"Si algo ha caracterizado a los integristas es la urgencia de “congelar” el Concilio Vaticano II"
¿Podemos soñar con una primavera eclesial?
La paciencia permite reconocer a los hijos del reino
DOMINGO DECIMOSÉPTIMO - "A"
Eduardo de la Serna
Lectura del primer libro de los Reyes 3, 5-6a. 7-12
Resumen: El nuevo rey, Salomón, reconoce su impotencia para gobernar sucediendo nada menos que a David y – en sueños – pide a Dios sabiduría para gobernar.
La figura de Salomón no es muy favorable en los libros de los Reyes. La primera parte de su presentación es positiva (caps. 3-10), pero especialmente por su relación con David (que, para esta obra, es el rey modelo), luego empezará a mostrar sus pecados – deteniéndose especialmente en la idolatría – que comenzó en Israel a partir de su reinado – siendo este el pecado por antonomasia (cap. 11). La liturgia ha seleccionado hoy el comienzo del período salomónico y, por lo dicho, encontramos una imagen positiva del rey. Él pedirá sabiduría (v.9) para gobernar “en lugar de David” (vv.6-7). Salomón ha pedido – y Dios le otorgará – discernir “el bien y el mal” (cf. Gen 2,17; 3,22).
El texto está lleno de exageraciones: Salomón ofrece “mil holocaustos” como manifestación pública de su religiosidad (v.4), luego Salomón manifiesta exageradamente su humildad (“soy un muchacho joven que no sé empezar ni terminar”, v.7) pero pide un corazón (sede de la razón y la conciencia) para juzgar. Semejante actitud “agradó a Yahvé” (v.10). Esto ocurre mientras Salomón duerme (v.5), al despertar ve que todo fue un sueño (v.15) y ofrece nuevamente holocaustos pero ahora en Jerusalén.
Lectura de la carta de san Pablo a los cristianos de Roma 8, 28-30
Resumen: Encadenando una serie de verbos, Pablo destaca la plenitud de salvación que ya tienen los que Dios ha elegido por la posesión del espíritu que han recibido.
Continúa la lectura del importante cap. 8 de la carta a los Romanos. Habíamos visto que el espíritu de Dios viene en ayuda de nuestra debilidad (v.26) permitiéndonos intervenir y pedir de modo que esto sea según Dios (v.27). El texto ahora nos señala que Dios interviene (synergei) en favor (para bien, agathon) de los que le aman, de los que fueron llamados. El acento está puesto en una “cadena” de verbos que se interrelacionan. Pablo recurre a esto en otras ocasiones en la misma carta (cf. 10,14-15):
Allí, los verbos son invocar – creer – oír – predicar – enviar (obviamente tienen como punto importante el primero de los verbos, “invocar”, pero esto no es posible sin haber sido “enviados”). Del mismo modo en nuestro texto: conoció – predestinó – llamó – justificó – glorificó. En este caso la glorificación (edóxasen) es la conclusión de un proceso que comienza con el conocimiento que Dios tiene y por el cual llama. La larga lista de verbos son sumamente importantes, y cada una merece un párrafo. Diremos brevemente algo de ellos. Todos se encuentran en aoristo, por lo que se refiere a un momento concreto y puntal del tiempo pasado.
El cristiano, poseyendo el espíritu – que es el tema de todo el capítulo 8 – ha sido liberado de la ley del pecado y de la muerte (8,2) de allí que en cierto modo ya participe plenamente de la gloria de Adán (cf. 3,23).
+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 13, 44-52
Resumen: con elementos propios de Mateo el evangelista concluye el capítulo de las parábolas; presentando un par que señalan el valor del reino que algunos no saben reconocer, la de una red que invita a la paciencia hasta el tiempo de la recolección y concluyendo con la referencia a un escriba discípulo.
En el final del bloque de parábolas, las últimas tres, son propias de Mateo. Las tres expresamente destacan la semejanza del Reino con una dimensión fácil de reconocer para los oyentes: un hombre que encuentra un tesoro escondido en un campo, un comerciante de perlas, y una red que se recoge para la pesca.
Es interesante notar que en la primera parábola, el punto de comparación es el tesoro escondido; en la segunda el comerciante y en la tercera la red. Es decir, el reino es como ese tesoro (no como el hombre que lo encuentra), como el comerciante (que reconoce el valor de una perla que ha encontrado) y la red que no discrimina peces buenos e inservibles.
