La esperanza como virtud

La esperanza como virtud
La esperanza como virtud

En mi último compartir hacíamos mención a la esperanza como un tiempo de espera y de inquietud, pero también, podemos hablar de ella, como una virtud teologal.

Tener esperanza es tener fe, es “fiarse”, es confiar en lo que Dios nos ha prometido. Es algo de lo que echamos mano aquí mientras vivimos, porque cuando no estemos, ya no tendrá sentido, no lo necesitaremos. Habremos llegado al final del camino e inicio de algo más grande: el encuentro definitivo con el Señor. Algo que rezamos y pedimos en los salmos: “Señor, sal a mi encuentro”, pero en lo más hondo de nosotros, parece que preferimos que ese encuentro se retrase… ¿no os parece que es una contradicción?...

De momento, aquí y hora, necesitamos seguir fiándonos, esperando que Dios nos escuche y nos guie en nuestro peregrinar por esta vida, con sus espinas,  que las hay, pero también con sus muchas rosas…

Podemos mencionar otro tipo de esperanza: la humana, la que no tiene nada que ver con la teologal. La que nos lleva a creer y confiar en las personas que nos dan motivo para ello, aunque sabemos que ambas esperanzas no están enfrentadas, si no que se complementan.

Es importante saber fiarnos de nuestros sentidos, de nosotros, con nuestras limitaciones, por supuesto, pero también necesario.

Sea como fuere, lo importante es que no dejemos de confiar, de esperar, porque si perdemos la esperanza, creo que perderíamos una gran parte de nuestro ser interior…

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