El grito del ciego es hoy día el grito de los pobres.

Domingo Treinta Año Ordinario B. 28.10.2018.

(Marcos 10, 46-52)


"El hijo de Timeo (Bartimeo), un limosnero ciego, estaba sentado a la orilla del camino... se puso a gritar: ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Varias personas trataron de hacerlo callar. Pero el gritaba mucho más... . Jesús se detuvo y dijo: Llámenlo. Llamaron, pues al ciego diciéndole: ¡Párate, hombre!, te está llamando. Y él, ... de un salto se puso de pie y llegó hasta Jesús.
Jesús le preguntó: ¿Qué quieres que te haga? El ciego respondió: Maestro, que yo vea. Entonces, Jesús le dijo: Puedes irte; tu fe te ha salvado.
Y al instante vio, y se puso a caminar con Jesús".



"Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón". (Gaudium et Spes 1. Vaticano II).

"Dios ha destinado la tierra y cuanto ella contiene para uso de todos los hombres y pueblos. En consecuencia, los bienes creados deben llegar a todos en forma equitativa bajo la égida de la justicia y con la compañía de la caridad. Sean las que sean las formas de la propiedad, adaptadas a las instituciones legítimas de los pueblos según las circunstancias diversas y variables, jamás debe perderse de vista este destino universal de los bienes. Por tanto el hombre, al usarlos, no debe tener las cosas exteriores que legítimamente posee como exclusivamente suyas, sino también como comunes, en el sentido de que no le aprovechan a él solamente, sino también a los demás. Por lo demás, el derecho a poseer una parte de bienes suficiente para sí mismo y para su familia es un derecho que a todos corresponde. Es el sentir de los Padres y de los doctores de la Iglesia, quienes enseñaron que los hombres están obligados a ayudar a los pobres, y por cierto no sólo con los bienes superfluos.
Quien se halla en situación de necesidad extrema tiene derecho a tomar de la riqueza ajena lo necesario para sí. Habiendo como hay tantos oprimidos actualmente por el hambre en el mundo, el sacro Concilio urge a todos, particulares y autoridades, a que, acordándose de aquella frase de los Padres: Alimenta al que muere de hambre, porque, si no lo alimentas, lo matas, según las propias posibilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos".
(Gaudium et Spes 69. Vaticano II).

"El testimonio que el Señor da de sí mismo y que San Lucas ha recogido en su Evangelio ("Es preciso que anuncie también el reino de Dios en otras ciudades"), y, tiene sin duda un gran alcance, ya que define en una sola frase toda la misión de Jesús: "porque para esto he sido enviado". Estas palabras alcanzan todo su significado cuando se las considera a la luz de los versículos anteriores en los que Cristo se aplica a sí mismo las palabras del profeta Isaías:
"El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ungió para evangelizar a los pobres".
Proclamar de ciudad en ciudad, sobre todo a los más pobres, con frecuencia los más dispuestos, el gozoso anuncio del cumplimiento de las promesas y de la Alianza propuestas por Dios, tal es la misión para las que Jesús se declara enviado por el Padre;
(Pablo VI. EN.6).

"Es bien sabido en qué términos hablaron... numeroso Obispos de todos los continentes y, sobre todo, los Obispos del Tercer mundo, con un acento pastoral en el que vibraban las voces de millones de hijos de la Iglesia que forman tales pueblos.
Pueblos; ya lo sabemos, empeñados con todas sus energías en el esfuerzo y en la lucha por superar todo aquello que los condena a quedar al margen de la vida: hambres, enfermedades crónicas, analfabetismo, depauperación, injusticia en las relaciones internacionales y, especialmente, en los intercambios internacionales, situaciones de neocolonialismo económico y cultural, a veces tan cruel como el político, etc.
La Iglesia, repitieron los Obispos, tiene el deber de anunciar la liberación de millones de seres humanos, entre los cuales hay muchos hijos suyos: el deber de ayudar a que nazca esta liberación, de dar testimonio de la misma, de hacer que sea total. Todo esto no es extraño a la evangelización".
(Pablo VI. EN. 30)

"El episcopado Latinoamericano no puede quedar indiferente ante las tremendas injusticias sociales existentes en América Latina, que mantienen a la mayoría de nuestros pueblos en una dolorosa pobreza cercana en muchísimos casos a la inhumana miseria". (Medellín. Pobreza de la Iglesia 1).

