En una homilía sobria y elegante, el decano invita al próximo Papa a "acrecentar la comunión" en la Iglesia Cardenal Re: "Que Dios conceda a la Iglesia el Papa que mejor sepa despertar las conciencias  de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual"

Cardenal Re
Cardenal Re

"Notamos como todo el pueblo de Dios está unido a nosotros con su sentido de fe, su amor al  Papa y su confiada esperanza"

"Estamos aquí para invocar el auxilio del Espíritu Santo, para implorar su luz y su fuerza, a fin  de que sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan  difícil y complejo"

"Entre las tareas de todo sucesor de Pedro está la de acrecentar la comunión"

"Recemos, por tanto, para que el Espíritu Santo, que en los últimos cien años nos ha dado una  serie de Pontífices verdaderamente santos y grandes, nos regale un nuevo Papa según el corazón de  Dios para el bien de la Iglesia y de la humanidad"

El cardenal decano, Giovanni Battista Re, preside, a sus 91 años, la misa 'Pro eligendo pontifice', el pórtico de entrada al 'extra omnes' de esta tarde, que dejará a los 133 electores a solas consigo mismo, con su conciencia y con Dios, para elegir al 267 sucesor de Pedro y de Francisco, el papa de la primavera, que lo llenó todo con su manera de ser, de vivir y de hacer. 

Consciente de que el listón de la elección lo dejó muy alto Francisco, el cardenal Re, que ya no entrará en el cónclave, pronunció una homilía elegante, discreta y humilde, para animar a sus compañeros cardenales en su árdua labor

Especial Papa Francisco y Cónclave

Pro eligendo

Una homilía muy alejada de la que pronunció el cardenal Ratzinger, el 18 de abril de 2005, en la que poco menos que presentó un programa de gobierno para una Iglesia, descrita con tintes tenebrosos, y que le valió (o eso aseguran algunos) la elección papal. Ni siquiera como la que pronunció, el 12 de marzo de 2013, el cardenal Angelo Sodano, invitando a la unidad y dejando bien clara la misión del Papa, a su juicio claro.

El cardenal Re, en cambio, ha optado por subrayar los aspectos espirituales de la gran ceremonia político-litúrgica del cónclave y de la elección del nuevo Papa. Por eso comenzó subrayando que la misa 'Pro eligendo' es "una invocación al Espíritu Santo" y una oración, profunda y sincera, a Dios: "Notamos como todo el pueblo de Dios está unido a nosotros con su sentido de fe, su amor al  Papa y su confiada esperanza".

Cardenales

Y, tras subrayar que "el amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo", como diría cualquier párroco a sus fieles, el decano cardenalicio, resaltó una de las tareas más importantes del sucesor de Pedro en la Iglesia: "Acrecentar la comunión".

"Recemos, por tanto, para que el Espíritu Santo, que en los últimos cien años nos ha dado una  serie de Pontífices verdaderamente santos y grandes, nos regale un nuevo Papa según el corazón de  Dios para el bien de la Iglesia y de la humanidad", concluyó el cardenal Re, que las ha visto de todos los colores y que, sin embargo, en nombre de esa comunión, ha sido amigo y colaborador de los últimos Papas "santos y grandes".

Eso sí, sin ni siquiera una simple mención al Papa Francisco. Parece que algunos tienen prisa por pasar página lo más rápidamente posible. 

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Texto íntegro de la homilía del cardenal Re

En los Hechos de los Apóstoles se lee que, después de la ascensión de Cristo al cielo y en  espera de Pentecostés, todos perseveraban unidos en la oración junto con María, la Madre de Jesús  (cf. Hch 1,14). 

Es precisamente lo que también nosotros estamos haciendo a pocas horas del inicio del  cónclave, bajo la mirada de la Virgen colocada al lado del altar, en esta Basílica que se eleva sobre la  tumba del apóstol Pedro. 

Notamos como todo el pueblo de Dios está unido a nosotros con su sentido de fe, su amor al  Papa y su confiada esperanza. 

Estamos aquí para invocar el auxilio del Espíritu Santo, para implorar su luz y su fuerza, a fin  de que sea elegido el Papa que la Iglesia y la humanidad necesitan en este momento de la historia tan  difícil y complejo. 

Rezar, invocando al Espíritu Santo, es la única actitud justa y necesaria, mientras los  cardenales electores se preparan a un acto de máxima responsabilidad humana y eclesial, y a una  decisión de gran importancia; un acto humano por el cual se debe abandonar cualquier consideración  personal, y tener en la mente y en el corazón sólo al Dios de Jesucristo y el bien de la Iglesia y de la  humanidad. 

