Y se hizo la luz

| Ana Bou
Así es como da comienzo la biblia en el Génisis. Pero el 28 de abril se fue otra luz que paralizó la vida de España y Portugal. La luz que marca el ritmo de la vida y que sin ella parece que no podemos vivir, o, mejor dicho, no es que no podamos vivir, porque hay países que no disponen de ella, y siguen viviendo, pero nosotros, el llamado primer mundo, la hemos hecho imprescindible, porque como todos sabéis, el país se paró literalmente…
Sin embargo, parece que sí somos capaces de vivir sin esa otra luz que brota del interior y transforma la vida. Seguimos prefiriendo la oscuridad, esa oscuridad de la que habla el Ev, de Jn 3. Esa luz que nos pasa tan desapercibida y que es la que guía y acompaña nuestro caminar.
Vivimos tan abstraídos por el consumismo, el yo, la información, los teléfonos, wasap redes, que no hay tiempo para nada más. NO TENEMOS TIEMPO… increíble…
Nos gusta el reconocimiento, la palmadita en la espalda, qué bien, cuanto vales, que maj@ eres… pero cuanto nos cuesta ser esa luz que se enciende para los demás. Esa luz que brille en el silencio sin ser agasajada o aplaudida y que ilumine y acompañe el camino demos demás…
Amig@s que estáis leyendo esto. Creo que la única luz que merece la pena y la que más deberíamos de cuidar y estar preocupados, es la nuestra. Me pregunto si somos capaces de pararnos, mirar nuestro interior y aprender a renunciar a nuestro ego de reconocimiento, cuanto nos costaría…
Aprendamos a iluminar desde el silencio y la discreción sin esperar nada a cambio.
Tenemos dos opciones: o nos decantamos por la luz que se ve, la que hace ruido, la que para el país cuando se va porque necesito ser reconocido y aplaudido, necesito seguir siendo el centro, porque es a lo que estoy acostumbrad@ y es lo que tengo seguro en la vida, o por el contrario quiero ser esa luz que ilumine y acompañe la vida de los demás…
En las manos y en el corazón de cada uno está la respuesta…