No hace mucho leí que casi el 70% de las personas que acuden a los centros de mayores lo hacen porque se sienten solas.

La soledad en nuestro país es grande, especialmente en las capitales, ¿qué contradicción, verdad?… cuanta más gente, más soledad…

¿Has pensado cuántas personas  solo tienen como única compañía la televisión….?

En el silencio habla el corazón, pero como todos sabemos, hay silencios impuestos y elegidos, y soledad impuesta o elegida, sin embargo a muchos de nuestros mayores, se les ha impuesto…

No tenemos tiempo, no podemos esperar y ellos son lentos en sus quehaceres. Molestan porque ya no producen y todo lo que no tiene producción en nuestra sociedad, no vale…

La vida con el paso de los años les ha ido arrebatando todo, amigos que ya les precedieron, movilidad, cabeza… empezamos a perder el control de todo o casi todo. Empieza el declinar de la vida… pero la vida les ha enseñado a esperar, y desde su fragilidad, saber agradecer a ese Dios Padre-Madre, todo lo que les ha sido dado y ayudado a vivir, abriéndose a su presencia desde la esperanza y el amor recibido.

Saben que están en su última etapa de la vida y empiezan, casi inconscientemente, a disminuir, dejando que sea el Señor quien crezca en ellos. Empiezan a aprender a morir, a darse cuenta de que la vida no termina, sino que se transforma.

Todo ello, muchas veces, vivido desde la soledad y el silencio…