"Que dramas semejantes no se vuelvan a repetir" y "que la Iglesia sea una casa segura para todos" Francisco, tras el informe sobre la pederastia en Francia: “A Tí, Señor, la gloria; a nosotros, la vergüenza. Este es el momento de la vergüenza”

El informe Sauvé
El informe Sauvé

"La libertad es un tesoro que se aprecia realmente solo cuando se pierde"

"Nunca se puede forzar en el nombre de Jesús"

"La libertad hace libres en la medida en la que transforma la vida de una persona y la orienta hacia el bien"

"El legalismo es un problema también hoy para muchos cristianos que se refugian en él y en la casuística"

En tono triste y atormentado, el Papa Francisco aprovechó su saludo a la Iglesia francesa tras la catequesis de la audiencia de los miércoles para pedir perdón a las numerosas víctimas de la pederastia clerical en Francia, descubiertas en el informe Sauvé, publicado ayer. “A Tí, Señor, la gloria; a nosotros, la vergüenza. Este es el momento de la vergüenza”, dijo el Papa con voz entrecortada. Y añadió: “que dramas semejantes no se vuelvan a repetir” y “que la Iglesia sea una casa segura para todos”.

En su catequesis sobre la carta de Pablo a los Gálatas, el Papa Francisco aborda el tema de la 'libertad cristiana', a la que define como “un tesoro que se aprecia realmente solo cuando se pierde” o como la que “nos hace libres en la medida en que transforma la vida”. Por eso, tras recordar que “nunca se puede forzar en el nombre de Jesús” y que ""El legalismo es un problema también hoy para muchos cristianos que se refugian en él y en la casuística" el Papa concluye su catequesis explicando cuál es el camino de la felicidad: “El Amor que nos revela la verdad y nos dona la libertad”.

Informe Sauvé
Informe Sauvé

En los saludos en francés, el Papa invita también a rezar para que el próximo Sinodo sobre la sinodalidad, que comienza el día 9, nos haga “redescubrir la alegría de ser el Pueblo de Dios que camina unido escuchando a todos”.

Catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En la Carta a los Gálatas, San Pablo ha escrito palabras inmortales sobre la libertad cristiana. Hoy nos detenemos sobre este tema.

La libertad es un tesoro que se aprecia realmente solo cuando se pierde. Para muchos de nosotros, acostumbrados a vivir en la libertad, a menudo aparece más como un derecho adquirido que como un don y una herencia para custodiar. ¡Cuántos malentendidos entorno al tema de la libertad, y cuántas visiones diferentes se han enfrentado a lo largo de los siglos!

En el caso de los gálatas, el apóstol no podía soportar que esos cristianos, después de haber conocido y acogido la verdad de Cristo, se dejaran atraer por propuestas engañosas, pasando de la libertad a la esclavitud: de la presencia liberadora de Jesús a la esclavitud del pecado, del legalismo, etc. El legalismo es un problema también hoy para muchos cristianos que se refugian en él y en la casuística. Por tanto, invita a los cristianos a permanecer firmes en la libertad que han recibido con el bautismo, sin dejarse poner de nuevo bajo «el yugo de la esclavitud» (Gal 5,1).

Pablo es justamente celoso con la libertad. Es consciente de que algunos «falsos hermanos» se han infiltrado en la comunidad para «espirar – así escribe – la libertad que tenemos en Cristo Jesús, con el fin de reducirnos a esclavitud» (Gal 2,4), y no puede tolerarlo. Una predicación que tuviera que excluir la libertad en Cristo nunca sería evangélica. Nunca se puede forzar en el nombre de Jesús, no se puede hacer a nadie esclavo en nombre de Jesús que nos hace libres.

Pero la enseñanza de San Pablo sobre la libertad es sobre todo positiva. El apóstol propone la enseñanza de Jesús, que encontramos también en el Evangelio de Juan: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis verdaderamente mis discípulos, y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (8,31-32). La
llamada, por tanto, es sobre todo a permanecer en Jesús, fuente de la verdad que nos hace libres. La libertad cristiana se funda sobre dos pilares fundamentales: primero, la gracia del Señor Jesús; segundo, la verdad que Cristo nos desvela y que es Él mismo.

En primer lugar, es don del Señor. La libertad que los gálatas han recibido – y nosotros como ellos con el bautismo – es fruto de la muerte y resurrección de Jesús. El apóstol concentra toda su predicación sobre Cristo, que lo ha liberado de los vínculos con su vida pasada: solo de Él brotan los frutos de la vida nueva según el Espíritu. De hecho, la libertad más verdadera, la de la esclavitud del pecado, ha brotado de la Cruz de Cristo. Precisamente ahí donde Jesús se ha dejado clavar, Dios ha puesto la fuente de la liberación radical del hombre.

