Un santo para cada día: 10 de abril San Ezequiel (El profeta del exilio babilónico)

San Ezequiel (El profeta del exilio babilónico)
San Ezequiel (El profeta del exilio babilónico)

Hace ya muchos siglos se alzaba la voz del profeta Ezequiel para recalcar la responsabilidad personal ante Dios y decirnos que cada hombre tendrá que responder ante Él de sus propios pecados y no de los que sus padres cometieron, por lo que cada cual habrá de pagar por sus propias maldades y no por las que cometan los demás, lo cual no deja de ser perfectamente compatible con la comunión de los santos

La historia del pueblo de Israel está cargada de acontecimientos dramáticos, uno de ellos tiene lugar con el cautiverio de Babilonia. Pasados los tiempos gloriosos de David y Salomón, allá por el siglo X antes de Cristo, el reino de Israel se fue debilitándose hasta que finalmente el año 697 las tropas de Nabucodonosor entraron en Jerusalén llevándose deportadas a las familias más poderosas e influyentes y 10 años después a consecuencias de una rebelión, Jerusalén fue conquistada, el templo incendiado, la ciudad devastada y nuevamente muchos judíos deportados. En estos tiempos de especial tribulación va a jugar un papel importantísimo el profeta Ezequiel, que, según la cronología comúnmente aceptada, va a ejercer su ministerio entre el año 592 a.C. y el 585 a. de C. en un primer período, y de aquí hasta su muerte en un segundo periodo.

En su primera etapa no se cansa de anunciar la catástrofe que se les venía encima a los hijos de Israel, a quienes por culpa de sus pecados y soberbia Yahvé habría de castigarles con la conquista de Jerusalén a manos de unos invasores que destruirían la ciudad e incendiarían el templo.  Estas advertencias no solo no fueron atendidas, sino que sentaron mal entre sus conciudadanos, porque en sus cabezas no cabía la idea de  que el Señor  Todopoderoso les fuera a abandonar, dejándoles a merced de sus enemigos. Para sus conciudadanos Ezequiel no pasaba de ser más que un ave de mal agüero, que había perdido la confianza en su Dios, pero pronto los acontecimientos vinieron a darle la razón. 

Ezequiel que significa “Dios es mi fortaleza” había nacido en Jerusalén hacia el año. 623 a. Xto., coetáneo del profeta Jeremías, hijo del sacerdote Buzí y sacerdote como èl , lo cual no le impidió casarse.   Providencialmente fue llamado por Dios en el momento oportuno para que con su palabra y con su silencio espoleara al pueblo de Israel que había pecado y se había rebelado contra Él. En forma de visiones simbólicas, tales como: La «visión del trono», la visión del templo del que brota un torrente de agua, la visión de Gog, la visión de los cuatro vivientes etc. A través de ellas fue dando a conocer los designios que Yahvé le iba confiando. Las trascendentales revelaciones que  recibía de lo alto, él se las trasmitías a sus conciudadanos, quedando reflejadas para la posteridad en el libro de Ezequiel. Después de haber alertado convenientemente de la destrucción de Jerusalén y no haber sido escuchado, él mismo tuvo que sufrir las consecuencias, teniendo que ir deportado a Babilonia juntamente con Jeconías hijo de  Joaquín, rey de Judá y otras familias relevantes.

San Ezequiel profeta

A los cinco años de ser exiliado a una ciudad de Mesopotamia, cuando tenía 30 años, fue elegido de lo alto para ser centinela de su pueblo y convertirse en el profeta del exilio durante 22 años, todo esto cuando ya se había consumado la catástrofe y el pueblo judío había quedado postrado en la desesperación y estaba enfadado con su Dios por creer que se había portado indignamente con ellos, permitiendo lo sucedido. Era el momento preciso de intervenir para levantar los ánimos ofreciendo a su pueblo motivos de esperanza y hacer comprender a todos que Dios había obrado justamente pues, aunque ellos no acababan de entenderlo, el castigo de Dios era un castigo pedagógico que tenía por finalidad purificarles de sus pecados y deslealtades. No era el caso de que Dios les hubiera abandonado, sino que  antes de dar un  paso adelante hacia una nueva etapa de renovación, en la que el pueblo de Israel fuera glorificado, era preciso expiación y acrisolamiento, tal y como quedaba significado en la imagen del valle de los huesos secos que vuelven a incorporarse a un organismo vivo en clara alusión a la restauración y enaltecimiento del pueblo de Israel, después de ser  purificado, pero todo esto habría de tardar y era necesario templar los ánimos  y tener paciencia , mucha paciencia, de lo que ahora  se trataba era de centrase en agradar a Dios y apartarse de la iniquidad, por eso  Ezequiel fustiga con dureza el pecado y la abominación de su pueblo  será perdonado, sin duda, si obra con rectitud, pues no en vano  el nombre de Yahvé, evoca la gracia, el perdón.

Las tres grandes religiones: judaísmo, cristianismo e islamismo, acabarían venerando a Ezequiel como un profeta, sobre todo el judaísmo, que ha llegado a considerar al profeta del exilio como padre del judaísmo por haber animado y consolado a su pueblo durante el destierro babilónico y sobre todo por haber inspirado y servido a la causa de un Israel renovado, después de haber concluido el exilio. Según la tradición judía, Ezequiel habría culminado su alta misión profética, sufriendo el martirio halla por el año 569 a. de Xto.  

Reflexión desde el contexto actual:

En una época de gran desorientación surgió la figura de Ezequiel, convertido en guía moral de su pueblo en el exilio y que puede seguir siéndolo en nuestros días.  Sin duda lo es al menos por lo respecta a la responsabilidad moral. Sabido es que los escritores deuteronomistas sostenían que la culpabilidad era algo colectivo, de modo que uno no se pierde ni se salva solo, sino que lo hace a través del colectivo a que pertenece.  Eso creían los coetáneos de Ezequiel, lo mismo que hay quien así lo sigue creyendo hoy, hasta el punto de haber quedado difuminado la conciencia de pecado personal para cargar toda la responsabilidad en la conciencia colectiva, institucional comunitaria, nacional o como se la quiera llamar. Hasta en las iglesias se puede escuchar que al cielo no se puede ir en taxi, tan solo se puede ir en autobús. Lejos de estos sentimientos, hace ya muchos siglos se alzaba la voz del profeta Ezequiel para recalcar la responsabilidad personal ante Dios y decirnos que cada hombre tendrá que responder ante Él de sus propios pecados y no de los que sus padres cometieron, por lo que cada cual habrá de pagar por sus propias maldades y no por las que cometan los demás, lo cual no deja de ser perfectamente compatible con la comunión de los santos.

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