Un santo para cada día: 12 de marzo Santa Serafina de Geminiano

Santa Serafina de Geminiano
Santa Serafina de Geminiano

"Para que los enfermos conserven la virtud de la paciencia, se les debe exhortar a que continuamente consideren cuántos males soportó Nuestro Redentor por sus criaturas"

Serafina, popularmente conocida  como Fina de  S. Geminiano, denominada así  porque había nacido allí en el año1238 , un pueblecito de la Toscana. Sus padres fueron Cambio  e Imperia,   que habían conocido la pros peridad, pero por capricho del destino habían venido a menos, quedándose prácticamente en la ruina,  por lo que   todos los miembros de la familia tenían que arrimar el hombro cosiendo, hilando, o como fuera, para poder sobrellevar las cargas familiares. Fina era una niña bonita por fuera y por dentro, siempre dispuesta a compartir lo poco que tenía con otros que aún tenían menos que ella, demostrando en todo momento una gran generosidad cristiana, virtud  que era complementada con piadosas devociones.  Siendo todavía una niña, contaría unos 10 años, su padre murió,  por lo que la situación familiar se agravó, quedando la familia  en la más lastimosa indigencia, hasta el punto de verse en la necesidad de tener que mendigar.

No acabarían aquí las desgracias, puesto que al poco tiempo de morir su padre Fina comenzó a sentir en su cuerpo las consecuencias de una  extraña enfermedad. Sentía que sus fuerzas comenzaban a fallarle, su rostro a deteriorarse, su natural belleza iba desapareciendo. Sentía cómo poco a poco sus pies, sus manos, sus órganos en general perdían movilidad, hasta que una parálisis general la dejó postrada en el lecho del dolor,  sin poder valerse por sí misma. Por fortuna tenía  a su madre que se ocupaba de ella, pero no a tiempo completo, puesto que  con frecuencia Imperia  se veía obligada  a salir de casa a realizar algún trabajo, o en el peor de los casos a pedir limosna para poder comer.  Dolorosa situación la de Fina que sufría por dentro y por fuera, pero siempre con esa paz del espíritu que dejaba asombrados a cuantos la veían, con esa resignación y fortaleza espiritual que con los ojos clavados en el crucifijo la  hacían pronunciar incesantemente estas palabras. "No son mis llagas las que me hieren, ¡Oh Cristo!, sino las tuyas".

Santa Serafina de Geminiano

Faltaba aún lo peor, repentinamente  su madre murió y Fina inmóvil, postrada en un tablón, sin poder ahuyentar las moscas que se posaban sobre ella, quedaba en la más desoladora orfandad, ya solo le quedaba su leal amiga Beldía y algún vecino, que movido a compasión la visitaba de vez en cuando y le socorría en sus necesidades. A pesar de todo, Fina lo soportaba todo con paciencia heroica. En  este tiempo en que sus delicados hombros tuvieron que soportar la pesada cruz de Cristo nunca perdió la alegría, su consuelo le venía de lo alto. Fina sintió una gran devoción por S. Gregorio Magno, a quien le pedía que intercediera ante Dios para que ella nunca perdiera la paciencia. Con toda seguridad debió de conocer su magníficos escritos sobre “Los Bienes de la Enfermedad,  que serían bálsamo para sus sangrantes heridas, leería  con fruición celestial saboreando las  sublimes reflexiones que hace el santo,  exhortando a los enfermos a compartir con Cristo lo dolores de su pasión. “ Para que los enfermos conserven la virtud de la paciencia, se les debe exhortar a que continuamente consideren cuántos males soportó Nuestro Redentor por sus criaturas” . 6 días antes de morir  S. Gregorio le concedió el favor de revelarle el momento de su muerte que sucedió el 12 de marzo de 1253. Dicen que al levantar su cuerpo inmóvil durante 6 años, en el tablón no había ni nardos, ni lirios, ni jacintos, tan solo, purísimas e inmaculadas violetas, como las que por su fiesta perfuman los aires de la región y que sus paisanos han bautizado con el nombre de  “Flores de Sta. Fina”.

Reflexión desde el contexto actual

El dolor en el mundo, siempre  ha sido una gran incógnita  para filósofos y pensadores,  desde Platón hasta Camus. ¿Tiene sentido el dolor?  Me temo que aunque yo reprodujera aquí todo lo escrito sobre este tema, no sería suficiente para  dar respuesta a esta pregunta. En cambio si todos los que yacen en el lecho del dolor, en una silla de ruedas o retorciéndose de sufrimiento en la cama de un hospital, hubieran tenido la oportunidad de pasar tan solo una hora al lado de la heroica Fina, yo estoy seguro que habrían salido de allí  reconfortados y con mil razones para responder a esta pregunta.

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