Un santo para cada día: 22 de febrero Santa Margarita de Cortona (La pecadora arrepentida)

Santa Margarita de Cortona: jamás es tarde para cambiar de vida
Santa Margarita de Cortona: jamás es tarde para cambiar de vida

La escena del pecador arrepentido que busca reconciliarse con Dios y recuperar así la paz de la conciencia, se repita constantemente

La escena del pecador arrepentido que busca reconciliarse con Dios y recuperar así la paz de la conciencia, se repita constantemente. Siempre hay algún momento en la vida los que viven apartados en el que se sienten esta necesidad. En el caso de Margarita este reencuentro se fue retrasando hasta que un trágico accidente le hizo tomar la decisión de volver a la casa del Padre como el hijo pródigo. 

Había nacido en 1247 en Laviano (Italia) en un humilde hogar campesino. Cuando tenía 7 años fallece su madre, luego su padre se vuelve a casar, con una mujer que la odia, porque tiene envidia de su belleza y de su gracia,

La alegría que faltaba en su hogar la buscaba fuera, en el bullicio de la plaza, de sus amigas y de los festejos populares. Su problema no era otro que la falta de cariño materno. Siendo ya adolescente, conoció al hijo de un gran señor de las cercanías, que vivía en un castillo en Montepulciano, quien le prometió una vida de lujos y placeres. Ante esta promesa quedó fascinada y una noche huyó con él y dejándose seducir por una vida tan distinta a la que había tenido en su hogar, perdió el honor, la dignidad, la paz y así vivió durante ocho años en una vida de pecado, de lujos, de fiestas y placeres, si bien atormentada interiormente, porque había perdido la paz. Para calmar sus remordimientos se dedicaba a hacer obras de caridad y a pedir a Dios con insistencia que le ayude a salir de esta situación. Le ruega a su compañero poder unirse a él en matrimonio, pero éste va dando largas al deseo de Margarita y nunca se compromete en serio, hasta que una mañana va a suceder algo terrible. Su compañero había salido a visitar unas fincas y es atacado por unos sicarios que le apuñalan causándole la muerte. ´Era el año 1273, cuando ella tenía 25 años, En medio del profundo dolor que sentía por haber perdido a su compañero, pensó que por fin había llegado el momento de su conversión y sin tardanza tomó la resolución de hacer penitencia el resto de su vida para así expiar su caída.

Unos días después, cubierta con un sencillo vestido negro, se dirige andando hasta su antigua casa, para implorar el perdón paterno. La madrastra no está dispuesta a perdonarla y entonces el padre se ve obligado a elegir entre su hija o su esposa y lo que hace es rechazarla. Ella sale en silencio de su casa y se dirige hacia el convento de los P. Franciscanos en busca del perdón que su alma necesita. Ellos le ofrecen el perdón y la posibilidad de hacerse Terciaria Franciscana (franciscana seglar).

Santa Margarita de Cortona: jamás es tarde para cambiar de vida
Santa Margarita de Cortona: jamás es tarde para cambiar de vida

Margarita accede y se dirige a la Iglesia de su pueblo, cubierta de cenizas y de harapos ante su gente, para implorar públicamente el perdón. Unos la toman por loca o alucinada, pero otros se compadecen de ella y deciden ayudarla. Va de casa en casa pidiendo limosna para los enfermos del hospital, de los que se ocupa, llena de cariño y atenciones.

En los últimos años de su vida, se encerró en una ermita, en la cima de un monte, sin más mobiliario que un crucifijo colgado de la pared y un montón de juncos que le servían de cama. La penitente había reemplazado a la pecadora. Durante esos años tuvo muchas visiones y diálogos con el Señor, quien la iluminaba y la consolaba constantemente. Apenas comía, llevando una vida de absoluta austeridad y penitencia hasta que un 22 de febrero de 1297, a los 50 años, fallecía en Cortona, siendo canonizada por el Papa Benedicto XIII en 1728.

 Reflexión desde el contexto actual:

El ejemplo de esta pecadora arrepentida, convertida de súbito en piadosa penitente, nos hace ver que jamás es tarde para cambiar de vida; nunca está todo perdido, porque los amorosos brazos del Padre Dios siempre están dispuestos a acogernos y perdonarnos, como el padre bueno al “hijo pródigo”. Por si hay alguien que todavía no lo sabe, el cristianismo es la religión de la esperanza

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