"Debemos distinguir":


a)"La pobreza como carencia de los bienes de este mundo es, en tanto tal, un mal. Los profetas la denunciaron como contraria a la voluntad del Señor y las más de las veces como el fruto de la injusticia y el pecado de los hombres;
b)La pobreza espiritual, es el tema de los pobres de Yavé. La pobreza espiritual es la actitud de apertura a Dios, la disponibilidad de quien todo lo espera del Señor. Aunque valoriza los bienes de este mundo no se apega a ellos y reconoce el valor superior de los bienes del Reino.
c)La pobreza como compromiso, que asume voluntariamente y por amor, la condición de los necesitados de este mundo para testimoniar el mal que ella representa y la libertad espiritual frente a los bienes, sigue en esto el ejemplo de Cristo que hizo suya todas las consecuencias de la condición pecadora de los hombres y que "siendo rico se hizo pobre", para salvarnos".
( Medellín. Motivación Doctrinal 4).

"En este contexto una Iglesia pobre":

-"Denuncia la carencia injusta de los bienes de este mundo y el pecado que la engendra";
-"Predica y vive la pobreza espiritual, como actitud de infancia espiritual y apertura al Señor";
-"Se compromete ella misma en la pobreza material. La pobreza de la Iglesia es, en efecto, una constante de la Historia de la Salvación".
(Medellín. Motivación Doctrinal 5)).


"Dicho todo esto, habrá que recalcar con fuerza que el ejemplo y la enseñanza de Jesús, la situación angustiosa de millones de pobres en América Latina, las apremiantes exhortaciones del Papa y del Concilio, ponen a la Iglesia Latinoamericana ante un desafío y una misión que no puede soslayar y al que se debe responder con diligencia y audacia adecuadas a las urgencias de los tiempos.
Cristo nuestro Salvador, no solo amó a los pobres, sino que "siendo rico se hizo pobre", vivió en la pobreza, centró su misión en el anuncio a los pobres de su liberación y fundó su Iglesia como signo de esa pobreza entre los hombres.
Siempre la Iglesia ha procurado cumplir esa vocación, no obstante "tantas debilidades y ruinas nuestras en el tiempo pasado". La Iglesia de América Latina, dadas las condiciones de pobreza y de subdesarrollo del continente, experimenta la urgencia de traducir ese espíritu de pobreza en gestos, actitudes y normas que la hagan un signo más lúcido y auténtico de su Señor. La pobreza de tantos hermanos clama justicia, solidaridad, testimonio, compromiso, esfuerzo y superación para el cumplimiento pleno de la misión salvífica encomendada por Cristo.
La situación presente exige, pues, de obispos, sacerdotes, religiosos y laicos, el espíritu de pobreza que "rompiendo las ataduras de la posesión egoísta de los bienes temporales, estimula al cristiano a disponer orgánicamente la economía y el poder en beneficio de la comunidad".
La pobreza de la Iglesia y de sus miembros en América Latina debe ser signo y compromiso. Signo del valor inestimable del pobre a los ojos de Dios; compromiso de solidaridad con los que sufren".
(Medellín. Pobreza de la Iglesia 7).


"Desde el seno de los diversos países del continente está subiendo hasta el cielo un clamor cada vez más tumultuoso e impresionante. Es el grito de un pueblo que sufre y que demanda justicia, libertad, respeto a los derechos fundamentales del hombre y de los pueblos". (Puebla 87).

"El clamor pudo haber parecido sordo en ese entonces. Ahora es claro, creciente, impetuoso y, en ocasiones, amenazante". (Puebla 89).

"Nos preocupan las angustias de todos los miembros del pueblo cualquiera sea su condición: su soledad, sus problemas familiares, en no pocos, la carencia del sentido de la vida... Más especialmente queremos compartir hoy las que brotan de su pobreza". (Puebla 27).

"Vemos a la luz de la fe, como un escándalo y una contradicción con el ser cristiano, la creciente brecha entre ricos y pobres. El lujo de unos pocos se convierte en insulto contra la miseria de las grandes masas. Esto es contrario al plan del Creador y al honor que se le debe. En esta angustia y dolor, la Iglesia discierne una situación de pecado social, de gravedad tanto mayor por darse en los países que se llaman católicos y que tienen la capacidad de cambiar. "que se le quiten barreras de explotación... contra las que se estrellan sus mejores esfuerzos de promoción". Puebla 28).

