El Papa glosa a Santa Teresa: “Estando con Dios nada nos podrá turbar ni espantar, pues 'sólo Dios basta'” Francisco: "Como buenos ciudadanos confiemos en las prescripciones de las autoridades y ayudaremos a terminar con esta pandemia"

El Papa, en la audiencia
El Papa, en la audiencia

"Con las nuevas prescripciones, lo mejor es mantener las distancias. Hay peligro de contagio. Con mascarillas y manteniendo las distancias, podemos seguir las audiencias"

“En los momentos duros me conforta pensar en el Jesús que llora y que se hizo hombre para poder llorar”

"los salmos nos enseñan a no volvernos adictos al dolor, y nos recuerdan que la vida no es salvada si no es sanada"

"Todos los dolores de los hombres para Dios son sagrados"

"Los salmos son la palabra de Dios que nosotros humanos usamos para hablar con Él"

El Papa Francisco retoma el tema de la oración en las catequesis de las audiencias de los miércoles. Esta vez, abordando la oración en los Salmos y glosando a Santa Teresa de Ávila: “Estando con Dios nada nos podrá turbar ni espantar, pues 'sólo Dios basta'”. El Papa confesó también que, en sus propios momentos duros, le conforta pensar en el Jesús que llora y “que se hizo hombre para poder llorar". Para evitar contagios, el Papa pide perdón por no acercarse a saludar a los fieles e invita a cooperar con las autoridades: "Como buenos ciudadanos confiemos en las prescripciones de las autoridades y ayudaremos a terminar con esta pandemia"

Catequesis del Papa en la audiencia general (Traducción no oficial)

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! Leyendo la Biblia nos encontramos continuamente con oraciones de distinto tipo. Pero encontramos también un libro compuesto solo de oraciones, libro que se ha convertido en patria, lugar de entrenamiento y casa de innumerables orantes. Se trata del Libro de los Salmos.

Forma parte de los libros sapienciales, porque comunica el “saber rezar” a través de la experiencia del diálogo con Dios. En los salmos encontramos todos los sentimientos humanos: las alegrías, los dolores, las dudas, las esperanzas, las amarguras que colorean nuestra vida. El Catecismo afirma que cada salmo «es de una sobriedad tal que verdaderamente pueden orar con él los hombres de toda condición y de todo tiempo» (CIC, 2588). Leyendo y releyendo los salmos, nosotros aprendemos el lenguaje de la oración. Dios Padre, de hecho, con su Espíritu los ha inspirado en el corazón del rey David y de otros orantes, para enseñar a cada hombre y mujer cómo alabarle, darle gracias, suplicarle, cómo invocarle en la alegría y en el dolor, cómo contar las maravillas de sus obras y de su Ley. En síntesis, los salmos son la palabra de Dios que nosotros humanos usamos para hablar con Él.

Audiencia del Papa
Audiencia del Papa

En este libro no encontramos personas etéreas, abstractas, gente que confunde la oración con la experiencia estética o alienante. Los salmos no son textos nacidos en la mesa, sino invocaciones, a menudo dramáticas, que brotan de la vida de la existencia. Para rezarles basta ser lo que somos. En ellos escuchamos las voces de orantes de carne y hueso, cuya vida, como la de todos, está plagada de problemas, de fatigas, de incertidumbres. El salmista no responde de forma radical a este sufrimiento: sabe que pertenece a la vida. Sin embargo, en los salmos el sufrimiento se transforma en pregunta.

Entre las muchas preguntas, hay una que permanece suspendida, como un grito incesante que atraviesa todo el libro de lado a lado: “¿Hasta cuándo, Señor?”. Cada dolor reclama una liberación, cada lágrima invoca un consuelo, cada herida espera una curación, cada calumnia una sentencia absolutoria. ¡Cuántas veces hemos rezado así!

Planteando continuamente preguntas de este tipo, los salmos nos enseñan a no volvernos adictos al dolor, y nos recuerdan que la vida no es salvada si no es sanada. La existencia del hombre es un soplo, su historia es fugaz, pero el orante sabe que es valioso a los ojos de Dios, por eso tiene sentido gritar.

La oración de los salmos es el testimonio de este grito: un grito múltiple, porque en la vida el dolor asume mil formas, y toma el nombre de enfermedad, odio, guerra, persecución, desconfianza... Hasta el “escándalo” supremo, el de la muerte. La muerte aparece en el Salterio como la más irracional enemiga del hombre: ¿qué delito merece un castigo tan cruel, que conlleva la aniquilación y el final? El orante de los salmos pide a Dios intervenir donde todos los esfuerzos humanos son vanos. Por esto la oración, ya en sí misma, es camino de salvación e inicio de salvación.