Misa pro eligendo
Misa pro eligendo

En el Evangelio que ha sido proclamado han resonado palabras que nos conducen al corazón  del mensaje-testamento supremo de Jesús, entregado a sus Apóstoles en la tarde de la última cena en  el Cenáculo: «Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los otros, como yo los he amado» (Jn 15,12). Y para precisar ese “como yo los he amado” e indicar hasta dónde debe llegar nuestro amor,  Jesús afirma a continuación: «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn 15,13). Es el mensaje del amor, que Jesús define mandamiento “nuevo”. Nuevo porque transforma en  positivo y amplía en gran medida la exhortación del Antiguo Testamento, que decía: “No hagas a los  demás lo que no quisieras que te hagan a ti”. 

El amor que Jesús revela no conoce límites y debe caracterizar los pensamientos y la acción  de todos sus discípulos, que en su conducta siempre deben manifestar un amor auténtico y comprometerse en la construcción de una nueva civilización, que Pablo VI llamó “civilización del  amor”. El amor es la única fuerza capaz de cambiar el mundo. 

Jesús nos ha dado ejemplo de este amor al comienzo de la última cena con un gesto  sorprendente: se abajó al servicio de los demás, lavando los pies a los Apóstoles, sin discriminaciones,  sin excluir a Judas que lo iba a traicionar. 

Este mensaje de Jesús se enlaza con lo que hemos escuchado en la primera lectura de la Misa,  en la que el profeta Isaías nos ha recordado que la cualidad fundamental de los Pastores es el amor  hasta el don total de sí. 

Cardenales
Cardenales

De los textos litúrgicos de esta celebración eucarística nos llega, por tanto, una invitación al  amor fraterno, a la ayuda mutua y al compromiso por la comunión eclesial y la fraternidad humana  universal. Entre las tareas de todo sucesor de Pedro está la de acrecentar la comunión: comunión de  todos los cristianos con Cristo; comunión de los obispos con el Papa; comunión entre los obispos. No  una comunión autorreferencial, sino dirigida totalmente a la comunión entre las personas, los pueblos  y las culturas, velando para que la Iglesia sea siempre “casa y escuela de comunión”. 

También es fuerte la llamada a mantener la unidad de la Iglesia en la senda trazada por Cristo  a los Apóstoles. La unidad de la Iglesia es querida por Cristo; una unidad que no significa  uniformidad, sino una firme y profunda comunión en la diversidad, siempre que se mantenga en plena  fidelidad al Evangelio. 

Todo Papa sigue encarnando a Pedro y su misión, y de esa manera representa a Cristo en la  tierra; él es la roca sobre la cual se edifica la Iglesia (cf. Mt 16,18). 

La elección del nuevo Papa no es una simple sucesión de personas, sino que es siempre el  apóstol Pedro que regresa. 

Los cardenales electores expresarán su voto en la Capilla Sixtina, donde —como dice la  Constitución apostólica Universi dominici gregis— «todo contribuye a hacer más viva la presencia  de Dios, ante el cual cada uno deberá presentarse un día para ser juzgado». 

Espíritu Santo
Espíritu Santo

En Tríptico Romano, el Papa Juan Pablo II expresaba el deseo de que, en las horas de la gran  decisión mediante el voto, la majestuosa imagen de Miguel Ángel que representa a Jesús Juez  recordase a cada uno la grandeza de la responsabilidad de poner las “soberanas llaves” (Dante) en las  manos adecuadas. 

Recemos, por tanto, para que el Espíritu Santo, que en los últimos cien años nos ha dado una  serie de Pontífices verdaderamente santos y grandes, nos regale un nuevo Papa según el corazón de  Dios para el bien de la Iglesia y de la humanidad. 

Recemos para que Dios conceda a la Iglesia el Papa que mejor sepa despertar las conciencias  de todos y las fuerzas morales y espirituales en la sociedad actual, caracterizada por un gran progreso  tecnológico, pero que tiende a olvidarse de Dios. 

El mundo de hoy espera mucho de la Iglesia para la tutela de esos valores fundamentales,  humanos y espirituales, sin los cuales la convivencia humana no será mejor ni portadora de bien para  las generaciones futuras.  

Que la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, intervenga con su intercesión  maternal, para que el Espíritu Santo ilumine las mentes de los cardenales electores y los haga  concordes en la elección del Papa que necesita nuestro tiempo. 

Papables desde el cielo

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