"Comprobamos, pues, como el más devastador y humillante flagelo, la situación de inhumana pobreza en que viven millones de latinoamericanos expresada por ejemplo, en mortalidad infantil, falta de vivienda adecuada, problemas de salud, salarios de hambre, el desempleo y subempleo, desnutrición, inestabilidad laboral, migraciones masivas, forzadas y desamparadas, etc.". (Puebla 29).

"Al analizar más a fondo tal situación, descubrimos que esta pobreza no es una etapa casual: sino el producto de situaciones y estructuras económicas, sociales y políticas, aunque haya también otras causas de la miseria.
Estado interno en nuestros países que encuentra en muchos casos su origen y apoyo en "mecanismos que, por encontrarse impregnados no de un auténtico humanismo, sino de materialismo producen a nivel internacional, ricos cada vez más ricos a costa de pobres cada vez más pobres". Esta realidad exige, pues, conversión personal y cambios profundos de las estructuras, que responden a las legítimas aspiraciones del pueblo hacia una verdadera justicia social; cambios que, o no se han dado o han sido demasiado lentos en la experiencia de América Latina".
(Puebla 30).

"La situación de extrema pobreza generalizada, adquiere en la vida real rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela". (Puebla 31):

Los invito a ver el rostro sufrientes de Cristo hoy día: lean con amor a los pobres: Puebla del 32 al 39.
Todas las citas anteriores, del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia, buscan una ayuda vuestra. Se trata de recuperar, ahora con más fuerza, el tranco de la opción pastoral preferencial de la Iglesia por los más pobres. Creo que está un poco olvidada o no llevada y puesta en práctica en nuestro continente. Esto me preocupa mucho, tratándose de un continente con millones de pobres. No se le estaría haciendo caso al mismo Jesús: "Lo que hiciste con tu hermano pobre, lo hiciste conmigo. Por eso, ven a gozar conmigo del Reino que te tengo preparado". Creo que también cooperaríamos, como hijos de la Iglesia, en la recuperación de la credibilidad en nuestra Iglesia. Les ruego, el asunto es la Opción Preferencial por los Pobres. El Papa Francisco dijo hace poco: "Quiero una Iglesia pobre, para los pobres".

Algunos creen que con esto se hace exclusión. No. Se trata de que nos sentimos ungidos por el Espíritu Santo para evangelizar a los pobres, y desde los pobres a todo y a todos. No hay exclusión.
Yo he seguido, enviado por mi Arzobispo el Cardenal Raúl Silva Henríquez, a hacer un Curso y un Estudio de Teología Pastoral Latinoamericana. El objetivo era impregnarse de la "Primavera de la Iglesia" como se le llamó al Concilio Vaticano II. Y reafirmarlo todo, con un estudio más profundo, para aplicarlo pastoralmente en Chile y especialmente en Santiago. Para ese objetivo también estudié "La Evangelización en el mundo contemporáneo" de Pablo VI: "Evangelii Nuntiandi" (EN). Después profundicé un poco más el Concilio, pero ahora, más aplicado a nuestra América Latina: Estudié: Las Conferencias Episcopales de América Latina: de Medellín y Puebla.
También, todavía me acuerdo de mi profesor de Biblia en este Curso. Es un gran Teólogo y Biblista Latinoamericano. Nos ayudó no sólo haciendo exégesis de la Biblia, sino que también Teología Bíblica. Nos ayudó a Encarnar a Jesús, la Palabra, en la vida y en el mundo de acuerdo a los signos de los tiempos. Pudimos unir Fe y vida. Tengo escritos, apuntes y libros de este buen profesor. Ellos me ayudarán, después de estas letras, a hacer una Meditación o Reflexión en base al Evangelio de este domingo: "EL GRITO DEL CIEGO ES EL GRITO DE LOS POBRES DE HOY.
Bueno mi profesor se llama: Carlos Mesters. Es un Carmelita de honda espiritualidad.


MEDITACIÓN:

(Pido que esta meditación, más las palabras anteriores del Evangelio y del Magisterio Eclesial, se hagan vida en mí,en mis hermanos, especialmente en mi Iglesia toda. Que prediquemos no con solas palabras, sino que hagamos carne y vida lo que proclamamos. Que el Evangelio y el Magisterio salgan de sus páginas y se vivan en el mundo actual. Pido que yo y mi Iglesia seamos pobres entre los pobres. Que cumplamos con lo que quiere el Papa Francisco: "Quiero una Iglesia pobre y para los pobres". ).

