"El Resucitado es la fuente viva que no se seca y no sufre alteraciones" León XIV: "Solo Jesús Resucitado puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la  sed se hace insoportable"

León XIV
León XIV

"Nos encontramos  experimentando una situación paradójica: quisiéramos ser felices, pero es muy difícil conseguirlo de  forma continuada y sin sombras"

"¡Jesús Resucitado es la garantía de esta llegada! Él es la fuente que sacia  nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón"

"El Resucitado es la fuente viva que no se seca y no sufre alteraciones. Permanece siempre pura y  preparada para todo el que tenga sed"

"Y Él es también el punto de llegada de nuestro caminar. Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta, un trágico error con un destino perdido. Somos criaturas frágiles"

El título de la catequesis de León XIV en la audiencia de los miércoles lo dice todo: 'El Resucitado, fuente viva de la esperanza humana'. Girando en torno al título, Prevost explicó a los fieles que, aunque todos aspiramos a ser felices, "es muy difícil conseguirlo de forma continuada y sin sombras". La consecuencia es obvia: "Jesús Resucitado es la fuente que sacia  nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón", porque "el Resucitado es la fuente viva que no se seca y no sufre alteraciones. Permanece siempre pura y  preparada para todo el que tenga sed".

Y León XIV concluyó: "Solo Jesús Resucitado puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la  sed se hace insoportable".

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Fuente de agua viva

Texto completo de la catequesis papal

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!  

En las catequesis del Año jubilar, hasta este momento, hemos recorrido la vida de Jesús siguiendo  los Evangelios, desde el nacimiento a la muerte y resurrección. De este modo, nuestra peregrinación en la  esperanza ha encontrado su fundamento firme, su camino seguro. Ahora, en la última parte del camino,  dejaremos que el misterio de Cristo, que culmina en la Resurrección, libere su luz de salvación en  contacto con la realidad humana e histórica actual, con sus preguntas y sus desafíos.  

Nuestra vida está marcada por innumerables acontecimientos, llenos de matices y de vivencias  diferentes. A veces nos sentimos alegres, otras veces tristes, otras incluso satisfechos, o estresados,  gratificados, desmotivados. Vivimos muy ocupados, nos centramos en alcanzar resultados, llegamos a  alcanzar metas también altas, prestigiosas. Y viceversa, permanecemos suspendidos, precarios, esperando  éxitos y reconocimientos que tardan en llegar o nunca llegan.

En resumen, nos encontramos  experimentando una situación paradójica: quisiéramos ser felices, pero es muy difícil conseguirlo de  forma continuada y sin sombras. Aceptamos nuestras limitaciones y, al mismo tiempo, tenemos el  impulso irreprimible de intentar superarlas. En el fondo, sentimos que siempre nos falta algo. 

Resucitado
Resucitado

En verdad, no hemos sido creados para la falta, sino para la plenitud, para disfrutar de la vida y de  la vida en abundancia, según la expresión de Jesús en el Evangelio de Juan (cfr 10,10).  Este deseo grande de nuestro corazón puede encontrar su última respuesta no en los roles, no en el  poder, no en el tener, sino en la certeza de que alguien se hace garante de este impulso constitutivo de  nuestra humanidad; en la conciencia de que esta espera no será decepcionada o frustrada. Tal certeza  coincide con la esperanza. Esto no quiere decir pensar de forma optimista: a menudo el optimismo nos  decepciona, al ver cómo nuestras expectativas implosionan, mientras la esperanza promete y cumple. Hermanas y hermanos, ¡Jesús Resucitado es la garantía de esta llegada! Él es la fuente que sacia  nuestra sed ardiente, la sed infinita de plenitud que el Espíritu Santo infunde en nuestro corazón. La  Resurrección de Cristo, de hecho, no es un simple acontecimiento de la historia humana, sino el evento que la transformó desde dentro. 