Audiencia del Papa

Todos sufren en este mundo: tanto quien cree en Dios, como quien lo rechaza. Pero en el Salterio el dolor se convierte en relación: grito de ayuda que espera interceptar un oído que escuche. No puede permanecer sin sentido, sin objetivo. También los dolores que sufrimos no pueden ser solo casos específicos de una ley universal: son siempre “mis” lágrimas, que nadie ha derramado nunca antes que yo. Las lágrimas no son universales. Cada uno tiene las suyas. Antes de entrar, saludé a los padres del sacerdote de la diocesis de Como que fue asesinado. Las lágrimas de esos padres son sus lágrimas y saben cuánto han sufrido por ese hijo, que dio su vida por servir a los pobres. Cuando queremos consolar, no encontramos palabras, porque no podemos llegar a su dolor. Su dolor es suyo. Mis lágrimas son mías. Todos los dolores de los hombres para Dios son sagrados. Así reza el orante del salmo 56: «Tú has anotado los pasos de mi destierro; recoge mis lágrimas en tu odre: ¿acaso no está todo registrado en tu Libro?» (v. 9). Delante de Dios no somos desconocidos, o números. Somos rostros y corazones, conocidos uno a uno, por nombre.

En los salmos, el creyente encuentra una respuesta. Él sabe que, incluso si todas las puertas humanas estuvieran cerradas, la puerta de Dios está abierta. Si incluso todo el mundo hubiera emitido un veredicto de condena, en Dios hay salvación.

“El Señor escucha”: a veces en la oración basta saber esto. No siempre los problemas se resuelven. Quien reza no es un iluso: sabe que muchas cuestiones de la vida de aquí abajo se quedan sin resolver, sin salida; el sufrimiento nos acompañará y, superada la batalla, habrá otras que nos esperan. Pero, si somos escuchados, todo se vuelve más soportable.

Audiencia

Lo peor que puede suceder es sufrir en el abandono, sin ser recordados. De esto nos salva la oración. Porque puede suceder, y también a menudo, que no entendamos los diseños de Dios. Pero nuestros gritos no se estancan aquí abajo: suben hasta Él, que tiene corazón de Padre, y que llora Él mismo por cada hijo e hija que sufre y que muere. Si nos quedamos en la relación con Él, la vida no nos ahorra los sufrimientos, pero se abre un gran horizonte de bien y se encamina hacia su realización.

En los momentos duros me conforta pensar en Jesús que llora. Jesús llora por nuestros dolores. Jesús se hizo hombre para poder llorar, como dice un escritor espiritual.

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas: En la Biblia encontramos el libro de los salmos que está compuesto sólo de oraciones; nos “enseña a rezar” a través de la experiencia del diálogo con Dios. Al leer los salmos, aprendemos el lenguaje de la oración; y encontramos en ellos la Palabra de Dios que los humanos usamos para comunicarnos con Él.

Los salmos son invocaciones, a menudo dramáticas, que brotan de nuestra existencia. Rezando con ellos, el sufrimiento se transforma en pregunta. Entre las muchas preguntas, hay una que está siempre presente: «¿Hasta cuándo?». Es un grito que surge de la enfermedad, de la persecución, de la muerte. Cuando la oración se hace pregunta es ya camino y principio de salvación.

Audiencia con mascarilla

El sufrimiento es algo común a todos, creyentes y no creyentes. En el salterio el dolor se convierte en relación: un grito de auxilio que espera ser escuchado por un oído atento. Ante Dios no somos extraños, ni somos números; nos conoce a cada uno por nuestro nombre y nuestros dolores son sagrados para Él.

En la oración nos basta saber que “el Señor nos escucha”. En ocasiones, los problemas no se resuelven, pero los que rezan saben que muchas cuestiones de la vida quedan sin una solución. Sin embargo, siendo conscientes de que Dios nos escucha todo se vuelve más llevadero. Si permanecemos en relación con Él, ante nosotros se abre un horizonte de bien y de esperanza.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Mañana celebramos la memoria de santa Teresa de Jesús, maestra de oración. Que a través de su intercesión y ejemplo podamos descubrir la oración, como ese “trato de amistad —como afirmaba ella— con quien sabemos nos ama”. Estando con Dios nada nos podrá turbar ni espantar, pues “sólo Dios basta”. Que el Señor los bendiga.

Saludo en italiano

Me gustaría hacer como hago habitualmente: saludarles. Con las nuevas prescripciones, lo mejor es mantener las distancias. Hay peligro de contagio. Con mascarillas y manteniendo las distancias, podemos seguir las audiencias. Perdonadme, pero como buenos ciudadanos confiemos en las prescripciones de las autoridades y ayudaremos a terminar con esta pandemia.

Francisco, en la audiencia
Francisco, en la audiencia

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