El ciego a la "orilla del camino" no quiere perder, por ningún motivo, la oportunidad que tiene para ver y poder vivir como la gente, aprovechando el paso de Cristo. Es la oportunidad de gritar, de movilizarse, buscando su liberación.
La gente que acompañaba a Cristo trató de hacer callar al ciego pobre. Sus gritos molestaban a los que acaparaban a Cristo. Pero el pobre, consciente de su pobreza, cuando ve un camino para su liberación, nadie puede impedirle, movilizarse, y entrar por el camino. El pobre oprimido reclamará, protestará y gritará cada vez más fuerte. Nadie ni nada podrá callarlo por más represión que le hagan.
La fe y la esperanza llevaron al ciego pobre a gritar, desafiando a todos los que querían tener a Cristo para sí mismo. Fe de que tenía el único camino cierto para conseguir su liberación. Esperanza de poder obtener su fin tan deseado. Ante esa fe y esperanza no valen ni importan los reclamos y las amenazas, de los que pudiendo ver, eran más ciegos que el mismo ciego de verdad. Los reclamos y los intentos represivos para hacerlo callar, no hacen más que hacer gritar y protestar, cada vez con mayor fuerza. Y paradojalmente, los mismos que tratan de acallar: los peores ciegos, se convierten en un instrumento de liberación del pobre que protesta:

"Jesús se detuvo y dijo: "Llámenlo". Llamaron, pues al ciego diciéndole: "¡Párate, hombre!, te está llamando".

Fueron ellos que, con sus amenazas, provocaron el clamor, el grito, cada vez más insistente y fuerte del ciego pobre, llevando así la voz del pobre hasta los oídos de Jesús. Él se detiene. Y en medio de todo grito y confusión, Jesús oye justamente la voz del ciego pobre, que todos querían acallar.
Jesús no escucha a los que reclamaban por los gritos del pobre, escucha y presta "ocupación" (no sólo "preocupación") por el pobre del cual todos reclamaban, tratando de callarlo.

Todos dejan pasar al único hombre que no tiene nombre, un pobre, un ciego marginado a la orilla, que nadie conocía ni le prestaban atención. Y Jesús le pregunta:

"¿Qué quieres que te haga?"

Y esta pregunta, en ese contexto, era muy importante. No sirve sólo gritar. Con Jesús, hay que saber por qué se grita. Y el ciego lo sabe:

"Maestro, que yo vea".

Entonces Jesús lo libera; lo hace ver y vislumbrar, vivir como la gente. Fue la fe que lo salvó.

¿Y qué se pretende con esta meditación del Evangelio? ¿Qué nos dice a nosotros Iglesia: Pueblo de Dios?

Se pretende de que los hijos de la Iglesia se "ocupen" de la liberación integral de los pobres. Que tengamos una opción preferencial por ellos. Yo diría: ¡Que la Iglesia sea pobre y que recupere más claramente esa opción pastoral preferencial por los pobres!
Que nuestros pastores no olviden:

"Un sordo clamor brota de millones de hombres, pidiendo a sus pastores una liberación que no les llega de ninguna parte".

Que los pobres puedan manifestar sus demandas y discensos, que griten, pidiendo su liberación; pidiendo, para que de verdad sean personas, respetados y tratados como tales.
Los cristianos, hijos de la Iglesia, debemos procurar que los pobres tengan clara conciencia de por qué están gritando. Que ellos sean sujetos (no objetos) de su propia liberación. Procuremos, viviendo con y para los pobres, procuremos hacernos pobres como dice el Evangelio. También ayudar a los pobres para que griten con fe y esperanza. Fe de que es posible salir y liberarse, siguiendo las enseñanzas dadas por Cristo y su Palabra. Esperanza de que llegarán a ser libres de verdad, que sean más persona, como Jesús hizo persona al "ciego pobre" que estaba marginado a la vera del camino.

