Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Amig@s que compartís conmigo este minuto. El título que da paso a este compartir, es una frase que posiblemente la oiréis más de una vez a lo largo de  estos días.

Como cada año, el próximo 2 de febrero, coincidiendo con la fiesta de la Presentación del Señor, se celebra la XXVIII jornada de la Vida Consagrada. Día que también siento un poquito mío gracias a Alejandro Fernández Barrajón quien me enseño a querer desde otro ángulo a la vida religiosa y por supuesto, mi gran unión y cariño a las Oblatas del Santísimo Redentor, junto a quienes intento aportar un granito de arena en éste inmenso océano.

La vida Consagrada siempre ha destacado por estar en las fronteras, en el límite, donde muy pocos llegan. Personas que no les ha importado dar su vida en cualquier situación por muy extrema que sea. Hombres y mujeres que sirven con sencillez al Evangelio, olvidándose de sí mismos e identificándose con el “Sí” de María, en silencio. Sosteniendo con entereza esa mano frágil…

Hoy quiero dar las gracias a toda la vida Consagrada porque con sus carismas y misión, siempre han aportado una riqueza incalculable en una sociedad cada vez más egoísta e individualista, donde hombres y mujeres han sabido aceptar una invitación y fiarse como María, han sabido mancharse las sandalias de polvo para recorrer caminos, no siempre fáciles, contribuyendo a enriquecer la misión de una Iglesia difícil en estos momentos.

No dejemos de agudizar nuestro oído, porque en medio de la oscuridad y la tiniebla, siempre puede haber un rayo de luz, una mano tendida…

Gracias por vuestra generosidad.

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