“La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido”

“La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido”
“La vida consagrada, parábola de fraternidad en un mundo herido”

2 de febrero, día de las candelas, como se llama popularmente. Advocación mariana de la Virgen de la Candelaria, pero también, es el día de la presentación de Jesús en el templo y desde hace 25 años, el Papa Juan Pablo II instituyó el día de la vida religiosa. Este año lo celebramos con este lema que da título a este, nuestro compartir.

Una Jornada en la que nos sentimos unidos todos los que de alguna forma trabajamos o empatizamos con ellos.

“vida Consagrada” es la primera parte del lema antes mencionado.

Quiere ser una palabra profética, luz en medio de la oscuridad. Mirar al hermano con los ojos del corazón, desde lo más profundo, desde las entrañas hacia a fuera, en una palabra: desde Dios.

Pienso en la parábola del buen samaritano (Lc. 10,25-37). Seguro que tod@s la conocéis: Un hombre herido al borde del camino que había sido asaltado. Pasó un sacerdote, pasó un levita, pero ninguno se paró, hasta que pasó un samaritano y actuando contra la ley, se detuvo. Le regaló su tiempo, lo único que tenía, dejando a un lado todo, ante este hombre al que no conocía.

¡Esto es lo que hace la vida consagrada!: dar su tiempo, poner la vida y el corazón en cada hermano herido por cualquier circunstancia, porque sabe que hay ALGUIEN que le sostiene detrás…

La 2ª parte del lema es: “parábola de fraternidad en un mundo herido”.

Es la meta a la que queremos llegar. Hacia esa fraternidad de la que nos habla el Papa Francisco. En la que seamos capaces de hacer nuestro el dolor ajeno, sabiendo como el samaritano, acercarnos a las personas heridas al borde del camino. Sabiéndonos sostenidos en la confianza, en la esperanza y en el amor…

Ellos, nosotros, todos, seguimos teniendo desafíos, pero unidos fraternalmente como hermanos, buscamos y soñamos con un mundo diferente en el que no seamos meros espectadores ante el hambre, la violencia o la injusticia…

Pero que mejor final para este compartir que hacerlo con las palabras del P. Arrupe: “Señor que yo comience a ver con otros ojos. A gustar de tus cosas. Dame aquella claridad de entendimiento que diste a Ignacio”.

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