Un santo para cada día: 8 de diciembre La Inmaculada Concepción (Un dogma presentido por el pueblo)

La Inmaculada Concepción
La Inmaculada Concepción

La Concepción Inmaculada de la Virgen María es un maravilloso misterio de amor, que la Iglesia fue descubriendo poco a poco y hubieron de transcurrir siglos hasta que acabara siendo definido como dogma de fe

La Concepción Inmaculada de la Virgen María es un maravilloso misterio de amor, que la Iglesia fue descubriendo poco a poco y hubieron de transcurrir siglos hasta que acabara siendo definido como dogma de fe.

La palabra “inmaculada” significa sin mancha. Esto quiere decir que la Virgen María fue concebida en gracia, desde el primer instante de su ser y por tanto sin el pecado original con el que todos nacemos, por un privilegio especialísimo concedido por Dios, de tal forma que podemos afirmar, sin lugar a dudas, que ni en un solo instante, fue mancillada por ninguna clase de pecado. Ella fue hermoso sueño divino, poema de la Santísima Trinidad.  La Sagrada Escritura no habla de los orígenes históricos de María, ni alude expresamente a privilegio alguno en su concepción, sin embargo, el ángel en la Anunciación la denomina “llena de gracia”.  Hay que hacer, no obstante, una aclaración, mientras que Jesucristo posee la gracia intrínsecamente por ser Dios, a María, como criatura humana que es, le ha sido concedida como favor de la benevolencia de Dios.

La reflexión desde la fe ha llevado a concluir que la grandeza de María debía estar a tono con su dignidad y misión. El primer testimonio conocido acerca de la Concepción de María sin mancha de pecado original es del obispo hereje Julián de Eclano, en el siglo V, y ya a comienzos del siglo VIII aproximadamente, empezó en Oriente a celebrarse una fiesta de la Concepción de María. Esta fiesta pasó a Occidente entre los siglos XI y XII, debiendo señalar, que fue el beato Juan Duns Escoto, uno de los teólogos que mejor supo defender este sagrado misterio mariano con su sólida argumentación de reminiscencia anselmiana:“podía, convenía, luego se hizo.  El Concilio de Trento, en 1546, evitó expresamente pronunciarse sobre este tema, declarando “no ser intención suya comprender en el Decreto en que se trata del pecado original, a la Bienaventurada Virgen María, Madre de Dios”.

Por fin, ante las insistentes peticiones que llegaban a Roma solicitando la definición dogmática, Pío IX sometió la doctrina a un último estudio y después de consultar a todos los obispos de la Iglesia y conocer el parecer favorable de casi todos ellos sobre la posibilidad de definirlo como “verdad revelada” y considerando que era  oportuno hacerlo, se procedió a proclamar como dogma de fe, la Concepción Inmaculada de  Ntra. Señora, el 8 de diciembre de 1854, con estas palabras: “La doctrina que afirma que la Virgen, en el primer instante de su concepción, fue preservada inmune de toda mancha de pecado de origen, por una singularísima gracia y privilegio de la omnipotencia divina y en atención a los méritos del Redentor del género humano, es doctrina revelada y ha de ser así creída por los cristianos”.

El Concilio Vaticano II, tomando las palabras de la definición dogmática, repite que “María fue preservada inmune de toda mancha de culpa original en previsión de los méritos de su Hijo”

Inmaculada para amar
Inmaculada para amar

Conviene decir que mucho antes de que la Inmaculada Concepción fuera declarado dogma, el pueblo llano ya lo tenía asumido y era objeto de su especial veneración, ¡Vitor! ¡Vitor!  era el grito que salía de sus gargantas a favor de la Inmaculada Concepción, hace muchos siglos. Sin duda el “sensum fidelium” precedió a la proclamación del dogma.  De ello existe acreditada documentación.

  Durante la Edad Media las diferentes escuelas teológicas habían mantenido una animada polémica sobre este asunto. La disputa de los teólogos trascendió al pueblo llano, que no tardó en tomar partido a favor de la Purísima Concepción, extendiéndose esta piadosa creencia tanto, que tuvo que ser acogida por el papa Sixto. Plegarias como “Bendita sea tu pureza y eternamente lo sea”. “Ave María purísima”, etc. forman parte de la rica tradición Mariana popular. Los artistas, especialmente los pintores, compitieron, a ver quién era capaz de crear la imagen más bella de la Inmaculada. Los tercios españoles en Flandes aquel 8 de diciembre de 1585, postrados ante el cuadro de una pintura flamenca que representaba la Inmaculada Concepción, no podían contener la emoción. El pueblo en general durante muchos siglos llevó a la Purísima en su corazón.

En defensa de tan sublime misterio, tuvo reconocido protagonismo un grupo de trece pueblos ubicados en la comarca de Villalpando, que proclamaron abiertamente su creencia en la Inmaculada, no olvidarán nunca la Concepción de la Virgen comprometiéndose a defenderla ante el mundo. Este primer compromiso subscrito el 1 de noviembre de 1466, se vería posteriormente refrendado por varias universidades y por muchos pueblos y ciudades, hasta que oficialmente la Iglesia lo declarara dogma de fe.

Reflexión desde el contexto actual:

Hay teólogos que se niegan a admitir la Concepción Inmaculada de María por una resistencia a admitir el pecado original en sí mismo, es decir un pecado no cometido en el ejercicio de la libertad personal, sino contraído por pura herencia recibida con la naturaleza humana. Si se parte del hecho de que ninguno hemos recibido esa herencia, entonces todos hemos sido concebidos inmaculados y ya no hay privilegio excepcional para María. La cuestión está en que tal suposición carece de fundamento. El pecado de Origen, como ahora se dice, no es ninguna invención y fantasía y su negación no solamente desvirtuaría la Concepción Inmaculada de María, sino que también comprometería la Obra Redentora de Cristo

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