Entrevista con el secretario general de la Unión de Superiores Generales, tras la cumbre antipederastia Emili Turú: "Algunos obispos niegan que los abusos a menores se den en sus países, o piensan que los 'trapos sucios' se lavan en casa"

Emilí Turú, secretario general de la Unión de Superiores Generales
Emilí Turú, secretario general de la Unión de Superiores Generales

"El Papa quiere poner todos los medios a su alcance para que ese cambio se lleve a cabo, y pronto"

"Las víctimas tienen razones de sobras para pedir que la jerarquía de la Iglesia se tome en serio este tema"

"El Papa quiere poner todos los medios a su alcance para que ese cambio se lleve a cabo, y pronto". El marista Emili Turú, secretario general de la Unión de Superiores Generales, participó en la cumbre antipederastia celebrada la pasada semana en Roma.

En esta entrevista, nos cuenta sus impresiones, sus deseos de futuro y la sensación de que, por un lado, sigue habiendo obispos que no admiten la magnitud de esta lacra; del otro, que "las víctimas tienen razones de sobra para pedir que la jerarquía de la Iglesia se tome en serio este tema". 

¿Primeras impresiones?

Ha sido un encuentro muy bien preparado, con intervenciones de gran calidad. Las personas que fueron invitadas a ofrecer sus reflexiones provenían de todos los continentes y, la gran mayoría, eran de pensamiento crítico. En la sala del Sínodo se escucharon palabras muy fuertes y valientes.

Recuerdo que el año 2009 participé en un encuentro que organizó la Universidad Gregoriana junto con la Santa Sede y a la que fueron invitados un buen número de obispos de todo el mundo. 10 años después creo que se ha hecho camino: se ha ganado mucho en sensibilidad, en comprender la extensión del fenómeno de los abusos sexuales, así como en transparencia y en establecer mecanismos de rendición de cuentas.

Emilí Turú, con el Papa Francisco

¿Algo que le llamó la atención de manera particular?

Siempre me impresionan mucho los relatos de las víctimas y supervivientes. Sus voces se han escuchado a lo largo del encuentro, algunas grabadas, otras de manera presencial. La tragedia que han vivido recuerda, de manera inequívoca, que siempre y en cualquier caso, ellas tienen que tener la prioridad, y no la persona que abusa o la institución.

Sus voces clamaban, de alguna manera, diciendo “nunca más” y reclamando espacios seguros para los niños, empezando por la Iglesia.

Algunas personas que sufrieron abusos están muy decepcionadas por el encuentro…

Tienen razones de sobras para pedir que la jerarquía de la Iglesia se tome en serio este tema y que actúe con decisión y con medidas muy concretas. Y entiendo que algunas personas tuvieran expectativas que no se han visto realizadas. Otras, sin embargo, quizás porque al principio no esperaban mucho del encuentro, dicen que éste ha superado sus expectativas.

¿Y usted, qué opina del encuentro?

Creo que respondió a los objetivos que se habían planteado desde el principio. Es un paso más, ni el primero ni el último, en la lucha por erradicar el abuso sexual, de poder y de conciencia en la Iglesia, y para comprometerse en la defensa de los derechos de los niños.

La realidad de la Iglesia es muy diversa, como he podido comprobar en los grupos de trabajo. Y si promover un cambio de cultura en cualquier grupo humano es una tarea enorme, eso mismo ocurre en la Iglesia. Cuanto mayor y más diverso es el grupo, más complicado se hace ese cambio de cultura.

Ahora bien, me pareció claro que el Papa quiere poner todos los medios a su alcance para que ese cambio se lleve a cabo, y pronto. Y ha querido hacerlo de manera colegial, llamando a los presidentes de las Conferencias episcopales y a representantes de los religiosos y religiosas.

Algunas personas decían que este encuentro ha significado un punto de no retorno sobre cómo prevenir y tratar el tema de los abusos en la Iglesia. A mi me parece que hace ya unos años que se emprendió este camino de no retorno y este encuentro es una confirmación de ello.

El Papa, en la misa del encuentro antiabusos

¿Cree que hay resistencias?

Creo que algunos obispos -me parece que pocos- reflejan, de manera acrítica, lo que ocurre en sus culturas de origen, ya sea negando que los abusos de menores se den en sus países o pensando que “los trapos sucios se lavan en casa”. Pero me parece que la gran mayoría es bien consciente del problema como un problema social y universal, y que hay que implementar todos los medios posibles para prevenir y para resolver de manera justa ya sea casos del pasado o situaciones que pudieran darse actualmente.

En los principios, pues, grandes acuerdos. Pero luego, cuando pasamos a las concreciones, es donde todavía me parece que hay algunas resistencias. Por ejemplo, sobre el tema de la transparencia, cuando habló el Cardenal Marx o la periodista Valentina Alazraki enseguida afloraron algunos “sí, pero”…

Hay resistencias, muchas de ellas inconscientes, pero se progresa. Tomará tiempo que se vivan a fondo todas las consecuencias de las tres palabras que centraron el encuentro: responsabilidad, rendición de cuentas y transparencia, pero yo percibí voluntad de avanzar, empezando por el Papa.

¿Y los religiosos?

En la próxima Asamblea de la Unión de Superiores Generales de finales de mayo, trataremos el tema, en continuidad con este encuentro que acaba de terminar, para seguir caminando juntos, como decíamos en nuestra reciente Declaración, y para dar nuestro aporte en la erradicación de esta plaga social.

Creo que muchas Congregaciones tienen hace años sus protocolos de protección y campañas de prevención, pero queremos estudiar qué tipo de respuesta podemos dar al fuerte llamamiento del Papa al terminar el encuentro.

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