El Papa señala que "el anuncio de Cristo no puede consistir solo en la repetición del pasado" Francisco en la audiencia: "Hoy la libertad está amenazada por un consumismo que anestesia"

El Papa durante la audiencia general
El Papa durante la audiencia general RD/Captura

No olvidar las raíces ni tampoco el ser puentes para la construcción de un futuro en paz y fraternidad. Ese fue el núcleo de la audiencia que presidió este miércoles, 3 de mayo, el papa Francisco en la plaza de San Pedro, que dedicó íntegramente a recordar su reciente viaje a Hungría, del 28 al 30 de abril pasado

"También hoy (...) la libertad está amenazada", indicó, "sobre todo con los guantes blancos de un consumismo que anestesia" y que "es un problema que tiene que ver con toda Europa, donde dedicarse a los otros, sentirse comunidad, la belleza de soñar juntos y crear familias numerosas está en crisis", por lo que subrayó "la importancia de cuidar las raíces"

Alabó el Papa el ejemplo que ha vivido en el país del que acaba de regresar, al destacar "el puente humanitario creado por tantos refugiados de la cercana Ucrania, que he podido encontrar, admirando también la gran red de caridad de la Iglesia húngara"

No olvidar las raíces ni tampoco el ser puentes para la construcción de un futuro en paz y fraternidad. Ese fue el núcleo de la audiencia que presidió este miércoles, 3 de mayo, el papa Francisco en la plaza de San Pedro, que dedicó íntegramente a recordar su reciente viaje a Hungría, del 28 al 30 de abril pasado.

Recordó Jorge Mario Bergoglio los tiempos de probación que ese país centroeuropeo hubo de aguantar a lo largo del siglo XX, con la dominación nazi y la comunista, un período en el que, señaló, "las sólidas raíces cristianas del pueblo húngaro han sido puestas a prueba. Su fe, como hemos escuchado en la Palabra de Dios, fue probada por el fuego".

Una Iglesia escondida

"Pero mientras se intentaba talar el árbol de la fe, las raíces permanecían intactas: se mantenía firme una Iglesia escondida, con mucho clero ordenado en secreto, que testimoniaba el Evangelio trabajando en las fábricas, mientras que las abuelas evangelizaban a escondidas", señaló el Papa en su catequesis, subrayando que  "así, los vínculos comunes de fe y de pueblo ayudaron al regreso de la libertad". 

En este punto, el Papa tuvo en sentido recuerdo para un poetisa húngara: “Tenemos en Roma una buena poetisa húngaro que ha pasado por todas estas pruebas y les dice a los jóvenes la necesidad de luchar por un ideal, para no ser vencidos por la persecución, por el desánimo. Esta poetisa cumple hoy 92 años, feliz cumpleaños Edith", señaló.

Pero el Papa advirtió también frente a un nuevo riesgo. "También hoy (...) la libertad está amenazada", indicó, "sobre todo con los guantes blancos de un consumismo que anestesia" y que "es un problema que tiene que ver con toda Europa, donde dedicarse a los otros, sentirse comunidad, la belleza de soñar juntos y crear familias numerosas está en crisis", por lo que subrayó "la importancia de cuidar las raíces".

El Papa, con varios niños en el papamóvil durante su recorrido por la plaza de San Pedro
El Papa, con varios niños en el papamóvil durante su recorrido por la plaza de San Pedro RD/Captura

Frente a ello, alabó el Papa el ejemplo que ha vivido en el país del que acaba de regresar, al destacar "el puente humanitario creado por tantos refugiados de la cercana Ucrania, que he podido encontrar, admirando también la gran red de caridad de la Iglesia húngara".  

En este sentido, Francisco indicó que "hay otros puentes que la Iglesia está llamada a tender hacia el hombre de hoy, porque el anuncio de Cristo no puede consistir solo en la repetición del pasado, sino que siempre necesita ser actualizado, para poder ayudar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a redescubrir a Jesús", puentes que, como destacó, hay también que "crear entre los creyentes". 

Finalmente, y como es habitual, el Papa encomendó a "la Reina de la Paz a la martirizada población de Ucrania".

Fieles en San Pedro para la catequesis del Papa
Fieles en San Pedro para la catequesis del Papa RD/Captura

Durante los saludos posteriores a la catequesis, el Papa saludó al obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, y al obispo electo de Alcalá de Henares, Antonio Prieto, hasta hace unas semanas, vicario general de Córdoba.

Francisco saluda a Antonio Prieto ante Demetrio Fernández
Francisco saluda a Antonio Prieto ante Demetrio Fernández RD/Captura

LA CATEQUESIS DEL PAPA

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!  

Hace tres días regresé del viaje a Hungría. Deseo dar las gracias a todos aquellos que han preparado y acompañado esta visita con la oración, y renovar mi reconocimiento a las autoridades, a la Iglesia local y al pueblo húngaro, un pueblo valiente y rico de memoria. Durante mi estancia en Budapest pude sentir el afecto de todos los húngaros. Hoy quisiera hablaros de esta visita a través de dos imágenes: las raíces y los puentes.  

