Para ayudar a Moisés, Dios envía su espíritu sobre 70 ancianos reunidos en la Tienda. Esto se manifiesta visiblemente incluso sobre dos que no estaban allí. No corresponde a la autoridad censurar aquello que Dios da gratuitamente a quien quiere.
Los ricos que no pagan el justo salario a los jornaleros reciben una durísima crítica de Santiago porque el grito de los trabajadores es escuchado por el Dios de la misericordia.
Marcos presenta una serie de temas aparentemente inconexos. En el primero señala que se ha de buscar el bien de los demás, y eso es estar “del lado de Jesús”, y en el siguiente que las autoridades religiosas deben cuidar la fe de los que tienen una fe limitada.
El autor propone dos modos de vida contrastante: el del injusto y el del justo. Aquellos quieren deshacerse de este porque su modo de vida denuncia el propio. En especial por el espacio que da a Dios.
La carta manifiesta dos tipos diferentes de sabiduría que tienen manifestaciones visibles contrapuestas. La actitud frente a los demás, y en especial frente a los pobres son expresión de la sabiduría que viene desde Dios.
Un nuevo malentendido de los discípulos a raíz del anuncio de la pasión da pie a que Jesús muestre la inversión de los valores culturales, lo que será algo propio del Reino de Dios y del Dios del Reino.
Tomando uno de los llamados “cantos del Siervo sufriente de Yahvé” la liturgia presenta al sufriente como un discípulo ejemplar de Yahvé.
La “fe” y las “obras” van juntas, como el cuerpo y el espíritu. El obrar, especialmente en función de los pobres, manifiesta visiblemente la fe que nos anima.
El texto de Marcos es clave en todo el Evangelio. Muchos elementos confluyen en él. Pero las expectativas mesiánicas puestas en Jesús, a partir de Pedro, deben ser relativizadas por la inminencia de la cruz de Jesús y la cruz de los que lo siguen
Comenzando con metáforas en las que la alegría y la felicidad humanas se proyectan al desierto y la estepa, el canto espera la venida de Dios como vengador y salvador para llenar de fuerza a los desanimados y preparar un camino nuevo para su pueblo que vuelve del exilio manifestando esa alegría plena.
No hacer distinción de personas es algo característico en el ambiente bíblico, y ver cómo se trata al pobre es buen modo de descubrir si esto ocurre.
Haciendo realidad lo anunciado por Isaías, Jesús manifiesta la llegada de la nueva creación.
Moisés pronuncia un discurso que sintetiza o introduce los grandes temas del libro del Deuteronomio. Poner en práctica lo que Dios ha mandado es un camino de sabiduría y de justicia.
Como es frecuente en este escrito el acento está puesto en el “obrar creyente” que no ha de entenderse en un sentido ritual sino en una acción concreta en favor de los desvalidos.
En una polémica con fariseos y escribas Jesús confronta con la pureza ritual de los utensilios señalando que es en la inteligencia, en las decisiones donde surge lo bueno o lo malo, no en la pureza exterior
En el contexto de una alianza de las tribus de Jacob, Josué invita al pueblo a hacer una opción en favor de Yahvé o servir otros dioses.
En un esquema mental y legal propio de su tiempo se presenta un “código” con los roles del varón y la mujer en la “casa”. Sin embargo, a diferencia de los códigos habituales, también el varón tiene una responsabilidad teológica con la mujer.
Muchos discípulos dejan de seguir a Jesús ya que no son capaces de aceptar su novedad y quisieran otro modo de revelación. Pedro, en nombre de los Doce, en cambio, reconoce en las “palabras” de Jesús, la “vida” que él había anunciado.
La sabiduría, presentada como una mujer que da un banquete, ofrece sus dones, presentados como pan y vino, a los simples a fin de que se dirijan hacia la vida plena.
El modo de vivir del hombre viejo y el hombre nuevo llega a su culminación. Un contraste de actitudes, rechazar las necias y adherir a las sabias deben marcar la vida de los destinatarios.
En el discurso del pan de vida, donde se nos invita a recibir por fe a Jesús en la vida, se incorpora un texto – aparentemente chocante – donde se da un paso más invitando a los lectores a “comer” y “beber” la carne y la sangre del “hijo del hombre”. Sólo al recibirlos podremos acceder a la vida divina.
