Un santo para cada día: 27 de enero San Enrique de Ossó (Todo por Jesús y por su gloria)

San Enrique de Ossó (Todo por Jesús y por su gloria)
San Enrique de Ossó (Todo por Jesús y por su gloria)

En una época especialmente hostil a la Iglesia, supo anunciar valientemente el Evangelio con la palabra, con sus escritos y con su vida. Destacan en él su amor ardiente a Jesús y a María, su adhesión inquebrantable a la Iglesia y el haber tomado como modelo de espiritualidad a Santa Teresa de Jesús

En una época especialmente hostil a la Iglesia, supo anunciar valientemente el Evangelio con la palabra, con sus escritos y con su vida. Destacan en él su amor ardiente a Jesús y a María, su adhesión inquebrantable a la Iglesia y el haber tomado como modelo de espiritualidad a Santa Teresa de Jesús.

Nació en Vinebre, diócesis de Tortosa (Tarragona) el 16 de octubre de 1840. Hijo de Jaime de Ossó y Micaela Cervelló. Su madre soñaba con que fuera sacerdote, pero su padre quería que se dedicara al comercio de tejidos de la familia. Cuando tenía 13 años perdió a su madre, a consecuencia del cólera, que asoló España en 1854. Antes de morir, su madre le hizo prometer que sería sacerdote. Su padre lo envía a Reus, para que trabajara como aprendiz en el comercio de un tío suyo, pero pronto lo abandonaría para escapar a Montserrat. Antes de marchar deja unas cartas de despedida y gracias a ellas puede ser encontrado por un hermano suyo en Montserrat, quien hace de mediador con su padre para que le permita ir a estudiar al seminario de Tortosa.

No estaban bien, en estos momentos, los asuntos políticos, ni tampoco el ambiente propicio para la religión. Enrique vive en la casa de Mosén Alabart. Al fin el obispo de Tortosa le ordena sacerdote el 21 de septiembre de 1867 y celebra su primera misa en Montserrat el día de la Virgen del Rosario. Comienza a dar clases en el Seminario, pero al poco estalla la revolución que obligó a Isabel II a exiliarse en Francia. Los militares, triunfantes, ponen normas en el país y el Seminario de Tortosa es confiscado y clausurado. Los seminaristas se ven obligados a regresar a sus casas. Enrique pasa todo el año en su pueblo.

Ruta de Ossó
Ruta de Ossó

En 1871 ya le tenemos organizando una escuela metódica de Catecismo y escribiendo una “Guía práctica” para los catequistas. Pone también en funcionamiento una “Congregación Mariana” de jóvenes labradores del campo de Tortosa. En 1873 inaugura la “Asociación de Hijas de María Inmaculada y Santa Teresa de Jesús” y el “Movimiento Teresiano de Apostolado”. En 1874 publica la primera edición de “El cuarto de hora de oración”, su obra más conocida. Consta de una serie de reflexiones con carisma teresiano. En vida de él ya se hicieron 15 ediciones, actualmente pasan de 50. El leitmotiv de todos sus escritos viene marcado por una misma finalidad que no es otra que “Conocer y amar a Jesús y hacerlo al estilo de Teresa de Jesús”. Pero su gran obra habría de ser la “Congregación de las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús”, que comenzó su andadura el 23 de junio de 1876 y que actualmente se extiende por los cinco continentes.

Fue una labor incansable la que realizó, tanto de apostolado personal como a través de sus escritos.  Tuvo que sufrir ataques e incomprensiones, sin que faltaran problemas en su vida, pero todo ello supo aprovecharlo para ir labrando su propia santidad. Falleció el 27 de enero de 1896, a los 56 años, en Gilet (Valencia) en el convento de los P. Franciscanos, donde se había retirado unos días para orar en soledad. Fue enterrado en el cementerio de los frailes. Ahora sus restos reposan en la capilla del noviciado de la Compañía en Tortosa. Juan Pablo II lo canonizó en Madrid el 16 de junio de 1993.

Reflexión desde el contexto actual:

Enrique de Ossó sigue entre nosotros a través de “la Congregación de las Hermanas de la Compañía de Santa Teresa de Jesús” que él fundó, religiosas ocupadas y preocupadas por la labor evangelizadora y educativa en medio de nuestro mundo, son signo testimonial de la presencia de Dios entre los hombres. Ossó sigue también presente a través de su ideario espiritual, que de forma tan clara y precisa supo dejar reflejado   en su obrita “El cuarto de hora de oración”, recomendable como libro de cabecera para cualquier hombre o mujer de nuestro tiempo. Si alguien se zambulle en sus páginas se encontrará máximas como ésta que le llenarán de paz interior “No nos dañará ninguna adversidad si no nos domina ninguna iniquidad”

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