Histórica audiencia en la plaza de San Pedro entre el Papa de Roma y el de Alejandría Francisco, ante Tawadros II: "Los mártires de la Iglesia copta son nuestros mártires"

Tawadros II y Francisco, en la histórica audiencia general
Tawadros II y Francisco, en la histórica audiencia general RD/Captura

Histórica audiencia general la de este miércoles, 10 de mayo, en una Plaza de San Pedro regada por la lluvia, donde se han juntado dos papas, el de la Iglesia católica, y Tawadros II, papa de Alejandría y patriarca de la sede de San Marcos, juntos de nuevo diez años después de su primer encuentro y a medio siglo de otra histórica efeméride, la del encuentro entre sus respectivos antecesores, Pablo VI y Shenouda III, paso histórico en el reconocimiento de ambas realidades eclesiales

"Mis felicitaciones -le dijo Tawadros II- en nombre de todos los hermanos de la Iglesia ortodoxa copta en los diez años de pontificado. Aprecio todo lo que ha hecho en estos diez años de servicio al mundo en todos los campos. Rezo para que Cristo le conserve en plena salud y le conceda la bendición de una larga vida"

"Le agradezco su compromiso por esta creciente amistad", le dijo Francisco, "implorando a Dios omnipotente que nos ayude a crecer en comunión, en un único y santo vínculo de fe, esperanza y amor cristianos. Los mártires de la Iglesia copta son nuestros mártires, como los que han sido encontrado en las playas de Libia", destacó Jorge Mario Bergoglio

Histórica audiencia general la de este miércoles, 10 de mayo, en una Plaza de San Pedro regada por la lluvia, donde se han juntado dos papas, el de la Iglesia católica, y Tawadros II, papa de Alejandría y patriarca de la sede de San Marcos, juntos de nuevo diez años después de su primer encuentro y a medio siglo de otra histórica efeméride, la del encuentro entre sus respectivos antecesores, Pablo VI y Shenouda III, paso histórico en el reconocimiento de ambas realidades eclesiales.

Antes de la catequesis, intervinieron ambos pontífices. Lo hizo en primer lugar el patriarca copto, quien felicitó a Francisco por los diez años del comienzo de su pontificado, un encuentro, recordó, "lleno de amor fraterno".

Francisco y Tawadros II
Francisco y Tawadros II RD/Captura

"Mis felicitaciones -le dijo Tawadros II- en nombre de todos los hermanos de la Iglesia ortodoxa copta en los diez años de pontificado. Aprecio todo lo que ha hecho en estos diez años de servicio al mundo en todos los campos. Rezo para que Cristo le conserve en plena salud y le conceda la bendición de una larga vida".

Recordó el patriarca copto que ambos líderes religiosos, en recuerdo de aquel primer encuentro, se telefonean todos los primeros días 1 de mayo "para encarnar el espíritu cristiano y el amor para servir a Dios y a los hermanos y las hermanas en unidad para amarnos unos a otros".

"Hemos elegido el amor, aunque vayamos a contracorriente de un mundo egoísta", subrayó Tawadros II, y "a pesar de las diferencias de nuestras raíces y aflicciones, estamos unidos por el amor a Cristo".

Tawadros durante su saludo
Tawadros durante su saludo RD/Captura

"Vengo desde la tierra donde predicó el apóstol Marcos, que estableció su cátedra en Alejandría, vengo desde la Iglesia copta, faro de la teología en la historia", señaló el patriarca copto, que recibió a Francisco en Egipto en el año 2017.

Haciendo referencia a aquel encuentro, y dirigiéndose a la comunidad internacional, pidió el patriarca "que superen el mal del mundo, con todas sus debilidades, como nos enseñaron nuestros padres y que vivan como el dulce perfume de Cristo en este mundo y se reúnan por su paz. Invoquemos una paz que sea la prioridad para el mundo, trascienda y sea atendida" por los gobernantes.

Francisco y Tawadros, en la audiencia general
Francisco y Tawadros, en la audiencia general RD/Captura

Francisco, tras las palabras de Tawadros II, recordó también los antecedentes en el recorrido histórico del estrechamiento de reacciones entre ambas iglesias, destacando el "50º aniversario del histórico encuentro en 1973, primer encuentro entre un obispo de Roma y un patriarca de la Iglesia ortodoxa copta, que concluyó con una histórica firma de una declaración cristológica".

"Le agradezco su compromiso por esta creciente amistad", le dijo Francisco, "implorando a Dios omnipotente que nos ayude a crecer en comunión, en un único y santo vínculo de fe, esperanza y amor cristianos. Los mártires de la Iglesia copta son nuestros mártires, como los que han sido encontrado en las playas de Libia", destacó Jorge Mario Bergoglio.

Saludo a Omella

Dada las especiales connotaciones con las que se celebró esta audiencia, su estructura fue modificada totalmente, manteniéndose los saludos a las distintas delegaciones, pero sin la lectura de la catequesis (que pueden leer abajo completa), y en la que Francisco hace una sentida glosa de un ilustre antecesor en la historia de la Compañía de Jesús, el navarro Francisco Javier, "el cual es justamente considerado el más grande misionero de los tiempos modernos, y es el patrón de las misiones católicas".

