mí vida, a mí, para estar junto al otro. Pero con el tiempo nos daremos cuenta de que el esfuerzo ha merecido la pena…