"La siempre popular fiesta de San Cayetano convoca a multitudes de todo el país que piden, por intercesión del santo, 'Pan y Trabajo'"
"Pero somos conscientes de que lo debe cambiar el sistema económico, social, político, porque es evidente que por este camino hay cada vez menos pan, menos trabajo, menos paz y menos libertad, por más que se las vocifere y publicite"
"Y vemos, con dolor, una jerarquía eclesiástica de la que se añoran voces claras, firmes, proféticas que confirmen que los pobres deben tener buenas noticias reales y concretas"
En nuestras comunidades y barrios abundan raquíticos comedores donde algunos pueden acceder a un poco de pan, que sin trabajo es humillación, y un modelo económico de injusticia e insolidaridad donde somos testigos de trabajo sin pan, que es explotación
Elías debe huir de la ira de Jezabel y se dirige por el desierto a la montaña de Dios, el Horeb. Para eso es alimentado maravillosamente por un mensajero de Dios.
El hombre viejo y el hombre nuevo del que había hablado tienen modos de vida que los identifican. El autor invita a los creyentes a asemejase a Cristo en su amor extremo.
Continúa el discurso del Pan de Vida. Jesús no es quien parece ser, viene del Padre Dios y puede conducir al padre y transmitir el don de la vida a quienes “van a él” por el hecho de “creer en él”.
La comunidad, recién salida de Egipto comienza su larga historia de rebeldía. Ante las murmuraciones, Dios los alimenta con el maná que es calificado de “pan del cielo”.
El autor contrasta dos modos de vida – viejo y nuevo – que se contrastan en el pasado pagano y el presente “en Cristo” de los destinatarios.
Jesús empieza el discurso del pan invitando a ver en la multiplicación un signo que revela que Jesús es el verdadero pan y que recibirlo en la fe es alimento que da vida eterna.
En tiempos de hambre alguien lleva al profeta una ofrenda de unos panes de cebada y Eliseo multiplica los panes para que coma toda la comunidad, e incluso sobre comida.
El autor continúa destacando la importancia de la unidad, es decir de la paz. A vivir de esa manera invita a toda la comunidad ya que es una unidad originada en el bautismo común.
En una escena que luego será profundizada Jesús multiplica los panes ante la multitud. Esto servirá para que lo reconozcan como profeta, aunque entiendan de un modo incompleto el signo que será profundizado luego.
Jeremías pronuncia una palabra muy crítica a los conductores de su pueblo, y anuncia la esperanza de que en algún momento habrá dirigentes como lo fue David y en el pueblo habrá justicia y paz.
La división y enemistad entre judíos y paganos queda anulada “en Cristo” que nos incorpora a “sí mismo” y nos reconcilia y da la paz. De ese modo, todos tenemos pleno “acceso” nada menos que al mismo Dios.
Jesús recibe a los que había enviado y quiere que descansen. Pero la multitud lo sigue y Jesús, movido por su amor entrañable les enseña para que encuentren el camino.
Los sínodos son importantes en la Iglesia, pero solamente si hay una actitud sinodal. Si no, son bronce que resuena o campana que retiñe. Y hay demasiados jerarcas fascinados con el invierno.
No abrigo esperanzas en Roma para que haya una verdadera actitud de escucha, y el Instrumentum Laboris no hace sino confirmar mi falta de ilusiones.
Si bien es cierto que en ocasiones el Espíritu toma las riendas, el miedo paraliza y congela todo. La escucha de los signos de los tiempos, de los clamores del pueblo o las voces de los profetas no parece que haya disposición a la escucha. Extinguir el Espíritu y despreciar la profecía suele ser clara actitud invernal.
Ojalá el Espíritu de Dios nos dé una buena sorpresa, ojalá la Iglesia elija despertar de la pesadilla del temor y vuelva a abrir las ventanas a un mundo para el cual, dolorosamente, la Santa Institución es cada vez más irrelevante.
La palabra dura de Amós es cuestionada por el sacerdote encargado del santuario y pretende expulsarlo de la tierra. Amós insiste en que es Dios mismo quien lo ha llamado y encargado hablar a Israel.
