Vidas sin sentido: ¿hacia dónde caminamos?

El ser humano siempre ha buscado algo sólido a lo que poder aferrarse a lo largo de la vida, un aliciente en el que apoyarse en momentos de desesperanza y soledad.
En esa búsqueda hay veces que la desesperación lleva a buscar algo que no encuentra, porque en el fondo de sí, no sabe lo que busca. Es como, por poner un ejemplo, un jinete que decide montar su precioso caballo blanco a pelo, es decir: sin silla. Es un caballo desbocado que no está acostumbrado a que nadie le monte porque se siente libre. El jinete se agarra desesperadamente a las crines para intentar no caerse, pero alguien lo ve pasar como un rayo y le pregunta: ¿A dónde vas tan deprisa? El jinete responde: no lo sé, pregúntaselo a mi caballo…
¿Así nos pasa a nosotros, cuantas veces no sabemos ser dueños de nuestra propia vida y permitimos que sean otros quien la conduzca?
Siente insatisfacción, corre sin saber donde ir. El jinete no lo sabe, pero tampoco lo sabe nuestro caballo…
¿Con quien de los dos nos sentimos más identificados?
Esto nos lleva a la necesidad de probar nuevas experiencias y esas, a veces, suelen ser como “la manzana de Eva”, pero ¿Cuál es la manzana en esta sociedad? Podríamos intentar ponerle un nombre: poder, abuso de menores, dinero, exclusión ¿seguimos nombrando?
Somos seres limitados y no parece que caigamos en la cuenta de ello, malgastamos nuestra corta o larga vida en juzgar, criticar, gritar…
Sería bueno que no nos conformásemos con pequeños sucedáneos malgastando nuestra vida inútilmente.
Cuesta entender que aún en eso que llamamos “tercera edad”, haya personas que siguen buscando un sentido a su vida, un por qué de ella. No han sabido o la vida no les ha dado la oportunidad de poder madurar, situarse en ella, saber en que momento se encuentran…
Una vez más, la pregunta: ¿nos sentimos caballos o jinetes?
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