Esto ha sido todo un acontecimiento en nuestra querida España, algo que ni siquiera los más mayores han conocido…

En estos días es como si el mundo se hubiese detenido y solo escuchásemos el silencio de las calles y campos.

La mayoría lo hacíamos desde nuestras ventanas, viendo como poco a poco todo se iba cubriendo de una inmensa capa blanca, y lo hacíamos junto al calor, con suministro de luz y comida suficiente a pesar del confinamiento…

No es malo sentirse así. Saber contemplar el paisaje y saborear el momento sereno y apacible, pero también es importante destacar la otra cara de la moneda: la soledad, el sufrimiento o los afectados por esta ola de frio. Los que lo han tenido que vivir y sufrir a la intemperie, aislados, sin poder llegar a sus casas, o con urgencias hospitalarias sin poder atender por el estado de las carreteras.

En medio de todo, hemos vuelto a constatar que España es un país solidario. Una vez más, la gente se ha volcado con comida o vehículos para trasladar a enfermos donde las ambulancias no podían llegar.

Era el momento del gesto, de la llamada, del no protagonismo, pero sí, de la presencia que conforta, de la ayuda que estremece…

¡Gracias! A todos aquellos que no tienen nombre, que no salen en los medios de comunicación pero que hacen posible un mundo más humano y solidario…