El Papa reivindica el valor de la vida contemplativa: "Hacen falta más monasterios" Francisco en la audiencia: "Los monjes y las monjas son el oxígeno de la Iglesia"

El Papa se inclina ante los fieles que le esperan para la catequesis
El Papa se inclina ante los fieles que le esperan para la catequesis Captura

"Otro gran testimonio que atraviesa la historia de la fe: la de las monjas y los monjes, hermanas y hermanos que renuncian a sí mismos y al mundo para imitar a Jesús en el camino de la pobreza, la castidad, la obediencia y para interceder a favor de todos", señaló Francisco en la catequesis de la audiencia general

"¿Cómo puede la gente que vive en un monasterio ayudar al anuncio del Evangelio? ¿No sería mejor que usaran sus energías en la misión? En realidad, los monjes son el corazón palpitante del anuncio", indicó

"Tienen siempre las manos ocupadas en el trabajo y en la oración, que el Señor nos dé nuevos monasterios para que sigan rezando por la Iglesia", improvisó Francisco a modo de clausura de su catequesis

Reivindicación cerrada del Papa de la vida contemplativa en la catequesis de la audiencia general de este miércoles 26 de abril, en una soleada plaza de San Pedro. Prosiguiendo sobre las reflexiones en torno al celo apostólico, tras la figura de san Pablo y los mártires, hoy Francisco se detuvo en "otro gran testimonio que atraviesa la historia de la fe: la de las monjas y los monjes, hermanas y hermanos que renuncian a sí mismos y al mundo para imitar a Jesús en el camino de la pobreza, la castidad, la obediencia y para interceder a favor de todos".

"Sus vidas hablan de sí, pero nosotros podríamos preguntarnos: ¿cómo puede la gente que vive en un monasterio ayudar al anuncio del Evangelio? ¿No sería mejor que usaran sus energías en la misión? En realidad, los monjes son el corazón palpitante del anuncio: su oración es oxígeno para todos los miembros del Cuerpo de Cristo, es la fuerza invisible que sostiene la misión", afirmó el Papa.

Los que rezan por los que no rezan

Para desentrañar la respuesta a esas preguntas, Jorge Mario Bergoglio se detuvo en la  figura de san Gregorio de Narek, doctor de la Iglesia, un monje armenio, que vivió en torno al año 1000. "El monje santo -señaló el Papa- enseña así a interceder no de forma apresurada, si no llevando al Señor las situaciones, las historias, las angustias, los problemas. Nos enseña el celo al atraer misericordia al mundo, nos invita a rezar por quien no reza y no conoce a Dios".

Francisco recorre la plaza de San Pedro en el papamóvil
Francisco recorre la plaza de San Pedro en el papamóvil RD/Captura

"Pero podríamos preguntarnos: ¿por qué haca falta esto, por qué Dios no provee sin nuestras oraciones? Aquí tocamos un gran misterio. Porque Dios respeta siempre nuestra libertad; y así, para llevar a cabo sus planes de salvación, necesita a alguien que, libremente, rece y ofrezca también por los otros, que le traiga a los alejados, para que Él pueda actuar en sus corazones, en sus vidas", subrayó Francisco. Y esas personas son las monjas y los monjes con su oración de intercesión dede conventos y monasterios repartidos por toda la geografía del planeta.

"Tienen siempre las manos ocupadas en el trabajo y en la oración, que el Señor nos dé nuevos monasterios para que sigan rezando por la Iglesia", improvisó Francisco a modo de clausura de su catequesis.

Clero polaco martirizado

Finalmente, tras los saludos en las distintas lenguas, Francisco tuvo palabras especiales para los peregrinos en lengua polaca, haciendo referencia a la próxima jornada del martirio del clero polaco durante la Segunda Guerra Mundial. "Espero que el testimonio de los mártires polacos inspire a los sacerdotes, personas consagradas y a los fieles laicos el valor y la generosidad en el servicio a Dios y a los hermanos", le dijo.

Y, como es habitual, antes de la bendición apostólica, hizo un ruego: "No nos olvidemos de rezar por la martirizada Ucrania".

Fieles en la plaza de San Pedro
Fieles en la plaza de San Pedro RD/Captura

CATEQUESIS DEL PAPA EN LA AUDIENCIA

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!  

