"No debemos rendirnos ni renunciar a la evangelización", pide el Papa durante la audiencia general Francisco expresa su "cercanía a los pastores y fieles de China" para que puedan experimentar "consuelo y coraje"

Francisco, durante la catequesis
Francisco, durante la catequesis RD/Captura

"Hermanos y hermanas, no nos desanimemos, no nos dejemos robar la dulce alegría de evangelizar", fue el mensaje lanzado por el papa Francisco al final de su catequesis de la audiencia de este miércoles, 24 de mayo, en la que glosó la figura del mártir y primer sacerdote coreano san Andrés Kim Tae gon

Siguiendo la estela del sacerdote coreano, beatificado junto a otros 103 mártires por Juan Pablo II, Francisco invitó vivir el celo apostólico, que nace de "cuando el Evangelio se vive en plenitud"

Al recordar la festividad de María Auxiliadora, pidió, por su intercesión, "que no nos olvidemos de de la martirizada Ucrania, de donde nos llegan tantas tristezas, y que estemos todos cerca del pueblo ucraniano"

"Hermanos y hermanas, no nos desanimemos, no nos dejemos robar la dulce alegría de evangelizar", fue el mensaje lanzado por el papa Francisco al final de su catequesis de la audiencia de este miércoles, 24 de mayo, en la que glosó la figura del mártir y primer sacerdote coreano san Andrés Kim Tae gon.

Siguiendo la estela del sacerdote coreano, beatificado junto a otros 103 mártires por Juan Pablo II, Francisco invitó vivir el celo apostólico, que nace de "cuando el Evangelio se vive en plenitud, la persona no se encierra en sí misma, sino que da testimonio de la fe, convirtiéndola así en fe contagiosa. Ahí nace la pasión por la evangelización. Y aunque el contexto circundante no sea favorable, no cambia, al contrario, adquiere aún más valor", señaló Francisco, que quiso subrayar cómo la evangelización en ese país asiático "fue hecha por los laicos".

El Papa, en el papamóvil con varios niños, durante el recorrido por la plaza
El Papa, en el papamóvil con varios niños, durante el recorrido por la plaza RD/Captura

Ahondando en el testimonio dejado por san Andrés Kim Tae gon, obligado a testimoniar la fe cristiana en medio de grandes dificultades, Francisco destacó "el valor de volver a levantarse cuando uno se cae. Por difícil que sea la situación, incluso a veces puede  parecer que no deja espacio para el mensaje evangélico, no debemos rendirnos y no debemos renunciar a perseguir lo que es esencial en nuestra vida cristiana, es decir, la evangelización".

"Tal vez a veces nos desanimemos, debido a obstáculos externos, y el hecho de dar testimonio del Evangelio atraiga la incomprensión y el desprecio. Sin embargo, al mismo tiempo, siempre podemos volver a levantarnos", continuó el Papa.

La plaza de San Pedro dispuesta para la audiencia general
La plaza de San Pedro dispuesta para la audiencia general RD/Captura

En su saludo a los peregrinos, Francisco recordó que se estaba celebrando la Jornada mundial de oración por la Iglesia católica en China, circunstancia en la que, afirmó, "deseo asegurar un recuerdo y mi cercanía a los fieles en China, compartiendo su alegría y su esperanza, y un pensamiento especial dirijo también a todos los que sufren, pastores y fieles, para que en la comunión y la solidaridad de la Iglesia, puedan experimentar consolación y coraje. Invito a todos a levantar oraciones a Dios para que lleven frutos por los bienes de la Iglesia católica y la sociedad china".

Finalmente, al recordar la festividad de María Auxiliadora, pidió, por su intercesión, "que no nos olvidemos de de la martirizada Ucrania, de donde nos llegan tantas tristezas, y que estemos todos cerca del pueblo ucraniano".

Texto de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

En esta serie de catequesis nos ponemos en la escuela de algunos santos y santas que, como testigos ejemplares, nos enseñan el celo apostólico.  