Las raíces. Fui como peregrino a un pueblo cuya historia –como dijo san Juan Pablo II– ha estado marcada por «muchos santos y héroes, rodeados de multitudes de gente humilde y trabajadora» (Discurso con ocasión de la ceremonia de bienvenida, Budapest, 6 de septiembre de 1996). Realmente es verdad: he visto mucha gente sencilla y trabajadora custodiar con orgullo el vínculo con las propias raíces. Y entre estas raíces, como evidenciaron los testimonios durante los encuentros con la Iglesia local y con los jóvenes, están sobre todo los santos: santos que han dado la vida por el pueblo, santos que han testimoniado el Evangelio del amor, santos que han sido luz en los momentos de oscuridad; muchos santos del pasado que hoy exhortan a superar el riesgo del derrotismo y el miedo del mañana, recordando  que Cristo es nuestro futuro.  

Las sólidas raíces cristiana del pueblo húngaro han sido puestas a prueba. Su fe, como hemos escuchado en la Palabra de Dios, fue probada por el fuego. Durante la persecución atea del siglo XX, de hecho, los cristianos fueron golpeados violentamente, con obispos, sacerdotes, religiosos y laicos asesinados o privados de la libertad. Pero mientras se intentaba talar el árbol de la fe, las raíces permanecían intactas: se mantenía firme una Iglesia escondida, con mucho clero ordenado en secreto, que testimoniaba el Evangelio trabajando en las fábricas, mientras que las abuelas evangelizaban a escondidas. En Hungría esta opresión comunista fue precedida de la nazi, con la trágica deportación de  mucha población hebrea. Pero en ese atroz genocidio muchos destacaron por la resistencia y la capacidad de proteger a las víctimas, y esto fue posible porque las raíces de la vida juntos eran firmes. Así los vínculos comunes de fe y de pueblo ayudaron al regreso de la libertad.  

Pero también hoy, como surgió en los encuentros con los jóvenes y con el mundo de la cultura, la libertad está amenazada. ¿Cómo? Sobre todo con los guantes blancos, de un consumismo que anestesia, por lo que nos conformamos con un poco de bienestar material y, olvidando el pasado, se “flota” en un presente hecho a escala del individuo. Pero cuando lo único que cuenta es pensar en sí y hacer lo que se quiera, las raíces se ahogan. Es un problema que tiene que ver con toda Europa, donde dedicarse a los otros, sentirse comunidad, la belleza de soñar juntos y crear familias numerosas está en crisis.  Reflexionemos entonces sobre la importancia de cuidar las raíces, porque sólo profundizando las ramas crecerán hacia lo alto y darán frutos. Preguntémonos: ¿cuáles son las raíces más importantes de mi vida? ¿Las recuerdo, las cuido? 

Después de las raíces la segunda imagen: los puentes. Budapest, nacida hace 150 años de la unión de tres ciudades, es célebre por los puentes que la atraviesan y unen las partes. Esto ha recordado, especialmente en los encuentros con las autoridades, la importancia de construir puentes de paz entre pueblos diversos. Es, en particular, la vocación de Europa, llamada, como “puente de paz”, a incluir las diferencias y a acoger a quien llama a sus puertas. Hermoso, en este sentido, el puente humanitario creado por tantos refugiados de la cercana Ucrania, que he podido encontrar, admirando también la gran red de caridad de la Iglesia húngara.  

El país además está muy comprometido en la construcción de “puentes para el mañana”: su  atención por el cuidado ecológico y por el futuro sostenible es grande, y se trabaja para edificar puentes  entre las generaciones, entre los ancianos y los jóvenes, desafío hoy irrenunciable para todos. Además, hay otros puentes que la Iglesia, como surgió en el respectivo encuentro, está llamada a tender hacia el hombre de hoy, porque el anuncio de Cristo no puede consistir solo en la repetición del pasado, sino que siempre necesita ser actualizado, para poder ayudar a las mujeres y a los hombres de nuestro tiempo a redescubrir a Jesús. Y, finalmente, recordando con gratitud los hermosos momentos litúrgicos, la oración con la comunidad greco-católica y la solemne celebración eucarística con tanta participación, pienso en la belleza de crear puentes entre los creyentes: el domingo en la misa estaban presentes cristianos de varios ritos y países, y de diferentes confesiones, que en Hungría trabajan bien juntos. Construir puentes. Preguntémonos: yo, en mi familia, en mi parroquia, en mi comunidad, en mi país, ¿soy constructor de  puentes, de armonía, de unidad?  

Me conmovió, en esta visita, la importancia de la música, que es un rasgo característico de la cultura húngara. Por todos lados había música: órgano, piano, violín, muchos instrumentos, y muchos cantos. Los jóvenes con discapacidad cantaron “¡Viva la Música!”, y esto quería decir: ¡viva la armonía, viva la fraternidad, que da esperanza y alegría a la vida! 

Finalmente me gusta recordar, al inicio del mes de mayo, que los húngaros son muy devotos de la Madre de Dios. Consagrados a ella por el primer rey, san Esteban, por respeto estaban acostumbrados a dirigirse a ella sin pronunciar el nombre, llamándola sólo con el título de la reina. A la Reina de Hungría encomendamos este querido país, a la Reina de la paz encomendamos la construcción de puentes en el mundo, a la Reina del cielo, que aclamamos en este tiempo pascual, encomendamos nuestros corazones para que estén arraigados en el amor de Dios.  

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