Un santo para cada día: 9 de enero San Eulogio de Córdoba (El apóstol de la mozarabía)

San Eulogio de Córdoba (El apóstol de la mozarabía)
San Eulogio de Córdoba (El apóstol de la mozarabía)

Soñaba con defender la religión de sus padres y resucitar el sentimiento nacional, compartiendo con los demás todo lo que había aprendido

Eulogio nació hacia el año 800, en el seno de una familia cristiana, que se había mantenido fiel a sus creencias, en medio de la apostasía general, motivada por la presión que sobre los cristianos ejercían los dominadores musulmanes.

Además de la instrucción religiosa que había recibido de su familia, siendo su abuelo su primer educador, acudió a la comunidad de sacerdotes de San Zoilo.  Allí hizo una gran amistad con otro condiscípulo, San Álvaro de Córdoba, quien se convirtió a la muerte de Eulogio en su primer biógrafo. Fue el amigo perfecto y confidente de sus santos ideales.

Eulogio no tardaría en darse a conocer por su inteligencia, gran elocuencia y sobre todo por su integridad de vida. Siente el deseo de ir a Roma como peregrino y en el 845, emprende el viaje, pero ante las dificultades que encuentra para atravesar los pasos fronterizos hacia Francia, desiste de su empeño y se dedica a visitar monasterios.

Regresa a Córdoba cargado de libros que le habían ido regalando en los monasterios por los que pasaba. Su ilusión era fomentar los estudios, crear escuelas, formar librerías. Soñaba con defender la religión de sus padres y resucitar el sentimiento nacional, compartiendo con los demás todo lo que había aprendido.

Pasada la primera juventud y ya con 25 años es ordenado sacerdote, entrando a formar parte del colegio de sacerdotes de San Zoilo. Aún no había persecución propiamente dicha, pero las mismas leyes que habían impuesto los musulmanes hacían la vida imposible a los cristianos, pero a finales del reinado de Abderramán II la intolerancia se hizo más violenta y en los primeros meses del año 850 empezaron los martirios y las decapitaciones. Los cristianos más fervorosos protestaron ante el Cadí, pero solo lograron ser torturados y degollados.

San Eulogio de Córdoba

El maestro de San Zoilo, lejos de someterse, empezó a escribir un libro titulado “Memorial de los mártires”. En el otoño del 851 se presentó la policía en su casa y se lo llevaron a la cárcel. Allí lee, reza, escribe y consuela a los cristianos que estaban encarcelados. A los pocos meses recobra la libertad, pero no renuncia a sus quehaceres. Su escuela de San Zoilo había sido destruida, pero el sigue siendo el maestro de los mozárabes a los que trató de proteger como fue el caso de Lucrecia, una joven musulmana que convertida a Cristo era perseguida por los suyos. Eulogio la recogió en su casa y al poco tiempo los dos fueron detenidos por la policía que se presentó en la casa. Eulogio fue acusado de proselitismo y también de blasfemo por calificar a Mahoma de impostor, con lo que se hacía culpable de la pena de muerte y debía ser juzgado por los altos tribunales. Uno de los visires, por la admiración que le tenía, trató por todos los medios de salvarlo, pero todo fue inútil. Eulogio agradeció las buenas intenciones de su amigo, pero le respondió con estas palabras, según nos cuenta su biógrafo Álvaro de Córdoba “Ni puedo ni quiero hacer lo que me propones. ¡Oh, si supieses lo que nos espera a los adoradores de Cristo! ¡Si yo pudiese trasladar a tu pecho lo que siento en el mío! Entonces no me hablarías como me hablas y te apresurarías a dejar alegremente esos honores mundanos”

Condenado a muerte, fue llevado al lugar del suplicio y al salir, un eunuco le propinó una sonora bofetada, a lo que el Eulogio respondió ofreciéndole la otra mejilla. Ya en el cadalso se arrodilló, tendió las manos al cielo, pronunció una breve plegaria, hizo la señal de la cruz sobre su pecho y presentó tranquilamente la cabeza al verdugo. Con estas palabras nos lo cuenta su biógrafo Alvaro, teólogo y filósofo seglar “Este fue el combate hermosísimo del doctor Eulogio; éste su glorioso fin, éste su tránsito admirable. Eran las tres de la tarde del 11 de mayo.”.  El 15 de mayo, tres días después era también decapitada su protegida Lucrecia. Corría el año 859. Los fieles cristianos recogieron sus restos y los sepultaron en la Iglesia de San Zoilo. En el año 883 fueron trasladados a Oviedo y allí se conserva su urna en la Cámara Santa de esta ciudad.

Reflexión desde el contexto actual:

Nos parece que la apostasía es solo algo que se daba en aquellos tiempos antiguos y difíciles, como agua pasada que ya no mueve molinos, pero si miramos a nuestro alrededor veremos otro tipo de “apostasía”. ¿Cómo calificaríamos los fenómenos de las iglesia vacías en países tradicionalmente católicos? ¿No es esto una apostasía masiva y silenciosa de los tiempos modernos? El olvido, la marginación el vivir como si Dios no existiera, es una de las lacras que deberían inquietarnos y hacernos reflexionar

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