Un santo para cada día: 3 de mayo Santos Felipe y Santiago apóstoles: los discípulos 'desconocidos'

Santos Felipe y Santiago apóstoles: los discípulos 'desconocidos'
Santos Felipe y Santiago apóstoles: los discípulos 'desconocidos'

En el evangelio no se cita ninguna intervención especial de este Santiago, únicamente lo enumeran en las listas de los doce Apóstoles, como Santiago el Menor, o Santiago el de Alfeo

Felipe era natural de Betsaida, la ciudad de Pedro y Andrés. Un día Jesús le dice:” ¡Ven y sígueme!” y él dejándolo todo, casa, familia, bienes, etc. le sigue incondicionalmente. Fue uno de los primeros llamados por Jesús.

Aparece Felipe en la escena de la multiplicación de los panes y los peces, cuando le dice a Jesús: “Doscientos denarios de pan no bastarían para que cada uno reciba un pedazo”. Y es testigo del gran milagro.

En otra ocasión, con motivo de la Pascua, habían llegado a Jerusalén muchos prosélitos que querían ver a Jesús. Tal vez Felipe, por su nombre helenizante, conocía el griego y le piden que interceda para poder verle.

Una tercera vez aparece en escena en la Última Cena de Jesús, cuando le dice: “Señor, muéstranos al Padre” y Jesús le responde: “Quien me ve a mí, Felipe, ve al Padre”.

Sabemos poco de él después de la Ascensión de Jesús. Se supone que permaneció unos años en Palestina y después marcharía a predicar el Evangelio fuera de sus fronteras. La tradición nos dice que fue a Frigia, pero los magistrados, viendo que los cristianos proliferaban por su causa le prendieron, azotaron y amarraron a una cruz, muriendo el 1 de mayo del 54.

Santos Felipe y Santiago el menor

Santiago el Menor, que no puede ser confundido con el otro Santiago, llamado el Mayor, el hermano de Juan, no porque fuera superior en categoría sino para distinguirlos. Nació en Caná de Galilea. Era hijo de Alfeo, su madre, María, estaba emparentada con la madre de Jesús, de modo que serían probablemente primos y como en la lengua hebrea a estos parientes cercanos les llamaban “hermanos”, de ahí la confusión de que algunos le consideren “hermano” de Jesús.

En el evangelio no se cita ninguna intervención especial de este Santiago, únicamente lo enumeran en las listas de los doce Apóstoles, como Santiago el Menor, o Santiago el de Alfeo. San Pablo, en la I Carta a los Corintios dice que Jesús resucitado se le apareció. En los Hechos de los Apóstoles y en la Carta a los Gálatas, se afirma que tenía un puesto destacado en la Iglesia de Jerusalén.

En el Concilio de Jerusalén tuvo una acertada intervención, defendiendo la no circuncisión de los gentiles, imponiéndoles, sin embargo, otras prohibiciones. El parecer de Santiago fue aceptado.

Se dice que fue nombrado Obispo de Jerusalén. Allí fue muy apreciado, porque muchos judíos se sentían muy reticentes ante el rigorismo y la elocuencia de Pablo, pero con Santiago veían que podían seguir siendo fieles a la Ley de Moisés, a pesar de aceptar la doctrina de Jesús.

Pablo era más dialéctico, pero Santiago propone normas prácticas de conducta y dice que la fe es una gracia sobrenatural, pero que ha de desarrollarse mediante las obras. San Pablo le llama “Columna de la Iglesia”. Solo se conserva de él un hermosa Carta, que veneramos como una preciosa reliquia.

Pero la primera persecución acababa de estallar en el año 62. Santiago, anciano ya, es llevado a presencia del Sumo Sacerdote Anás II, hijo de Anás I. En la terraza del Templo se celebró el juicio, siendo condenado a ser arrojado desde esas almenas. Algunos escritores dicen que falleció en el acto, pero otros dicen que pudo incorporarse y entonces fue lapidado por el populacho. Era la noche que precedía al 14 de nisán.

Reflexión desde el contexto actual:

La Epístola de Santiago no es algo escrito para los cristianos de entonces, ya que sus consejos prácticos  son perfectamente válidos también para nuestros días. Se preocupa mucho por la mutua convivencia entre las personas, aconseja no hacer distinciones entre ricos y pobres, no hablar mal unos de otros, tener mutua paciencia, sin envidias ni disputas. Alaba la corrección fraterna y las obras buenas como fruto de la fe. Todo un programa que no tiene fecha de caducidad.

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