El Papa reclama de nuevo la paz en Ucrania, Palestina e Israel Francisco alerta del sufrimiento de los niños en las guerras: "Es muy feo cuando un niño pierde la sonrisa"

El Papa, durante la catequesis en la audiencia
El Papa, durante la catequesis en la audiencia RD/Captura

El Papa estrenó este miércoles en las audiencias un nuevo ciclo de catequesis, cinco reflexiones con el tema "El Espíritu y la Esposa" a través del Antiguo Testamento, el  Nuevo Testamento y el tiempo de la Iglesia, "manteniendo siempre la mirada fija en Jesús, nuestra  esperanza", como señaló ante miles de peregrinos que le escuchaban en la plaza de San Pedro

"Vemos los estragos que la humanidad ha causado y sigue causando  en la creación, especialmente en la parte de ella que tiene mayor capacidad para explotar sus recursos", destacó Francisco

A la hora de los saludos a los peregrinos, el Papa, volvió a tener muy presentes el dolor de los niños, víctimas de las guerras. Con algunos de ellos pudo encontrarse durante el pasado fin de semana durante la I Jornada Mundial de los Niños. "Los niños y niñas que han padecido todo tipo de problemas físicos a causa de la guerra tienen que aprender de nuevo a volver a caminar, a moverse. Son niños que han pedido la sonrisa"

El Papa estrenó este miércoles en las audiencias un nuevo ciclo de catequesis, cinco reflexiones con el tema "El Espíritu y la Esposa" a través del Antiguo Testamento, el  Nuevo Testamento y el tiempo de la Iglesia, "manteniendo siempre la mirada fija en Jesús, nuestra  esperanza", como señaló ante miles de peregrinos que le escuchaban en la plaza de San Pedro. 

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En esta primera glosó los dos primeros versículos del Génesis "En el principio creó Dios los cielos y la tierra. La tierra estaba informe y desierta, y las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de  Dios aleteaba por encima de las aguas", señalando que "es Él quien hace que el mundo pase del caos al cosmos, es decir, de la confusión a algo bello y ordenado".

En esta relación entre el Espíritu y la Creación, el Papa citó al apóstol Pablo para señalar que el universo "gime y sufre como con dolores de parto" para reseñar que "sufre a  causa del hombre que lo ha sometido a la «esclavitud de la corrupción» (cf. vv. 20-21)", . "una realidad que nos concierne de cerca y de forma dramática".

Peregrinos en la plaza de san Pedro
Peregrinos en la plaza de san Pedro RD/Captura

"El Apóstol ve la causa del sufrimiento de la creación en la corrupción y el pecado de la humanidad que la ha arrastrado a su alejamiento de Dios. Esto sigue siendo tan cierto hoy como entonces. Vemos los estragos que la humanidad ha causado y sigue causando  en la creación, especialmente en la parte de ella que tiene mayor capacidad para explotar sus recursos", destacó Francisco.  

Una salida "para volver a la armonía", la propone el Papa a través de san Francisco de Asís y su "camino de la contemplación y la alabanza", pero "necesitan al hombre y a la mujer para dar voz a este grito mudo suyo", destacó.

Vista de la plaza de san Pedro durante la audiencia
Vista de la plaza de san Pedro durante la audiencia RD/Captura

En este sentido, el Papa pidió "no olvidar que el Espíritu Santo es la armonía en la Iglesia y en nuestro corazón" y "nuestra vocación en el mundo es anteponer la alegría de contemplar a la alegría de poseer. Y nadie se ha alegrado más de las criaturas que Francisco de Asís, que no quería poseer ninguna de ellas".

Finalmente, Francisco señaló que "existe un caos externo -social y político- y un caos interno dentro de cada uno de  nosotros. ¡El primero no puede curarse si no empezamos a curar el segundo!", invitando a adoptar el camino propuesto por el poverello de Asís de "la contemplación y la alabanza".

El Papa, en la audiencia en la plaza de san Pedro
El Papa, en la audiencia en la plaza de san Pedro RD/Captura

A la hora de los saludos a los peregrinos, el Papa, volvió a tener muy presentes el dolor de los niños, víctimas de las guerras. Con algunos de ellos pudo encontrarse durante el pasado fin de semana durante la I Jornada Mundial de los Niños. "Los niños y niñas que han padecido todo tipo de problemas físicos a causa de la guerra tienen que aprender de nuevo a volver a caminar, a moverse. Son niños que han pedido la sonrisa, es muy feo cuando un niño pierde la sonrisa. Recemos por los niño ucranianos, también por los de Palestina e Israel, para que termine la guerra y no nos olvidemos de Myanmar y de tantos países que están en guerra. Los niños sufren mucho en la guerra, pidamos al Señor que esté cerca de todos ellos y recemos por la paz".

Igualmente, el Papa tuvo un especial recuerdo para el cardenal polaco, Stefan Wyszynski, "el primado del milenio", como le calificó, poniéndolo como modelo "por su generosa forma" de responde a los desafíos que le tocó vivir en su país durante el pasado siglo. Y, en el día en que se celebra la memoria litúrgica de san Pablo VI, invitó a los fieles -"si tienen tiempo"- a leer su Evangelii nuntiandi. Igualmente rezó por las víctimas del "gran corrimiento" de tierras acaecido estos días en Papúa-Nueva Guinea, país que visitará el próximo mes de septiembre, como recordó, mostrando su cercanía espiritual con aquella nación.