Pensemos en una fuente de agua. ¿Cuáles son sus características? Sacia y refresca a las criaturas,  riega la tierra, las plantas, hace fértil y vivo lo que de otra forma sería árido. Alivia al caminante cansado  ofreciéndole la alegría de un oasis de frescura. Una fuente aparece como un don gratuito para la  naturaleza, para sus criaturas, para los seres humanos. Sin agua no se puede vivir.  

El Resucitado es la fuente viva que no se seca y no sufre alteraciones. Permanece siempre pura y  preparada para todo el que tenga sed. Y cuanto más saboreamos el misterio de Dios, más nos atrae, sin  quedar nunca completamente saciados. San Agustín, en el décimo libro de las Confesiones, capta este  anhelo inagotable de nuestro corazón y lo expresa en el famoso Himno a la Belleza: «Exhalaste tu  fragancia y respiré, y ya suspiro por ti; gusté de ti, y siento hambre y sed; me tocaste, y me abrasé en tu  paz» (X, 27, 38). 

Jesús, con su Resurrección, nos ha asegurado una permanente fuente de vida: Él es el Viviente (cfr  Hch 1,18), el amante de la vida, el victorioso sobre toda muerte. Por eso es capaz de ofrecernos alivio en el camino terreno y asegurarnos la quietud perfecta en la eternidad. Solo Jesús muerto y resucitado  responde a las preguntas más profundas de nuestro corazón: ¿hay realmente un punto de llegada para  nosotros? ¿Tiene sentido nuestra existencia? ¿Y el sufrimiento de tantos inocentes, cómo podrá ser  redimido?  

Jesús Resucitado y María Magdalena
Jesús Resucitado y María Magdalena RD

Jesús Resucitado no deja caer una respuesta “desde arriba”, sino que se hace nuestro compañero  en este viaje a menudo cansado, doloroso, misterioso. Solo Él puede llenar nuestra jarra vacía, cuando la  sed se hace insoportable.  

Y Él es también el punto de llegada de nuestro caminar. Sin su amor, el viaje de la vida se convertiría en un vagar sin meta, un trágico error con un destino perdido. Somos criaturas frágiles. El  error forma parte de nuestra humanidad, es la herida del pecado que nos hace caer, renunciar, desesperar.  Resurgir significa sin embargo volver a levantarse y ponerse de pie. El Resucitado garantiza la llegada,  nos conduce a casa, donde somos esperados, amados, salvados. Hacer el viaje con Él al lado significa  experimentar ser sostenidos a pesar de todo, saciados y fortalecidos en las pruebas y en las fatigas que, como piedras pesadas, amenazan con bloquear o desviar nuestra historia.  

Queridos, de la Resurrección de Cristo brota la esperanza que nos hace gustar anticipadamente, no  obstante las fatigas de la vida, una quietud profunda y gozosa: aquella paz que Él solo nos podrá dar al  final, sin fin. 

El agua viva

Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas: 

En las catequesis de este Año jubilar hemos recorrido la vida de Jesús desde su nacimiento  hasta su resurrección, en la que nos revela esa luz que salva y transforma la realidad humana. Como  escuchamos en el Evangelio, Él nos promete “vida en abundancia” porque hemos sido creados para  una vida en plenitud, para una vida nueva en Cristo. Este deseo coincide con la esperanza que el  Espíritu Santo infunde en nuestros corazones. Hermanas y hermanos, ¡Cristo resucitado es un puerto  seguro en nuestro camino! El Resucitado es la garantía de esta esperanza que no quedará defraudada.  Él es fuente perenne de vida plena.  

Nos acompaña en el viaje de nuestra historia, a veces dolorosa; y Él, que es la meta, nos  conduce a casa en donde somos esperados, amados y salvados. Caminar junto a Jesús, con nuestra  condición de criaturas frágiles, significa experimentar que somos cuidados, saciados de nuestra sed  y reconfortados en las pruebas y dificultades de nuestra vida. 

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Roguemos al Señor para que quienes  se sienten desanimados y cansados de la vida, descubran en el Resucitado la paz profunda y llena de  gozo que solamente él nos puede dar. Que Dios los bendiga. 

Fuente de agua viva

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