Una experiencia espiritual Fuimos detrás de unos huesos, regresamos con un resucitado: El padre Durana

Cementerio de Colón
Cementerio de Colón

"La Compañía de Jesús y su familia querían que el padre Durana al fin descansara junto a sus compañeros religiosos en La Habana"

"Decidimos trasladar los restos del padre Durana desde el cementerio de Jagüey hasta el cementerio Colón en La Habana, donde yacen los restos de sus compañeros religiosos"

¿Quién era el padre Durana? ¿Por qué estaban sus restos en un cementerio de Jagüey y en una tumba prestada? ¿Por que se movilizó la comunidad, el párroco del lugar y el obispo para despedir sus restos?

La respuesta a estas preguntas nos pone ante la vida de un religioso misionero que se entregó de corazón en estas tierras impactando la vida de muchos

En una ceremonia sencilla y sentida en el templo La Altagracia de Jagüey Grande, el pasado 10 de septiembre de 2022, dimos gracias a Dios por la vida del sacerdote jesuita Durana, fallecido y enterrado en esta ciudad en el año 2007. El obispo de Matanzas, monseñor Juan Gabriel (Juanin) Díaz Ruiz, se hizo presente, invitado por el P. Pedro, párroco. De parte de la Compañía de Jesús estábamos el párroco de Reina (Jorge Luis Rojas), el Superior Provincial (Martin Lenk), y yo. La ocasión se presentó cuando decidimos trasladar los restos del padre Durana desde el cementerio de Jagüey hasta el cementerio Colón en La Habana, donde yacen los restos de sus compañeros religiosos. 

¿Quién era el padre Durana? ¿Por qué estaban sus restos en un cementerio de Jagüey y en una tumba prestada? ¿Por que se movilizó la comunidad, el párroco del lugar y el obispo para despedir sus restos? La respuesta a estas preguntas nos pone ante la vida de un religioso misionero que se entregó de corazón en estas tierras impactando la vida de muchos. 

José Antonio González de Durana Isusi (1931-2007) nació en Bilbao, España, el 3 de abril de 1931. Fue el mayor de 8 hermanos. Asistió desde muy pequeño al Colegio de los Jesuitas donde terminó el Bachillerato con la mención de Excelencia. Además, en el último curso le nombraron “Príncipe del Colegio”, galardón que se otorgaba al mejor: mejor alumno, mejor estudiante, mejor compañero, deportista... 

Al terminar el bachillerato comunicó a su padre que quería hacerse jesuita. Su padre le pidió que lo pensara bien durante dos años y, si después seguía con la idea, él aceptaría su deseo. Por ello, José Antonio se fue a Madrid a estudiar ingeniería de caminos. Pasados dos años volvió a insistir en su deseo de ser jesuita y su padre lo aceptó, por lo que fue a hacer el Noviciado a Orduña primero y, después, el Juniorado a Loyola (lugar de nacimiento de San Ignacio de Loyola). 

Empezó su magisterio, etapa entre los estudios de filosofía y teología, trabajando en barrios y fábricas del País Vasco como religioso obrero. Siendo ya sacerdote, hizo en Madrid la carrera de Ciencias Económicas. 

Parecía que su vocación y destino señalaba a América.  En Venezuela conoció al Padre Vélaz, fundador del Movimiento de Educación Popular Integral “Fe y Alegría”, quien le animó a ir a Perú, segundo país donde se extendió Fe y Alegría.  Más tarde, en 1968, mientras se encontraba en España por razones sacerdotales, murió su padre. 

A su vuelta a América fue a Ecuador. Con aquella humildad y tesón que le caracterizaba durante más de 25 años puso toda su energía y vocación al servicio de esa importante misión. Fue director general de Fe y Alegría, fundó centros educativos en los barrios más pobres a lo largo y ancho de la República de Ecuador. Más tarde fue director del Apostolado de la Oración, al que consiguió dar un fuerte impulso. Tras ello, pasó a dirigir la casa de ejercicios espirituales de Quito. 

Cuando el Papa Juan Pablo II pidió a las órdenes religiosas sacerdotes para Cuba, en Ecuador hubo un voluntario: el Padre Durana. Llegó a Cuba en 1996 y se radicó primero en Camagüey. También estuvo en Cienfuegos. En Jagüey fue párroco durante 6 años con mucha dedicación a la atención espiritual, la predicación, visita a los enfermos. Al final estuvo en la parroquia de Agramonte donde falleció de un infarto el 30 de diciembre del año 2007 en el hospital de Jagüey. Ël mismo había querido que sepultaran sus restos en su querido pueblo de Jagüey y así se hizo. Una familia amiga prestó su tumba. Unos años después, el padre jesuita Ángel Rodríguez hizo la exhumación, pero sin trasladarlo de allí. 

La Compañía de Jesús y su familia querían que el padre Durana al fin descansara junto a sus compañeros religiosos en La Habana. Por eso se inició todo el proceso que culminó con la misa de despedida en Jagüey y las oraciones de recibimiento en el panteón de los jesuitas en el cementerio Colón. 

Jagüey

Lo que parecía un trámite administrativo simple, se convirtió para todos nosotros en una experiencia espiritual.  Después de la misa en Jagüey, mientras compartíamos un cafecito, el diálogo se volvió denso con los parroquianos amigos de Durana. Barbarita, su antigua secretaria, con la emoción en el rostro, nos habló de su preocupación ecológica y su testimonio ecuménico. De cómo Durana promovió un concurso en la población al mejor jardín familiar, que habría de incluir plantas medicinales, ornamentales y árboles. Me impresionó cuando dijo que el día que murió el pastor de la Iglesia Cristiana Reformada, el padre Durana mandó redoblar las campanas en el templo católico. Y detrás del féretro por las calles iba de primero hasta el cementerio. El gesto no era casual, eran amigos de verdad. Se visitaban, compartían de vez en cuando la mesa, la misa y el culto. 

Parece que en algún momento su preocupación por los presos le trajo alguna tensión con las autoridades.  Y las anécdotas continuaron entre el café, la emoción y la gratitud con sabor a resurrección y vida. 

Regresamos por el camino llevando con nosotros los restos de un compañero.  La comunidad nos lo entregó en una urna de cedro que habían construido con cuidado y con ternura. Estábamos arropados por su testimonio. Fueron solo unos pocos años, pero la semilla quedó bien sembrada.  Habíamos ido como las mujeres al sepulcro de Jesús. Guiados por la comunión con un compañero de vida y misión.  Fuimos detrás de unos huesos, regresamos con un resucitado. ¡Gracias por tu vida y tu testimonio, padre Durana!

*Publicado originalmente en Vida Cristiana 

Cementerio de Colón, La Habana

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