Proseguimos las catequesis sobre los testimonios del celo apostólico. Empezamos por san Pablo y la vez pasada miramos a los mártires, que anuncian a Jesús con la vida, hasta donarla por Él y por el Evangelio. Pero hay otro gran testimonio que atraviesa la historia de la fe: la de las monjas y los monjes, hermanas y hermanos que renuncian a sí mismos y al mundo para imitar a Jesús en el camino de la pobreza, la castidad, la obediencia y para interceder a favor de todos. Sus vidas hablan de sí, pero nosotros podríamos preguntarnos: ¿cómo puede la gente que vive en un monasterio ayudar al anuncio del  Evangelio? ¿No sería mejor que usaran sus energías en la misión? En realidad, los monjes son el corazón palpitante del anuncio: su oración es oxígeno para todos los miembros del Cuerpo de Cristo, es la fuerza invisible que sostiene la misión. No es casualidad que la patrona de las misiones sea una monja, santa Teresa del Niño Jesús. Escuchemos cómo descubrió su vocación: «Comprendí que sólo el amor podía hacer actuar a los miembros de la Iglesia; que, si el amor llegaba a apagarse, los apóstoles ya no anunciarían el Evangelio y los mártires se negarían a derramar su sangre... Comprendí que el amor  encerraba en sí todas las vocaciones […]. Entonces, al borde de mi alegría delirante, exclamé: ¡Jesús, amor mío..., al fin he encontrado mi vocación! ¡Mi vocación es el amor...! […] En el corazón de la Iglesia, mi Madre, yo seré el amor» (Manuscrito autobiográfico “B”, 8 de septiembre de 1896).  

Este amor por todos anima la vida de los monjes y se traduce en su oración de intercesión. Al respecto quisiera traeros como ejemplo a san Gregorio de Narek, doctor de la Iglesia. Es un monje armenio, que vivió en torno al año 1000, que nos ha dejado un libro de oraciones, en el cual se ha derramado la fe del pueblo armenio, el primero en abrazar el cristianismo; un pueblo que, aferrado a la cruz de Cristo, ha sufrido tanto a lo largo de la historia. San Gregorio pasó en el monasterio de Narek casi toda su vida. Allí aprendió a escrutar las profundidades del alma humana y, fundiendo poesía y oración,  marcó la cima tanto de la literatura como de la espiritualidad armenia. El aspecto que más conmueve en él es precisamente la solidaridad universal de la que es intérprete. Él comparte el destino de todos los hombres y dedica la vida a interceder por ellos. Escribe: «Llevo en mí el todo de la tierra, y sin embargo soy el diputado del mundo entero para ofrecerle la oración». Se define «el ofrece-oración de todo el mundo» (Libro de las Lamentaciones, 28). Vive en unión con todos y para todos implora misericordia (cfr ibid., 32), a partir de las miserias del hombre, que no ve en los otros, sino sobre todo en sí mismo. Dice: «Yo cargué voluntariamente todas las culpas, desde las del primer padre hasta las del último de sus descendientes, y de ello me consideré responsable» (ibid., 72). Llora, además de por sus pecados, por los de todos. Reza con las lágrimas, que nacen de un corazón compasivo. Así, consciente y partícipe de la necesidad universal de salvación, se identifica sobre todo con los últimos, los débiles y los pecadores para  interceder a su favor (cfr ibid., 31.47). Se hace cargo de los pecados de todos para implorar, como hermano universal, perdón y sanación. Lo hace incluso por los enemigos, rezando así: «Acuérdate,  [Señor,]... de quienes en la estirpe humana son nuestros enemigos, pero para su bien: concede a ellos perdón y misericordia» (ibid., 83). 

Francisco saluda a los lectores del Evangelio en distintas lenguas
Francisco saluda a los lectores del Evangelio en distintas lenguas RD/Captura

Para Gregorio de Narek, además, no basta pedir, sino que es importante de qué forma pedir. Él enumera minuciosamente las angustias, las necesidades, las culpas: para que la misericordia divina las cancele, se compromete a representar detalladamente las miserias humanas. Y lucha con Dios, diciéndole: «¡Es más fácil para Ti disolverlas, que no para mí dibujarlas con mi mano derecha exhausta! Por eso he escrito sobre ello sin escatimar, para que Tú, Bendito, las canceles generosamente» (ibid., 28). El monje santo enseña así a interceder no de forma apresurada, si no llevando al Señor las situaciones, las historias, las angustias, los problemas. Nos enseña el celo al atraer misericordia al mundo, nos invita a rezar por quien no reza y no conoce a Dios. Pero podríamos preguntarnos: ¿por qué haca falta esto, por qué Dios no provee sin nuestras oraciones? Aquí tocamos un gran misterio. Porque Dios respeta siempre nuestra libertad; y así, para llevar a cabo sus planes de salvación, necesita a alguien que, libremente, rece y ofrezca también por los otros, que le traiga a los alejados, para que Él pueda actuar en sus corazones, en  sus vidas. Gregorio de Narek sentía con fuerza esto y no rezaba solo, sino inmerso en una súplica coral,  en comunión con los ángeles y los santos (cfr ibid., 81-82), con cada moribundo y necesitado (cfr ibid.,  85.50), él, el primer necesitado de la oración de los otros (cfr ibid., 73). «Acógeme – dice a Dios – junto a  ellos como indigente de tu gran amor por el hombre» (ibid., 33). Sintámonos también nosotros  necesitados de Dios como todos e intercesores hacia Dios para todos.  

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