Jornada mundial del emigrante y refugiado

| Ana Bou
Jornada mundial del emigrante y refugiado
Hay fechas en el calendario en las que yo siempre he pensado que no deberían de existir, como es ésta del domingo día 5.
El ser humano es capaz de dar lo mejor y lo peor de sí mismo. Es capaz de despreciar, matar, odiar sin límites, como también es capaz, de dar la vida en situaciones límites por los demás, como hemos visto en las diferentes catástrofes naturales que estamos sufriendo demasiado a menudo.
Son muchas las razones por las que un hermano nuestro tiene que dejar su tierra, su trabajo, familia, raíces, su vida… y lo hacen jugándoselo todo a una carta: vida o muerte. Son obligados a tomar decisiones duras, a cambio de conseguir la libertad, la estabilidad, o un plato de comida en la mesa…
Todo esto me hace preguntarme, por qué. ¿Por qué hermanos nuestros tienen que llegar a este límite, porque existe un tu y un yo y no un nosotros?
Cuando ponemos cara a estar personas, las llamamos por su nombre, te miran a los ojos, todo cambia. Cambia, porque no son un número, son hermanos, con nombre y apellido y una carga emocional muy grande y pesada a sus espaldas.
Ojalá seamos capaces de aprender a mirar, a escuchar. Dejemos de ir por la vida con auriculares y cascos. Escuchemos el grito de aquellos que alargan la mano pidiendo algo que comer, aquellos que tienen frío, aquellos que temen la opresión.
Ojalá no tengamos que celebrar más estas jornadas. Ojalá seamos capaces de tender puentes entre pueblos y culturas, ojalá dejemos de hablar de un mar mediterráneo lleno de cadáveres, y de ver tumbas sin nombre.
Tengamos presentes no solo hoy a tantos hermanos nuestros olvidados, humillados, despreciados solo por alcanzar un lugar de seguridad y esperanza. Algo que nos pertenece a todos.