Siempre en nuestra memoria y en el corazón
| Ana Bou
Iniciamos el mes de noviembre. Un mes que nos invita a reflexionar sobre la vida y la muerte. Con demasiados interrogantes y quizá, ninguna o pocas respuestas.
Cuantas personas se han quedado en el camino durante este año, cuánto dolor, cuanto desgarramiento, cuanta herida abierta sin entender…
La muerte no entiende de edades. Ese es su misterio y esa es nuestra fragilidad y una de las muchas preguntas a la que no tenemos respuesta.
Celebramos los santos y los difuntos. Muchos de ellos, no reconocidos por la Iglesia, pero quizá, más o igual que los reconocidos…
Cuando la muerte nos toca de cerca y nos sorprende de la noche a la mañana, nos trastoca la vida. El reloj se nos para ese día a esa hora, y aunque seguimos quitando hojas al calendario, ya nada será igual…
La muerte duele, sobre todo si es injusta o prematura. Tantas vidas truncadas, tantos nombres…su ausencia nos lleva al silencio, y a los cristianos, a la esperanza.
¡Cuántos recuerdos y huellas que nada ni nadie nos podrán quitar, cuanto sentido y vivido!. Esos recuerdos, esas huellas, hacen que siempre estén entre nosotros, que sigamos recordándolos, porque nunca se irán de nuestro lado, sin perder la confianza y la esperanza, de que algún día, nos volveremos a reencontrar… Por eso, no pensemos en un “hasta siempre”, sino en un “hasta pronto”, porque estoy segura que algún día nos encontraremos mas allá de la vida y de la muerte…