A la hora de los saludos, estaban varios españoles, como el jesuita Kike Figaredo,  prefecto Apostólico de Battambang, y el cardenal arzobispo de Barcelona, Juan José Omella, con su nuevo auxiliar, David Abadías.

Francisco saluda a Omella y a su auxiliar, David Abadías
Francisco saluda a Omella y a su auxiliar, David Abadías RD/Captura

Texto de la Audiencia General

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!  

Prosiguiendo nuestro itinerario con algunos modelos ejemplares de celo apostólico, hoy encontramos la figura de san Francisco Javier, el cual es justamente considerado el más grande misionero de los tiempos modernos, y es el patrón de las misiones católicas.
Francisco nace de una familia noble pero empobrecida de Navarra, en el norte de España, en 1506. Va a estudiar a la universidad de París para poder obtener un encargo eclesiástico bien retribuido que le asegure el futuro. Es un joven simpático y brillante, sobresale en el deporte y en el estudio. En su colegio encuentra un compañero más anciano y un poco especial: Ignacio de Loyola. Se hicieron grandes amigos, e Ignacio ayuda a Francisco a vivir una experiencia espiritual nueva y profunda, una verdadera conversión para liberarse de toda ambición y dedicarse sin reservas al servicio de Dios, amando y siguiendo a Jesucristo. Al terminar los estudios, junto a algunos otros amigos van a Roma y se ponen a disposición del Papa para las necesidades más urgentes de la Iglesia en el mundo. Al principio son una decena y deciden llamarse la “Compañía de Jesús”.

Estamos en el tiempo en el que los horizontes se están ampliando desde la Europa cristiana hacia los confines del mundo entonces desconocidos. Nuevos continentes, descubrimiento de pueblos que no han escuchado todavía hablar del Evangelio de Jesucristo. El rey de Portugal pide al Papa mandar algunos Jesuitas a las Indias orientales; entre ellos está también Francisco Javier. Inicia así el primero de un numeroso grupo de misioneros apasionados, preparados para soportar fatigas y peligros inmensos, a alcanzar tierras y encontrar pueblos de culturas y lenguas completamente desconocidas, impulsados sólo por el fortísimo deseo de dar a conocer a Jesucristo y su Evangelio, y así “salvar”, conducir a Dios y a su verdadero bien a tantas personas.

Javier es nombrado Nuncio apostólico, es decir representante del Papa Pablo III ante los gobernantes de las llamadas Indias. En poco más de once años realizará una obra extraordinaria. Los viajes en nave en aquella época eran durísimos y peligrosos. Muchos morían en el viaje por naufragios o enfermedades. Javier pasa en las naves más de tres años y medio, un tercio de la duración de su misión.

Al llegar a Goa, en la India, la capital del Oriente portugués, Javier pone su base, pero no se detiene allí. Va a evangelizar a los pobres pescadores de la costa meridional de la India, enseñando catecismo y oraciones a los niños, bautizando y cuidando a los enfermos. Después, durante una oración nocturna ante la tumba del apóstol san Bartolomé, siente que debe ir más allá de la India. Deja en buenas manos el trabajo ya iniciado y zarpa con valentía hacia las Molucas, las islas más lejanas del archipiélago indonesio, donde en dos años de trabajo fundó varias comunidades cristianas. Pone el catecismo en versos en el idioma local y enseña a cantarlo. En sus cartas entendemos bien cuáles son sus sentimientos. Escribe: «Los peligros y los sufrimientos, aceptados voluntariamente y únicamente por amor y servicio de Dios nuestro Señor, son ricos tesoros de grandes consolaciones espirituales. ¡Aquí dentro de algunos años uno podría perder los ojos por demasiadas lágrimas de alegría!» (20 de enero de 1548).

Un día, en India, se encuentra a un japonés, que le habla de su lejano país, donde ningún misionero europeo había ido antes. Javier decide partir lo antes posible, y llega después de un viaje lleno de aventuras en el junco de un chino. Los tres años en Japón son durísimos, por el clima, las oposiciones y el desconocimiento de la lengua, pero también aquí las semillas plantadas darán grandes frutos.

En Japón Javier entiende que el país decisivo para la misión en Asia era otro: China. Con su cultura, su historia, su grandeza, ejercía de hecho un predominio en toda esa parte del mundo. Por eso él vuelve a Goa y poco después se embarca de nuevo esperando poder entrar en China, a pesar de que esté cerrada a los extranjeros. Pero su plan fracasa: murió en la pequeña isla de Sancian, esperando en vano poder desembarcar en tierra firme cerca de Cantón. El 3 de diciembre de 1522, en completo abandono, sólo un chino junto a él a velarle. Así termina el viaje terreno de Francisco Javier. Tenía cuarenta y seis años, pero el cabello era ya blanco, sus fuerzas se habían consumido, donadas sin reservas al servicio del Evangelio.

Su intensa actividad estuvo siempre unida a la oración, a la unión con Dios, mística y contemplativa. Dondequiera que estaba, cuidaba mucho de los enfermos, los pobres y los niños. El amor de Cristo fue la fuerza que lo llevó hasta los confines más lejanos, con continuas fatigas y peligros, superando fracasos, decepciones y desánimos, más aún, dándole consuelo y alegría para seguirlo y servirlo hasta el final.

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