Un gran ejemplo de pasión por la evangelización lo encontramos hoy en una tierra muy lejana de aquí, a saber, la Iglesia coreana. Fijémonos en el mártir y primer sacerdote coreano san Andrés Kim Tae gon. Su vida fue y sigue siendo un elocuente testimonio de celo por el anuncio del Evangelio. 

Hace unos 200 años, la tierra coreana fue escenario de una durísima persecución de la fe cristiana. Creer en Jesucristo, en la Corea de entonces, significaba estar dispuesto a dar testimonio hasta la muerte. En particular, el ejemplo de san Andrés Kim se desprende de dos aspectos concretos de su vida. 

El primero es el modo en que tuvo que reunirse con los fieles. Dado el contexto altamente intimidatorio, el santo se vio obligado a acercarse a los cristianos de forma no evidente, y siempre en presencia de otras personas. Así, para identificar la identidad cristiana de su interlocutor, San Andrés utilizaba estos medios: en primer lugar, una señal de reconocimiento previamente acordada; después, con disimulo, planteaba la pregunta: "¿Eres discípulo de Jesús?". Como había otras personas observando la conversación, el santo tenía que hablar en voz baja, diciendo solo unas pocas palabras, las más esenciales. Así, para Andrés Kim, la expresión que resumía toda la identidad del cristiano era "discípulo de Jesús".  

En efecto, ser discípulo del Señor significa seguirle, seguir su camino, y esto implica dar la vida por el Evangelio. Por tanto, el cristiano es por naturaleza misionero y testigo, como Jesús lo fue del Padre. Toda comunidad cristiana recibe esta identidad del Espíritu Santo, y así toda la Iglesia, desde el día de Pentecostés (cf. Vat. Conc. II, Decr. Ad gentes, 2). Cuando el Evangelio se vive en plenitud, la persona no se encierra en sí misma, sino que da testimonio de la fe, convirtiéndola así en fe contagiosa. Ahí nace la pasión por la evangelización. Y aunque el contexto circundante no sea favorable, no cambia, al contrario, adquiere aún más valor. San Andrés Kim y otros creyentes coreanos han demostrado que el testimonio del Evangelio dado en tiempos de persecución puede dar mucho fruto para la fe. 

Veamos ahora un segundo ejemplo concreto. Cuando aún era seminarista, San Andrés tuvo que encontrar la manera de acoger en secreto a sacerdotes misioneros del extranjero. No era tarea fácil, pues el régimen de la época prohibía terminantemente la entrada en el territorio a todos los extranjeros. Una vez caminó por la nieve, sin comer, durante tanto tiempo, que cayó al suelo exhausto, corriendo el riesgo de perder el conocimiento y congelarse allí. En ese momento, oyó de repente una voz: "¡Levántate,  camina!". Al oír esa voz, Andrés se despertó, viendo como una sombra a alguien que le guiaba. 

Esta experiencia del gran testigo coreano nos hace darnos cuenta de un aspecto muy importante del celo apostólico. A saber, el valor de volver a levantarse cuando uno se cae. Por difícil que sea la situación, incluso a veces puede parecer que no deja espacio para el mensaje evangélico, no debemos rendirnos y no debemos renunciar a perseguir lo que es esencial en nuestra vida cristiana, es decir, la evangelización. Tal vez a veces nos desanimemos, debido a obstáculos externos, y el hecho de dar testimonio del Evangelio atraiga la incomprensión y el desprecio. Sin embargo, al mismo tiempo, siempre podemos volver a levantarnos, porque el Señor Jesús nunca nos abandona, siempre está cerca, nos anima y nos toma de la mano. Y siempre nos repite: "¡Levántate, camina!". Él mismo es el que resucitó de entre los muertos. Su Resurrección es precisamente el misterio en el que radica la posibilidad de que nos levantemos de toda caída; es la fuente de la fuerza que nos permite seguir adelante.  

Hermanos y hermanas, no nos desanimemos, no nos dejemos robar la dulce alegría de evangelizar (cf. Pablo VI), y con la fuerza que nos da Jesucristo, sigamos adelante. 

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