"En la oscuridad, la fe suele ser luz" ¿Cuándo podremos encender el interruptor de la felicidad en Cuba?

Una calle de La Habana
Una calle de La Habana Diego Gennaro

"Los cubanos nos merecemos unas vacaciones de todos los apagones, de pasarnos el día en una cola, de intentar desayunar sin leche, de sentir que julio y agosto son dos meses vacacionales angustiosos, con un transporte que nos invita a encerrarnos en casa, de la tristeza que nos angustia con cada enfermedad sin medicinas"

"El cálculo político se hace carne en el esfuerzo inagotable por dejar La Habana encendida 24 horas, aunque para eso sea necesario apagar durante medio día cualquier barrio provinciano del país. Al final la socialización de la corriente no es tan igualitaria"

Corría el año 1995 o 96; Junco Sur, un reparto en las periferias de la provincia Cienfuegos, permanecía oscuro durante largas horas. Unos padres jóvenes hacían de todo para espantar el mal humor que los mosquitos, el calor y las malas palabras surgidas de las molestias de los vecinos alrededor,  “encendían” con cada minuto transcurrido de apagón. De pronto llega la luz y, la costumbre de todas las familias, como si fuera una gradería que ve a su equipo anotar un gol, es salir al balcón de aquellos despintados edificios y gritar de alegría saltando: “eeeeeeeeeehhhhh…”. Algunos incluso se persignaban, pidiendo a Dios que no sea una falsa alarma el destello que les encandilaba. 
Los cubanos nos merecemos unas vacaciones de todos los apagones, de pasarnos el día en una cola, de intentar desayunar sin leche, de sentir que julio y agosto son dos meses vacacionales angustiosos, con un transporte que nos invita a encerrarnos en casa, de la tristeza que nos angustia con cada enfermedad sin medicinas, de una realidad sin futuro, de lo que se acabó, de lo que no te toca este mes y de la familia dispersa por el mundo rodeando los volcanes hacia nuevos horizontes. 

El reciclar constantes de oscuras realidades

¿Qué historia la nuestra, verdad? La vida de esos niños del reparto con que inició este relato en pleno periodo especial, ahora convertidos en padres, parece ser un constante reciclar de oscuras realidades que le meten miedo al susto

Cuba
Cuba

A todas estas, el cálculo político se hace carne en el esfuerzo inagotable por dejar La Habana encendida 24 horas, aunque para eso sea necesario apagar durante medio día cualquier barrio provinciano del país. Al final la socialización de la corriente no es tan igualitaria. La gente en Cuba ve su vida transcurrir con una displicencia tangible, pues sabemos que, de cara a los medios oficiales, la “cosa” está mala, las termoeléctricas se arreglan y desarreglan en un mismo Twit. Pero, aún podemos "resistir" un tilín más, siempre podemos "sacrificar" años de nuestra existencia en pos de un “bien” (que nunca llega) mayor para todos.  

Los jóvenes se quieren ir sin boleto de regreso

Hoy, para no pocos cubanos, la verdadera patria se encuentra más allá de los muros de esa ciudad diseñada por el realismo socialista, está en el peso vital del amor. Por eso no es extraño que, en un grupo de WhatsApp comunitario, una familia encomiende a cualquiera de sus miembros que ha salido rumbo al río Bravo. Pues, hacia aquella patria, donde al menos se puede trabajar duro el horizonte, es hacia donde muchos de nuestros jóvenes desean zarpar sin boleto de regreso. De ese viaje no todo es felicidad, pues en la mochila cargada también de pensamientos, el anhelo de unirse lo antes posible a los dejados atrás, suele morder el alma.

El 'Vía Crucis' del dolor de las familias cubanas
El 'Vía Crucis' del dolor de las familias cubanas

Lo que hemos querido, lo seguiremos queriendo pese a la distancia, hasta convertirnos en personajes del guión inmortal que escribe Dios en nuestras vidas. Porque a través de sus ojos, seremos mejores ciudadanos, mejores cristianos y mejores personas. Algunas largas noches con aquellos apagones de la década del 90 y de estos tiempos, varias familias se iban (y van) juntos a rezar; en la oscuridad, la fe suele ser luz. El niño que creció en medio de esa realidad y que hoy suele escribir algunos artículos, le sigue encomendando a Jesús la misma pregunta: “¿Cuándo los cubanos podremos encender el interruptor de la felicidad?”.

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