Fisichella lee la homilía de Bergoglio en la celebración del día de los abuelos "Los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, son la fragancia de nuestra memoria"

Fisichella: "Los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, son la fragancia de nuestra memoria"
Fisichella: "Los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, son la fragancia de nuestra memoria"

"Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado en brazos. Y es gracias también a este amor que nos hemos convertido en adultos"

"¿Qué mirada tenemos hacia los abuelos y los mayores? ¿Cuándo fue la última vez que hicimos compañía o llamamos por teléfono a un anciano para manifestarle nuestra cercanía y dejarnos bendecir por sus palabras?"

"Hay una necesidad de una nueva alianza entre los jóvenes y los mayores, de compartir el común tesoro de la vida, de soñar juntos, de superar los conflictos entre generaciones para preparar el futuro de todos"

No estuvo el Papa, convaleciente Fe de su operación de colon, pero Roma quiso dar todo el empaque posible a la I Jornada Mundial de los Abuelos, que hace suya la iniciativa difundida (durante años, casi en solitario) por el padre Ángel y Mensajeros de La Paz. Un Ángel muy emocionado hoy en la basílica De San Pedro. 

Sustituyendo a Francisco, el arzobispo Rino Fisichella, quien explicó que "está convaleciente y queremos que no se canse más, para retomar sus fuerzas y su ministerio pastoral". De hecho, la homilía que leyó el prelado italiano es la que había escrito para la ocasión Bergoglio, resumiendo el Evangelio de Jesús, el de la multiplicación de los panes y los peces, con "tres momentos: Jesús que ve el hambre de la multitud; Jesús que comparte el pan; Jesús que ordena recoger los pedazos sobrantes. Tres momentos que se pueden resumir en tres verbos: ver, compartir, custodiar".

Ver, compartir, custodiar

Así, Jesús "levanta los ojos y ve a la multitud hambrienta después de haber caminado mucho para encontrarlo. Así inicia el milagro, con la mirada de Jesús, que no es indiferente ni está atareado, sino que advierte los espasmos del hambre que atormentan a la humanidad cansada". Hoy, como entonces, Jesús "se preocupa por nosotros, nos cuida, quiere saciar nuestra hambre de vida, de amor y de felicidad".

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"A los ojos de Dios no existe la multitud anónima, sino cada persona con su hambre. Jesús tiene una mirada contemplativa, es decir, capaz de detenerse ante la vida del otro y descifrarla", apuntó Fisichella, quien invitó a llevar esa mirada a los abuelos y mayores. "Todos hemos pasado por las rodillas de los abuelos, que nos han llevado en brazos. Y es gracias también a este amor que nos hemos convertido en adultos".

Una mirada a nuestros mayores

"Y nosotros, ¿qué mirada tenemos hacia los abuelos y los mayores? ¿Cuándo fue la última vez que hicimos compañía o llamamos por teléfono a un anciano para manifestarle nuestra cercanía y dejarnos bendecir por sus palabras?", se preguntó. " Sufro cuando veo una sociedad que corre, atareada e indiferente, afanada en tantas cosas e incapaz de detenerse para dirigir una mirada, un saludo, una caricia. Tengo miedo de una sociedad en la que todos somos una multitud anónima e incapaces de levantar la mirada y reconocernos", clamó.

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"Los abuelos, que han alimentado nuestra vida, hoy tienen hambre de nosotros, de nuestra atención, de nuestra ternura, de sentirnos cerca. Alcemos la mirada hacia ellos, como Jesús hace con nosotros", insistió el prelado.

Sobre el "compartir", la homilía insistió en la "necesidad de una nueva alianza entre los jóvenes y los mayores, de compartir el común tesoro de la vida, de soñar juntos, de superar los conflictos entre generaciones para preparar el futuro de todos".

"Jóvenes y ancianos juntos. Los jóvenes, profetas del futuro que no olvidan la historia de la que provienen; los ancianos, soñadores nunca cansados que trasmiten la experiencia a los jóvenes, sin entorpecerles el camino. Jóvenes y ancianos, el tesoro de la tradición y la frescura del Espíritu. Jóvenes y ancianos juntos. En la sociedad y en la Iglesia: juntos", recalcó.

Hermanos y hermanas, los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Estemos agradecidos por sus ojos atentos, que se fijaron en nosotros, por sus rodillas, que nos acunaron, por sus manos, que nos acompañaron y alzaron, por haber jugado con nosotros y por las caricias con las que nos consolaron


Finalmente, custodiar, recordando cómo Jesús no quiso perder ni uno solo de los pedazos sobrantes. "Un pedacito de pan podría parecer poca cosa, pero a los ojos de Dios nada se debe descartar. Es una invitación profética que hoy estamos llamado a hacer resonar en nosotros mismos y en el mundo: recoger, conservar con cuidado, custodiar".

"Los ancianos, tesoro de la Iglesia y de la sociedad"
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Y es que "los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar. Ellos son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida, que pueden todavía nutrirnos con una fragancia que hemos perdido, “la fragancia de la memoria”. No perdamos la memoria de la que son portadores los mayores, porque somos hijos de esa historia, y sin raíces nos marchitaremos", culminó Fisichella.

"Hermanos y hermanas, los abuelos y los mayores son el pan que alimenta nuestras vidas. Estemos agradecidos por sus ojos atentos, que se fijaron en nosotros, por sus rodillas, que nos acunaron, por sus manos, que nos acompañaron y alzaron, por haber jugado con nosotros y por las caricias con las que nos consolaron. Por favor, no nos olvidemos de ellos. Aliémonos con ellos. Aprendamos a detenernos, a reconocerlos, a escucharlos. No los descartemos nunca. Custodiémoslos con amor. Y aprendamos a compartir el tiempo con ellos. Saldremos mejores. Y, juntos, jóvenes y ancianos, nos saciaremos en la mesa del compartir, bendecida por Dios", finalizó.

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