A muchos no les gusta este "griterío de los pobres. Arruina la alegría de la fiesta, incómoda, estropea la vida, incluso algunos llegan a decir: "Si era tan lindo, antiguamente en la Iglesia, su culto majestuoso y con mucho incienso". Eran ritos misteriosos con aclamaciones pomposas. Y se preguntan: ¿Por qué ahora la iglesia no lo hace? ¿Por qué la Iglesia comienza a prestar atención a los "pobres"? ¿Por qué ella deja de pensar en los que la aclaman triunfalmente, (a veces con los solos labios), para pensar en los que no tienen nombre?
Tal vez porque se impedía el "grito del pobre", escondiéndose dentro de la religión como en un refugio, que ponía a salvo dando la sensación de estar bien con Dios. Tal vez a causa de eso es que los "pobres" comenzaron a gritar más alto y con más fuerza, despertando a la Iglesia para el cumplimiento de su misión. Y ahora, el refugio, la seguridad, corre peligro, para los que se defienden reclamando, no sólo de los pobres, sino también de la Iglesia que despierta y se renueva. Y en la Prensa aparecen los reclamos y gritos: "¡Cállate tú! "Mejor dedícate a rezar". Muchos de estos reclamos van directamente hacia los Pastores de la Iglesia.
Algunos se preguntan con temor: "¿Para qué aumentar aún más "los gritos de los pobres?" ¿Para qué provocar que la Iglesia cambie de actitud?".
La Iglesia, no obstante, quiere ponerse junto a los pobres, precisamente para poder prestarle toda su atención, como lo hizo Jesús. Y la Iglesia: Pueblo de Dios somos nosotros. La Iglesia no es "para nosotros", sino que todos nosotros somos Iglesia "para los pobres".

Jesús atendiendo a los pobres y no prestando mucha atención a los que lo aclamaban por egoísmo, desagradó a mucha gente. Por eso, decidieron matarlo y tapar así la boca de este Maestro ambulante. Jesús sabía eso, pero no tenía miedo. Iba tranquilo a Jerusalén. Iba también para morir, como lo aclara firmemente el Evangelio:

"Jesús tomó consigo a los Doce para decirles: "Ahora subimos a Jerusalén y va a cumplirse todo lo que escribieron los profetas sobre el Hijo del Hombre. Pues será entregado a los extranjeros, que se burlarán de él, lo maltratarán, lo escupirán y después de azotarlo lo matarán; pero al tercer día resucitará. Los Doce no entendieron nada de esto; era lenguaje misterioso para ellos y no comprendían lo que les decía". (Lucas 18, 31-34).

Jesús tenía plena fe que valía la pena morir por este ideal, pues resucitando habría de continuar vivo para hacer entre nosotros siempre la misma cosa. Y hoy, a través de la Iglesia que se renueva, Jesús se detiene de nuevo, junto al pueblo "pobre y marginado" a la vera del camino, y siempre le preguntará:

"¿Qué quieres que haga por tí?".

Y con Jesús hay que saber por qué se grita. La Iglesia ayudará para eso, no siendo paternalista en el compromiso con los "pobres". La Iglesia ayudará a que el "pueblo pobre" tenga conciencia, y sea sujeto de su propia liberación integral:

"Señor haz que vea". ¡Quiero ser gente!

A muchos no les gusta esto. Decidirán acallar la voz de esta Iglesia.

En nuestro país constatamos la reacción para detener a todos aquellos que promueven y luchan para el "pobre" y que tratan de transformar la sociedad y darle la forma de una gran comunidad fraterna. Pero no lo consiguen o no lo conseguirán, porque los cristianos, hijos de la Iglesia, en la medida en que también toman conciencia de su misión, ante el grito del "pueblo pobre", irán hacia adelante, como Jesús, aunque sea para morir. Saben que después de la muerte vendrá la resurrección. Y la resurrección ya se inició: el Papa Juan XXIII, Paulo VI, el Padre Hurtado, Monseñor Romero, Monseñor Angelelli, el Padre Juan Alsina, y otros mártires del pueblo, que ciertamente olvido en este momento. Todos juntos continúan vivos en aquellos que llevan hacia adelante el ideal que les mostraron y, sobre todo el que les mostró el mismo Jesús, hoy vivo en nosotros.

¡Ay de aquellos que acallan "el grito del pobre" y que han encontrado en aquellos hombres servidores de la causa de los pobres a su portavoz! Pues a los pobres nadie los detiene. Ellos son de Dios y tienen la fuerza de Dios:

"Felices los pobres, porque de ellos es el Reino de Dios". (Lucas 6, 20).


Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
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