Texto íntegro de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Con esta catequesis comenzamos un ciclo de reflexiones con el tema «El Espíritu y la Esposa». El  Espíritu Santo guía al pueblo de Dios al encuentro con Jesús, nuestra esperanza». Haremos este  recorrido a través de las tres grandes etapas de la historia de la salvación: el Antiguo Testamento, el  Nuevo Testamento y el tiempo de la Iglesia. Manteniendo siempre la mirada fija en Jesús, nuestra  esperanza.  

En estas primeras catequesis sobre el Espíritu en el Antiguo Testamento, no haremos «arqueología  bíblica». Al contrario, descubriremos que lo que se da como promesa en el Antiguo Testamento se ha  realizado plenamente en Cristo. Será como seguir el camino del sol desde el amanecer hasta el mediodía. 

Comencemos con los dos primeros versículos de toda la Biblia: «En el principio creó Dios los  cielos y la tierra. La tierra estaba informe y desierta, y las tinieblas cubrían el abismo, y el Espíritu de  Dios aleteaba por encima de las aguas» (Gn 1,1-2). El Espíritu de Dios se nos presenta aquí como el  poder misterioso que hace que el mundo pase de su estado inicial informe, desierto y sombrío a su estado  ordenado y armonioso. En otras palabras, es Él quien hace que el mundo pase del caos al cosmos, es decir, de la confusión a algo bello y ordenado. Este es, de hecho, el significado de la palabra griega  kosmos, así como de la palabra latina mundus, es decir, algo hermoso, ordenado y limpio.  

Este indicio aún vago de la acción del Espíritu Santo en la creación se hace más preciso en la  siguiente revelación. En un salmo leemos: «Por la palabra del Señor fueron hechos los cielos, por el soplo  de su boca todos sus ejércitos» (Sal 33,6); y de nuevo: «Envías tu espíritu, son creados, y renuevas la faz  de la tierra» (Sal 104,30). 

Esta línea de desarrollo resulta muy clara en el Nuevo Testamento, que describe la intervención del Espíritu Santo en la nueva creación utilizando precisamente las imágenes que leemos en relación con  el origen del mundo: la paloma que se cierne sobre las aguas del Jordán en el bautismo de Jesús (cf. Mt 3,16); Jesús que, en el Cenáculo, sopla sobre los discípulos y les dice: «Reciban el Espíritu Santo» (Jn 20,22), igual que al principio Dios sopló su aliento sobre Adán (cf. Gn 2,7).  

El apóstol Pablo introduce un nuevo elemento en esta relación entre el Espíritu Santo y la  creación. Habla de un universo que «gime y sufre como con dolores de parto» (cf. Rm 8,22). Sufre a  causa del hombre que lo ha sometido a la «esclavitud de la corrupción» (cf. vv. 20-21). Es una realidad que nos concierne de cerca y de forma dramática. El Apóstol ve la causa del sufrimiento de la creación en  la corrupción y el pecado de la humanidad que la ha arrastrado a su alejamiento de Dios. Esto sigue  siendo tan cierto hoy como entonces. Vemos los estragos que la humanidad ha causado y sigue causando  en la creación, especialmente en la parte de ella que tiene mayor capacidad para explotar sus recursos.  

San Francisco de Asís nos muestra una salida, para volver a la armonía del Espíritu Creador: el camino de la contemplación y la alabanza. El Pobrecillo quería que desde las criaturas se elevara un  cántico de alabanza al Creador: «Alabado seas, mi Señor...». 

«Los cielos cuentan la gloria de Dios» - canta un salmo (19:1) - pero necesitan al hombre y a la mujer para dar voz a este grito mudo suyo. Y en el «Santo» de la Misa repetimos cada vez: «Los cielos y  la tierra están llenos de tu gloria». Están, por así decirlo, “grávidos” de ella, pero necesitan las manos de  una buena comadrona para dar a luz esta alabanza suya. Nuestra vocación en el mundo, nos recuerda de nuevo Pablo, es ser «alabanza de su gloria» (Ef 1,12). Es anteponer la alegría de contemplar a la alegría  de poseer. Y nadie se ha alegrado más de las criaturas que Francisco de Asís, que no quería poseer  ninguna de ellas. 

Hermanos y hermanas, el Espíritu de Dios, que en el principio transformó el caos en cosmos, está  trabajando para llevar a cabo esta transformación en cada persona. A través del profeta Ezequiel, Dios  promete: «Les daré un corazón nuevo; pondré un Espíritu nuevo dentro de ustedes... Pondré mi Espíritu  dentro de ustedes» (Ez 36:26-27). Porque nuestro corazón se parece a aquel abismo desierto y oscuro de  los primeros versículos del Génesis. En él se agitan sentimientos y deseos opuestos: los de la carne y los  del espíritu. Todos somos, en cierto sentido, ese «reino dividido en sí mismo» del que habla Jesús en el  Evangelio (cf. Mc 3,24). Existe un caos externo -social y político- y un caos interno dentro de cada uno de  nosotros. ¡El primero no puede curarse si no empezamos a curar el segundo! 

Que esta reflexión nos suscite el deseo de experimentar el Espíritu Creador. ¡Desde hace más de  un milenio, la Iglesia ha puesto en nuestros labios el grito para pedir: «Veni creator Spiritus!», ¡Ven, oh  Espíritu Creador! Visita nuestras mentes. Llena de gracia celestial los corazones que has creado». 

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