"Les deseo la alegría de ser hermanos", les indicó Francisco en la audiencia Francisco, a los Oblatos Diocesanos: "No se puede amar a la humanidad en abstracto"

Francisco, con los Oblatos Diocesanos de Milán
Francisco, con los Oblatos Diocesanos de Milán Vatican Media

Este viernes, 14 de abril, el Santo Padre recibió en audiencia a los Hermanos Oblatos Diocesanos de Milán. En el texto que les entregó, el Pontífice les recuerda que, ser Hermanos Oblatos Diocesanos, es una dimensión de la Encarnación, es decir, es ser fieles a una tierra, a un pueblo, a una diócesis

"No se puede amar a la humanidad en abstracto, se ama a esa persona, a esas personas. ¡La lealtad es un bien escaso! Ya lo decía un salmo: 'La fidelidad ha desaparecido entre los hijos del hombre" (Sal 12,2)'"

(Vatican News).- “Fraternidad, oblación, diocesanidad. ¡Un hermoso programa de vida! Que el Señor los acompañe siempre en este camino y que la Virgen los proteja en la alegría y en la fidelidad”. Son las palabras del papa Francisco escritas al final de sus saludos en el texto entregado a los Hermanos Oblatos Diocesanos de Milán, Italia, a quienes recibió en audiencia la mañana de este viernes, 14 de abril, en el Palacio Apostólico del Vaticano.

A los Hermanos consagrados de la diócesis de Milán –cuyo origen se remonta a San Carlos Borromeo, quien decide instituir colaboradores laicos para ayudar a los presbíteros en su ministerio pastoral–, el Papa les manifiesta su alegría de recibir a un grupo de Hermanos consagrados.

“Para mí, son preciosas las ocasiones en las que puedo encontrarme con hermanos consagrados: es un testimonio del valor de esta presencia en la Iglesia, que merece ser redescubierta. Por eso les doy las gracias y los animo, porque son un signo, pequeño pero importante, diría indispensable, en el mosaico de las vocaciones en la Iglesia”, les dijo Francisco.

La fraternidad, según el Evangelio

Uno de los primeros temas sobre el que reflexiona el Papa en su escrito fue el de la fraternidad. A los Hermanos diocesanos les dijo que son un signo de fraternidad según el Evangelio, y lo son precisamente por ser “hermanos”, porque la fraternidad se construye con una forma concreta de vida.

“Una forma estable, que cada uno de ustedes vive naturalmente de manera diferente, con su propia personalidad y sus propios dones y también sus propias limitaciones; pero la característica común y cualificadora es esta fraternidad. Y pienso -y espero- que esto sea para ustedes motivo de alegría interior, porque es su modo de asemejarse a Jesús, que vivió esta dimensión de ser hermano de todo hombre, hermano universal. Es un aspecto propio del misterio de la Encarnación. Esto es lo primero que les deseo: la alegría de ser hermanos”, indicó Francisco.

La oblación, el don de sí en el servicio

El segundo aspecto que destaca Francisco en el texto fue el de ser “oblatos”. La oblación, dijo el Pontífice, es el don de sí en el servicio. Que se vive en el silencio y en la alegría de servir: “Jesús, de la forma de Dios, tomó la forma de siervo; pero cuidado: no un servicio de esos que todo el mundo dice: ¡qué bien!, un servicio para ser aplaudido, ‘eso da titulares’. No. Un servicio oculto, humilde, a veces incluso humillante. Este -lo sabemos- es el camino a seguir por todo cristiano. Ustedes, en cambio, lo tienen por carisma: la oblación. Y también aquí, a quien vive así, el Espíritu Santo le da una alegría interior. La Madre Teresa hablaba a menudo de ella: la alegría de servir. Cuando María fue a ayudar a Isabel, no había fotógrafos esperándola, ni periodistas. Nadie lo sabía. Y ahí está la alegría: ¡que sólo el Señor lo sabe! La bienaventuranza de servir”.

Hermanos oblatos diocesanos

Y el último aspecto que el Papa señala está relacionado con el hecho de que son diocesanos. Ser Hermanos oblatos diocesanos, escribe el Papa, es una dimensión de la Encarnación, es ser fieles a una tierra, a un pueblo, a una diócesis.

“Jesús salvó al mundo dando su vida por las ovejas perdidas de la casa de Israel, y así cumplió la fidelidad del Padre; amó hasta el extremo a los que el Padre le había dado, derramó su sangre por ellos, y así la derramó por todos. Ésta es la ley del amor: no se puede amar a la humanidad en abstracto, se ama a esa persona, a esas personas. ¡La lealtad es un bien escaso! Ya lo decía un salmo: "La fidelidad ha desaparecido entre los hijos del hombre" (Sal 12,2). El servicio diocesano es una escuela de fidelidad. Y lo hacen siendo hermanos oblatos”, les señaló.

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