Esta última tiene – como es propio en Mateo en esta unidad – una pequeña alegorización (los ángeles, los justos, los malos…). Todo concluye con una pregunta de Jesús: ¿han comprendido? Que desencadena un último dicho sobre el escriba discípulo del Reino.
Las primeras dos parábolas (la del tesoro y la del comerciante) parecen tener un tema común y es la repetición de que “al encontrar” algo valioso, “va, vende todo” para comprarlo (vv.44 [pôlei].46 [pépraken]).
No se trata de invitar a los oyentes a reconocer el valor del reino – el que les sería reconocido a los destinatarios – sino a invitar a quienes lo han encontrado, a vender todo para poseerlo. Vender todo [pôlêsón] y darlo a los pobres es signo de la perfección del discípulo que da cumplimiento a “la ley y los profetas” (19,21); no es distinto – en este caso – a “dejar todo” (cf. 19,27.29). El que comprende (como el negociante que sabe reconocer la perla) sabe que “vale la pena” la renuncia a todo por el Reino. En cierta manera ese tesoro estaba oculto, como el tesoro en el campo, o como la perla que andaba buscando el hombre comerciante (anthrôpô empórô) y es al hallarlo que se desencadena la valoración y la renuncia.
A continuación el tema cambia: nuevamente la misma fórmula de vv.44 y 45 “el reino de los cielos es semejante a” (v.47). En este caso, para reforzar la centralidad en la red (y no en el pescador) el texto lo omite (“se echó” [voz pasiva, aoristo] y no “echó un pescador”, por ejemplo). Incluso no se menciona sujeto alguno aunque se lo supone: la sacan, se sientan, recogen, tiran (v.48). Recién en la alegorización se hace referencia a los personajes que, en este caso, son “los ángeles” (v.49). En el reino todos tienen cabida, recién al final – escatológico – se sabrá reconocer lo bueno de lo malo (en esto se asemeja a la parábola de la cizaña). La predicación de Jesús sobre el reino encontrará resistencias (parábola del sembrador), pero fructificará (parábolas de la levadura y la mostaza) por lo que se hace imprescindible tener paciencia y no querer precipitar el final (parábola de la cizaña). Es una pena que los fariseos (recordar que se refiere a los contemporáneos de los destinatarios del Evangelio) se nieguen a reconocer el valor que el reino tiene negándose a entrar en él y quedándose fuera.
La frase “llanto y rechinar de dientes” se encuentra una vez en Q (Lc 13,28 / Mt 8,12) y fuera de eso es exclusiva y frecuente en Mt (13,42.50; 22,13; 24,51; 25,30). La imagen es la de un dolor insoportable, a lo que serán llevados los que se nieguen entrar.
En todos estos casos el contexto parece escatológico y podría hacer referencia al “infierno” cosa que en el contexto alegórico de la parábola es sensato.
La parábola de la red tiene muchos elementos en común con la explicación de la parábola de la cizaña:
El paralelo es evidente e insiste en la importancia de la paciencia aguardando el momento oportuno sin pretender acelerar los tiempos.
El texto concluye con la pregunta si han comprendido (v.51), el verbo syníêmi es particularmente frecuente en esta unidad (9x en Mt, de las que 6x aquí):
La comprensión se refiere expresamente a la palabra / parábolas que Jesús pronuncia. Puesto que los destinatarios de la explicación (los discípulos en la casa, v.36) han comprendido el misterio del reino, lo compara a un “escriba que se ha hecho discípulo del reino” (es extraña la frase ya que – como en Marcos – los escribas en general conforman el grupo adversario de Jesús. Sin embargo, al referirse a quienes han comprendido el significado de las palabras / parábolas – lo que implica dar frutos – es posible que se refiera a algunos miembros de la comunidad de Mateo que comprenden la novedad del reino predicado por Jesús y a su vez lo antiguo de su ministerio de comentadores de la palabra, de la enseñanza tradicional. Así como en ocasiones habla de "sus sinagogas", quizás presuponiendo un contraste con "nuestras sinagogas", de tiempos de Mateo; aquí se aluda a "nuestros escribas" en contraste con otros.
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