Un himno canta los beneficios históricos de Dios a su pueblo Israel alcanzados en plenitud en Cristo. Pero esos dones también se amplían a los paganos por la fe en el Evangelio predicado.
Aquellos que Jesús eligió para que estén con él son ahora enviados para continuar con la misma obra y palabra del Maestro. Deben manifestar plena confianza en el Dios que los acompaña en el camino, pero a su vez saber que en muchos casos serán rechazados.
Dios ha enviado un profeta aun sabiendo que el pueblo no lo escuchará. Pero el pueblo no podrá decir que Dios se ha desentendido. Escuchar o no es responsabilidad del pueblo a quien Dios envió su profeta.
Las manifestaciones de Dios a Pablo podrían permitirle engreírse. Pero alguna situación difícil le impide hacerlo si quisiera. Jesús mismo manifiesta la fuerza de su obrar en la debilidad de Pablo.
Jesús regresa a su patria, pero allí sus hechos y palabras provocan escándalo. La falta de fe de ellos le impide obrar. La comunidad de Marcos se ve reflejada en el rechazo, pero la fe de pocos es una puerta abierta a la esperanza.
Un contraste entre justicia e injusticia refleja las consecuencias en la muerte y la inmortalidad que experimentan los que escogen uno u otro camino de vida.
Pablo presenta paradojalmente la riqueza y la pobreza desde una mirada cristológica para aplicarla a la vida de la comunidad donde compartir entre todos lleva a la igualdad.
Dos relatos intercalados muestran a Jesús obrando milagros motivados por la fe del beneficiario. Esta fe será la que conduce a la salvación.
Dios interviene en la discusión entre Job y sus amigos. Y para resaltar su superioridad que no puede ser medida con esquemas humanos comienza aludiendo a la creación. El mar (tema del texto, y del Evangelio) sólo recibe los límites que el creador le asigna.
La unión entre Cristo y los cristianos es tan estrecha que estando unidos a Él estamos ya integrados en un nuevo tiempo que esperamos. La nueva creación, anunciada por los profetas, ya es una realidad “en Cristo”.
Cansado de predicar Jesús pide pasar a la otra orilla. En el mar se desata una tormenta mientras Jesús duerme. El contraste entre la confianza de Jesús y la falta de fe de los discípulos se manifiesta en una enseñanza “práctica” que el “Maestro” les dará mostrando su palabra con autoridad.
En un contexto de crítica a las autoridades que no se han preocupado por su pueblo, surge una nota de esperanza. Ese pueblo crecerá, y dará fruto, y una sombra capaz de albergar a todos.
El don del Espíritu de Dios asegura al creyente a mantenerse en el camino y poder vivir coherentemente con lo que de hecho es.
El Reino es ejemplificado en parábolas vegetales en las que se destaca nítidamente la iniciativa de Dios y su capacidad de dar fruto sorprendente, aunque nada lo indique en el comienzo.
El texto del varón y la mujer en el jardín, y la sentencia posterior que “marca” a toda la especie humana destaca la rivalidad perpetua entre la serpiente y la descendencia de la mujer. La relectura mariana del texto a partir de la traducción latina explica su introducción en la liturgia de hoy.
Pablo, como predicador en la comunidad no se fija en sí mismo sino en aquello que beneficia (edifica) la comunidad, la fe. Ese es el sentido de su apostolado.
Un contraste entre quienes quieren escuchar a Jesús y quienes quieren impedir que predique se señala como quienes están dentro o quienes permanecen fuera de un encuentro de verdadera familia.
Moisés, luego de estar a solas con Dios repite al pueblo las palabras que Dios le ha dirigido y el pueblo confirma su aceptación y obediencia. Esto queda confirmado en una alianza en la que la sangre rocía el altar y el pueblo en señal de comunión.
En el contexto del sumo sacerdocio de Cristo, el autor de la carta a los Hebreos insiste en la eficacia de su ofrenda presentada metafóricamente como “sangre” y “tienda” (haciendo referencia a la cruz y la resurrección) y la eficacia perfecta en contraste con los sacrificios antiguos.
En el contexto de la pasión, Jesús come con sus discípulos una comida pascual. En ella interpreta el pan y el vino en clave de su pasión inminente dando entrada a la alianza que sella con los suyos y compartirá en el banquete escatológico.