Esto no deja de sorprendernos: que el lugar donde somos despojados de toda libertad, es decir la muerte, puede convertirse en fuente de la libertad. ¡Pero este es el misterio del amor de Dios! Jesús mismo lo había anunciado cuando dijo: «Por eso me ama el Padre: porque doy mi vida, para recobrarla de nuevo. Nadie me la quita; yo la doy voluntariamente. Tengo poder para darla y poder para recobrarla de nuevo» (Jn 10,17-18). Jesús lleva a cabo su plena libertad al entregarse a la muerte; Él sabe que solo de esta manera puede obtener la vida para todos.

Pablo había experimentado en primera persona este misterio de amor. Por esto dice a los gálatas, con una expresión extremadamente audaz: «Con Cristo estoy crucificado» (Gal 2,19). En ese acto de suprema unión con el Señor él sabe que ha recibido el don más grande de su vida: la libertad. Sobre la Cruz, de hecho, ha clavado «la carne con sus pasiones y sus apetencias» (5,24). Comprendemos cuánta fe animaba al apóstol, qué grande era su intimidad con Jesús y mientras, por un lado, sentimos que a nosotros nos falta esto, por otro, el testimonio del apóstol nos anima, para vivir una vida libre. No ser esclavos de doctrinas extrañas.

El segundo pilar de la libertad es la verdad. También en este caso es necesario recordar que la verdad de la fe no es una teoría abstracta, sino la realidad de Cristo vivo, que toca directamente el sentido cotidiano y general de la vida personal. La libertad hace libres en la medida en la que transforma la vida
de una persona y la orienta hacia el bien. Para ser realmente libres necesitamos no solo conocernos a nosotros mismos, a nivel psicológico, sino sobre todo hacer verdad en nosotros mismos, a un nivel más profundo. Y ahí, en el corazón, abrirnos a la gracia de Cristo.

La verdad nos debe inquietar. La inquietud es señal de que el Espíritu está trabajando dentor de nosotros. La libertad nos debe plantear continuamente preguntas, para que podamos ir siempre más al fondo de lo que realmente somos. Descubrimos de esta manera que el de la verdad y la libertad es un camino fatigoso que dura toda la vida. Es fatigoso ser libres, pero no imposible. Un camino en el que nos guía y nos sostiene el Amor que viene de la Cruz: el Amor que nos revela la verdad y nos dona la libertad. Y este es el camino de la felicidad. La libertad nos hace libres, alegres y felices.

Saludo en francés

El Papa aborda en su saludo en francés el informé Sauvé sobre la pederastia del clero francés, publicado ayer por el episcopado: “De sus conclusiones resultan números considerables. Deseo expresar a las víctimas mi tristeza, mi dolor por el trauma que han padecido y, también, mi vergüenza, nuestra vergüenza, mi vergüenza por la demasiada larga incapacidad de la Iglesia de colocar a las víctimas en el centro de sus preocupaciones, asegurándoles mi oración. Y rezo y recemos todos juntos: A Tí, Señor, la gloria; a nosotros, la vergüenza. Este es el momento de la vergüenza. Animo a los obispos y a los superiores religiosos a seguir activando todos los esfuerzos para que dramas semejantes no se vuelvan a repetir. Expreso a los sacerdotes de Francia mi cercanía y mmi paternal apoyo en esta prueba, que es dura, pero es saludable. Invito a los católicos franceses a asumir su responsabilidad para garantizar que la Iglesia sea una casa segura para todos”.

Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas:
Hoy reflexionamos sobre la libertad cristiana. En la Carta a los gálatas, san Pablo quiere dejar en claro que es Cristo quien nos hace verdaderamente libres, y que hay que estar atentos para evitar propuestas engañosas que nos quitan esa libertad y nos someten al yugo de la esclavitud.

San Pablo experimentó en primera persona que la libertad es gracia y verdad. Por eso, nos invita a mantenernos firmes en la libertad que recibimos por medio del bautismo.

La libertad cristiana es un don en cuanto fruto de la muerte y resurrección de Jesús. Sólo Él —al entregar libremente su vida por amor a todos— nos libera de la esclavitud del pecado y nos concede los frutos de la vida nueva en el Espíritu. Por otra parte, Jesús es “la verdad que nos hace libres” (cf. Jn 8,32). Sin embargo, vivir en la verdad no es fácil, es un camino arduo y fatigoso. El Señor nos interpela, cuestiona lo que somos realmente, pero nos guía y nos sostiene con su amor.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española que participan en esta Audiencia, de manera particular a las consagradas del Regnum Christi. Pidamos al Señor que nos conceda abrir nuestros corazones a su gracia para poder conocer en Él nuestra verdad más profunda. Así nuestra vida será transformada y caminaremos hacia el bien plenamente libres. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

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