El Papa reitera su llamamiento a la paz en Palestina, Israel y Ucrania Francisco denuncia el consumismo que "corroe" la esencia de la Navidad

Francisco, en la audiencia general de este miércoles
Francisco, en la audiencia general de este miércoles RD/Captura

"Corremos el riesgo de descuidar lo esencial", aseveró el Papa, añadiendo que "la Navidad se ha convertido para tantos sólo en una ocasión para hacerse regalos". "Las personas antes que las cosas, y a veces ponemos a las cosas antes que las personas, y eso no funciona", improvisó el el Pontífice, dejando por una instante la lectura de sus papeles

Reivindicó "la cercanía, la ternura y la compasión" como tres elementos indispensables para vivir estos días, donde "el belén nace para reconducirnos a lo que realmente es importante: a Dios, que viene a habitar entre nosotros, pero también a las otras relaciones esenciales, como la familia, presente en Jesús, José y María, y los seres queridos, representados por los pastores"

Especial catequesis del Papa dedicada a la Navidad, en concreto, al pesebre, del que Francisco ha extraído esta mañana jugosas lecturas que radiografían el momento actual, cuando se cumple justamente, hace 800 años, en la Navidad 1223, del primer belén viviente que San Francisco realizó en Greccio.

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Ante el sentido primigenio del belén "como escuela de sobriedad", advirtió Francisco sobre el riesgo de perder, "inmersos en un consumismo que corroe su sentido", el espíritu de la Navidad. "Corremos el riesgo de descuidar lo esencial", aseveró el Papa, añadiendo que "la Navidad se ha convertido para tantos sólo en una ocasión para hacerse regalos". "Las personas antes que las cosas, y a veces ponemos a las cosas antes que las personas, y eso no funciona", improvisó el el Pontífice, dejando por una instante la lectura de sus papeles.

En este sentido, reivindicó "la cercanía, la ternura y la compasión" como tres elementos indispensables para vivir estos días, donde "el belén nace para reconducirnos a lo que realmente es importante: a Dios, que viene a habitar entre nosotros, pero también a las otras relaciones esenciales, como la familia, presente en Jesús, José y María, y los seres queridos, representados por los pastores", añadió.

Asistentes a la audiencia, entre ellos varios recién casados
Asistentes a la audiencia, entre ellos varios recién casados

"Si nosotros, los cristianos, vemos el pesebre y rezamos, no es suficiente. Delante del nacimiento de Jesús, se necesita esa actitud religiosa del asombro", improvisó. "Si no llego al asombro, mi fe es superficial", añadió.

A la hora de los saludos a los fieles presentes en el Aula Pablo VI, Francisco, una vez más, insistió que "no nos olvidemos de la gente, de los pueblos que sufren el mal de la guerra. Las guerras siempre son una derrota, no lo olvidemos, son una derrota, solo ganan los fabricantes de armas...".

"Por favor -prosiguió-, pensemos en Palestina, en Israel, en Ucrania, la atormentada Ucrania que sufre tanto, pensemos en los niños en guerra, las cosas que se ven, vayamos al pesebre y pidamos a Jesús la paz, Él es el príncipe de la paz".

Apoyo a la ONG Mediterranea Saving Humans

Igualmente, Francisco dirigió su pensamiento "a las víctimas y heridos del devastador terremoto que ha golpeado China. Estoy cercano con el afecto y la oración a la población que lo está sufriendo", señaló, acordándose igualmente de las víctimas y familiares de la explosión que tuvo lugar ayer en Conakry, la capital de Guinea.

También quiso saludar específicamente a un grupo de asistentes de la ONG italiana Mediterranea Saving Humans, "que están en el mar para salvar a los pobres que huyen de la esclavitud, de África. Hacen un buen trabajo, salvan a mucha gente", reivindicó Francisco, tras las informaciones de una parte de la prensa italiana que ha acusado tanto al Papa como a los obispos italianos, presididos por el cardenal Zuppi, de financiar "la inmigración ilegal", al apoyar -también con donativos- la labor de esta organización humanitaria.

Francisco camina hacia su asiento antes de la audiencia general
Francisco camina hacia su asiento antes de la audiencia general RD/Captura

Audiencia general

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hace 800 años, en la Navidad 1223, San Francisco realizó en Greccio el belén viviente. Mientras en las casas y en muchos otros lugares se está preparando o completando el pesebre, nos hace bien redescubrir sus orígenes.

