Un santo para cada día: 13 de marzo San Nicéforo (Defensor de las imágenes en contra de la iconoclasia)

San Nicéforo: uno de los más prestigiosos escritores de la Iglesia de Oriente
San Nicéforo: uno de los más prestigiosos escritores de la Iglesia de Oriente

Se vivían unos de los momentos más agudos del Cesaropapismo en los que se había puesto en práctica una fiscalización exagerada por parte del estado y las intromisiones del Emperador en cuestiones religiosas eran constantes, interviniendo en los asuntos de la Iglesia como si él fuera la suprema autoridad

Se vivían unos de los momentos más agudos del Cesaropapismo en los que se había puesto en práctica una fiscalización exagerada por parte del estado y las intromisiones del Emperador en cuestiones religiosas eran constantes, interviniendo en los asuntos de la Iglesia como si él fuera la suprema autoridad. En esta época en la que el cisma se presentía y la herejía iconoclasta, que se oponía a rendir culto a las imágenes, emergía con fuerza causando graves perjuicios a la devoción popular, se hacían necesarios hombres de gran fe, valerosos y prudentes, para hacer frente a los terribles males que se avecinaban y uno de estos santos varones habría de ser Nicéforo, nacido hacia el año 758 en Constantinopla. Hijo de Teodoro, secretario del Emperador y de su esposa Eudoxia, partidaria abierta y defensora de la Iglesia.

Siendo Nicéforo muy pequeño, su padre es desterrado, debido a su inquebrantable apoyo a las enseñanzas de la Iglesia, con lo cual tiene que ser educado por su madre, quien le proporciona los mejores maestros, para que sea instruido y educado, tanto en las ciencias humanas como en las divinas.

En el 780 hay un periodo de paz con la Emperatriz Irene y con su hijo Constantino VI y Nicéforo, siendo aún joven, es llamado a la Corte para ocupar el puesto de su padre. En el 787, todavía laico, asiste al Concilio de Nicea (séptimo Concilio Ecuménico) como representante de la Emperatriz. En ese Concilio se declara la doctrina de la Iglesia con respecto al culto de las imágenes.   

San Nicéforo de Constantinopla: el campeón de los iconoclastas
San Nicéforo de Constantinopla: el campeón de los iconoclastas

Nicéforo comienza a sentir una tendencia a la soledad y al retiro. Busca un monasterio a orillas del Bósforo, para hallar la intimidad con Dios que no encontraba en los palacios. Allí funda un monasterio y sin recibir hábito religioso, se dedica a la oración, a las prácticas ascéticas y al estudio de las Ciencias.

Le llaman de nuevo a la Corte y por designación del príncipe, se hace cargo del Hospital General de Bizancio, poniendo su dinero y hacienda al servicio de la caridad. A la muerte del Obispo Tarasio, el pueblo le reclama como sucesor, pero él ni siquiera es sacerdote. Tuvieron que darle previamente la ordenación sacerdotal (él estaba preparado para ello por los estudios que tenía) y después la consagración episcopal. Tomó posesión de Santa Sofía el 12 de abril del 806. Este nombramiento suscitó mucha oposición entre el clero y los monjes.

El 10 de julio del 813 es coronado como emperador León V, el Armenio. Vuelve a surgir el tema iconoclasta. Nicéforo se opone y termina desterrado por el emperador, a instancias de algunos obispos afines a él. Con ellos comienza la persecución a la Iglesia Católica.  Es entonces cuando Nicéforo se retira al monasterio  que había fundado.

A los 70 años de edad, anciano, enfermo y abandonado, muere, según la Iglesia Oriental, el 2 de junio del 829 (día que celebran su fiesta en la Iglesia Ortodoxa). Al llegar un periodo de paz le dan el título póstumo de Confesor de la Fe y sus restos son trasladados a la basílica de los Santos Apóstoles de Bizancio, el 13 de marzo del 847, día de la fiesta en la Iglesia Latina.

El copioso apostolado de su pluma lo colocaría entre uno de los más prestigiosos escritores de la Iglesia de Oriente.

 Reflexión desde el contexto actual:

Es triste que el poder civil pretenda manipular y someter al eclesiástico, pero también es lamentable que el poder eclesiástico quiera contemporizar y someterse al poder civil, por no estar dispuesto a perder prebendas y privilegios. Ambos peligros existen y tan malo es uno como el otro ¡Dios nos libre de estos gobernantes avasalladores y nos conceda obispos que antepongan las leyes de Dios a las de los hombres!

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