Todo el mundo piensa en el después, en el después en medio de las dificultades por las que está pasando nuestro pueblo de carencias, bueno, pues un ciclón empeora más las cosas. Pero, tenemos que enfrentar el ciclón. Mensaje de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba ante el inminente paso del huracán Melissa

Mensaje de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba
Mensaje de Mons. Dionisio G. García Ibáñez, arzobispo de Santiago de Cuba Arzobispado de Santago

Tenemos que defender la vida humana y este es un momento para hacerlo.

Nosotros no podemos evitar los vientos, pero si nosotros podemos hacer que el paso del huracán sea más humano, en la medida en que nos apoyemos mutuamente unos a otros.

Queridos hermanos de esta amplia diócesis de Santiago de Cuba y también de toda la provincia eclesiástica de Santiago de Cuba.

Tal parece que el ciclón Melissa pasará por nuestras costas. Llevamos ya varios días, las personas muy inquietas y con razón, bastante atormentadas, pensando que el ciclón pueda pasar. Todos nos recordamos del Sandy, del daño que hizo, y en este momento los presagios son también que será un ciclón muy potente.

Todo el mundo piensa en el después, en el después en medio de las dificultades por las que está pasando nuestro pueblo de carencias, bueno, pues un ciclón empeora más las cosas. Pero, tenemos que enfrentar el ciclón. Tenemos que escuchar las advertencias que nos hace la Defensa Civil. Tenemos que tratar de salvar y poner a salvo, lo que podamos poner a salvo. Tenemos que tomar precauciones cuando vengan los vientos, pues no salir.

De más está decirles, porque todos tenemos experiencia, pero tenemos que ser muy precavidos. Tenemos que defender la vida humana y este es un momento para hacerlo.

Ya después vendrá la necesaria recuperación, porque el espíritu del hombre no perece, siempre trata de salir de los acontecimientos, de resolver los problemas y trabajaremos también en la recuperación como se hizo en el Sandy. Pero lo primero ahora es protegernos.

Esos son los preparativos materiales, pero vamos a los preparativos espirituales.

Recordemos lo que nos dice la palabra de Dios, “no solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”. Recordemos lo que rezamos el Padre nuestro, “el pan nuestro de cada día dánolos hoy”. Y aquí, en ese pan de cada día, está el pan físico que necesitamos para vivir, que ojalá todos hayamos podido guardar algo, pero también se refiere al pan espiritual, al pan de Dios, el que Dios nos da para elevar nuestro espíritu hacia Él, coger la fortaleza necesaria, saber que los acontecimientos se vencen poniéndolos en las manos de Dios para que nos dé fuerza.

Nosotros no podemos evitar los vientos, pero si nosotros podemos hacer que el paso del huracán sea más humano, en la medida en que nos apoyemos mutuamente unos a otros, en la medida en que le pidamos a Dios su fortaleza, haciendo en cada momento su voluntad.

Por lo tanto, hermanos, es un momento de oración. El domingo, en las lecturas se decía que la oración Dios siempre la escucha y la tiene en cuenta. Y más la oración del afligido, y en este momento todo nuestro pueblo está afligido. Él oye nuestra oración.

Vamos a pedir que nos aparte de todo mal físico, moral, espiritual, pero vamos a pedirle que nos dé fuerza para nosotros también enfrentar aquello que no podemos evitar, que está fuera de nuestras manos. Esa es la confianza en Dios.

Que este tiempo difícil del paso del huracán también sea un tiempo de oración y de invocación. Los mayores, cuando había un temblor, ante un ciclón, decían, "Señor, ten misericordia de nosotros." Nosotros sabemos que también tenemos que pedir misericordia. Porque las situaciones se nos escapan de las manos, no dependen de nosotros.

Vamos a pedirle misericordia a Dios y vamos a pedirle fortaleza a Dios. Poniendo en sus manos, el Señor sabe. El Señor nos dará la fuerza y el Señor tendrá esto en cuenta, y el Señor lo que quiere que nosotros vivamos siempre haciendo su voluntad en las buenas y en las malas.

Porque Él nos tiene preparado para todos el reino de gloria, que es un reino de justicia, de paz, de bien, de alegría. Las tormentas del mundo pasan y se olvidan, como ya casi nos hemos olvidado del Sandy, pero la promesa de Dios permanece para siempre, y eso es lo que nosotros tenemos que buscar y esperar.

Recordemos a Jesús allí en el huerto de los olivos antes de su su muerte trágica e injusta, pidió “Padre, que se aparte de mí este cáliz, pero que se haga tu voluntad y no la mía”.

Así también tenemos que decir nosotros, "Padre, que se aparte este cáliz, este dolor, pero que se haga tu voluntad." El Señor lo que pidió fue fuerza para enfrentar. Y precisamente porque pidió fuerza y confió en Dios, resucitó de entre los muertos.

El Señor también nos ayudará a nosotros a levantarnos del mal y acercarnos más a Él. Que esto nos sirva como como remedio para acercarnos más a Dios. Entonces, ya sacaremos por lo menos esa gracia, que es la más importante.

Que el Señor nos ayude a vivir así. Mis bendiciones, mucho ánimo, confiamos en la Virgen de la Caridad del Cobre, que en medio de la tormenta, la representamos así en nuestras las estampas, que en medio de la tormenta la veamos a Ella, acompañándonos en los momentos de Dios. Y pidamos por todos aquellos que sufrirán las consecuencias. Amén.

“Oh, Dios, a cuyo mandato obedecen todos los elementos, te pedimos humildemente que, aplacadas las tempestades temibles, la amenaza de su violencia se transforme en motivo de alabanza.

Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén”

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