¿Cuál ha sido la intención de San Francisco? Tomémosla de sus palabras: “Deseo celebrar la memoria del niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió por las penurias en que se encontraba por falta de lo necesario para un niño recién nacido, cómo fue acostado en el pesebre y cómo fue colocado sobre el heno entre el buey y el asno” (TOMMASO DA CELANO, Vida primera, XXX, 84: FF 468).

Francisco no quiere realizar una preciosa obra de arte, sino suscitar, a través del pesebre, el asombro ante la extrema humildad del Señor, ante las privaciones que sufrió, por amor a nosotros, en la pobre gruta de Belén. De hecho, el biógrafo del Santo de Asís apunta: "En esa conmovedora escena brilla la sencillez evangélica, se alaba la pobreza, se recomienda la humildad. Greccio se ha convertido como en una nueva Belén" (ibid., 85). Aquí está la primera característica: el belén nació como escuela de sobriedad. Y esto tiene mucho que decirnos también a nosotros. Hoy, en efecto, el riesgo de perder lo que cuenta en la vida es grande y paradójicamente aumenta precisamente en Navidad: inmersos en un consumismo que corroe su sentido, abrumados por una marea de distracciones y publicidad, corremos el riesgo de descuidar lo esencial. Así, mientras Jesús viene a darse a sí mismo como don en la pobreza, la Navidad se ha convertido para tantos sólo en una ocasión para hacerse regalos. El Señor mismo nos ha prevenido contra esto, diciendo que la tentación más insidiosa para la fe es la "disipación del corazón" (cf. Lc 21, 34), el ajetreo del bienestar mundano que anestesia el alma. Y el belén nace para reconducirnos a lo que realmente es importante: a Dios, que viene a habitar entre nosotros, pero también a las otras relaciones esenciales, como la familia, presente en Jesús, José y María, y los seres queridos, representados por los pastores. Las personas antes que las cosas, las personas tal como son: observamos que los personajes del belén son sencillos, pobres; y están en armonía con la creación: en el belén, el paisaje ocupa el mayor espacio y ¡nunca faltan el buey y el asno! Hace bien, entonces, pararse frente al pesebre para reordenar la vida volviendo a lo esencial. Es como entrar en un oasis para alejarse del ajetreo cotidiano, para encontrar la paz en la oración y el silencio, en una ternura no contaminada. Pienso en los niños y los jóvenes, que corren el riesgo de una indigestión de imágenes virtuales y violentas: en el belén pueden redescubrir la genuinidad y la creatividad. ¡Qué hermoso es que permanezcan allí juntos con sus abuelos, haciéndose bien unos a otros! Pero el belén de Greccio no sólo habla de sobriedad, sino también de alegría. Volvemos a oír de la crónica de la época: "¡Y ha llegado el día de la alegría, el tiempo de la exultación! [...] Francisco [...] está radiante [...]. La gente acude y se alegra con un gozo que nunca antes había saboreado [...]. Todos volvieron a sus casas colmados de inefable alegría" (Vida primera, XXX, 85-86: FF 469-470). Pero, ¿de dónde procede esa extraordinaria alegría navideña? Ciertamente no de haber traído regalos a casa o de haber vivido suntuosas celebraciones. No, era la alegría que desborda del corazón cuando se toca con la propia mano la cercanía
de Jesús, la ternura de Dios, que no deja solo, sino que con-suela. Esta es la experiencia del pesebre: percibir la cercanía de Dios de manera concreta. Representa la realidad tal como es: hay vida cotidiana, con pastores y otros oficios; hay maldad, representada por el castillo de Herodes; hay, en fin, belleza y miseria del mundo. Pero todo está habitado por la Novedad: Dios está en medio de nosotros y abraza nuestra existencia.

Queridos hermanos y hermanas, el belén es como un pequeño pozo del que extraer la cercanía de Dios, fuente de esperanza y alegría. Es como un Evangelio vivo, un Evangelio doméstico. Como el pozo de la Biblia, es el lugar del encuentro, donde llevamos a Jesús, como hicieron los pastores de Belén y la gente de Greccio, las expectativas y las preocupaciones de la vida. Si, ante el pesebre, confiamos a Jesús todo lo que nos es querido, también nosotros experimentaremos "una gran alegría" (Mt 2,10).

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