"El drama que atraviesa a todas las pobrezas de manera transversal, es la soledad" El Papa en el Jubileo de los Pobres: "Exhorto a los Jefes de Estado y a los Responsables  de las Naciones a escuchar el grito de los más pobres"

Jubileo de los pobres
Jubileo de los pobres

"Este tiempo se describe como el tiempo de Dios, en el cual, como un  alba que da paso al sol de justicia, las esperanzas de los pobres y humildes recibirán una respuesta  definitiva del Señor"

Aún hoy, «la Iglesia “va peregrinando entre las  persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” anunciando la cruz del Señor hasta que venga»  (Lumen gentium, 8)

"En medio de las persecuciones, los sufrimientos, las dificultades y las opresiones de la vida y  la sociedad, Dios no nos abandona"

"Y en Jesús, su Hijo, la  cercanía de Dios alcanza la máxima expresión del amor. Por eso, la presencia y la palabra de Cristo  se convierten en un júbilo y un jubileo para los más pobres, ya que Él vino a anunciarles la Buena  Nueva y a proclamar el año de gracia del Señor (cf. Lc 4,18-19)"

"Quisiera proponer la figura de san Benito José Labre, que con su vida de  “vagabundo de Dios” podría ser considerado como patrono de todos los pobres sin hogar"

Misa de gala en la basílica de San Pedro para celebrar el Jubileo con los más pobres. León XIV abraza a los más de 10.000 necesitados que representan el "corazón de la Iglesia" y, como decía Francisco, 'la carne de Cristo'. En su homilía, el Papa quiso concretar su defensa de los desfavorecidos con una llamada concreta a los políticos de todo el mundo: "Exhorto por ello a los Jefes de Estado y a los Responsables  de las Naciones a escuchar el grito de los más pobres".

A los poderes públicos, Prevost advirtió de que "no podrá haber paz sin justicia, y los pobres  nos lo recuerdan de muchas maneras, con su migración, así como con su grito tantas veces sofocado  por el mito del bienestar y del progreso que no tiene en cuenta a todos, y que incluso olvida a muchas  criaturas abandonándolas a su propio destino".

Creemos. Crecemos. Contigo

León XIV
León XIV

En clave interna, el Papa aseguró que la Iglesia desea ser "madre de los pobres, lugar de acogida y de justicia", atenta a todo tipo de pobrezas, entre las que subrayó la soledad, porque "el drama que atraviesa a todas las pobrezas de manera transversal, es la soledad". Pero siempre con esperanza y sin caer en la "globalización de la impotencia", conscientes de que "la presencia y la palabra de Cristo  se convierten en un júbilo y un jubileo para los más pobres".

Por eso, León XIV propuso a los fieles la consideración de un santo un tanto desconocido. "Quisiera proponer la figura de san Benito José Labre, que con su vida de  “vagabundo de Dios” podría ser considerado como patrono de todos los pobres sin hogar"

Texto íntegro de la homilía del Papa

Queridos hermanos y hermanas: 

Los últimos domingos del año litúrgico nos invitan a contemplar la historia en su desenlace  final. En la primera lectura, el profeta Malaquías vislumbra la llegada del “día del Señor” como el  comienzo de un tiempo nuevo. Este tiempo se describe como el tiempo de Dios, en el cual, como un  alba que da paso al sol de justicia, las esperanzas de los pobres y humildes recibirán una respuesta  definitiva del Señor, y las obras de los malvados y su injusticia serán erradicadas, quemadas como  paja, especialmente en detrimento de los indefensos y los pobres. 

Cardenales en la misa del jubileo de los pobres
Cardenales en la misa del jubileo de los pobres

Este sol naciente de justicia, como sabemos, es Jesús mismo. El día del Señor, en realidad, no  es sólo el día final de la historia, sino que es el Reino que se acerca a cada persona en la venida del  Hijo de Dios. En el Evangelio, empleando el lenguaje apocalíptico propio de su tiempo, Jesús anuncia  e inaugura este Reino. Él mismo es, de hecho, el señorío de Dios que se hace presente y se abre paso  en los dramáticos acontecimientos de la historia. Por lo tanto, no deben asustar al discípulo sino  hacerlo aún más perseverante en su testimonio y consciente de que la promesa de Jesús siempre está viva y es fiel: «ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza» (Lc 21,18). 

Esta, hermanos y hermanas, es la esperanza a la que nos anclamos, incluso en medio de los  acontecimientos no siempre alegres de la vida. Aún hoy, «la Iglesia “va peregrinando entre las  persecuciones del mundo y los consuelos de Dios” anunciando la cruz del Señor hasta que venga»  (Lumen gentium, 8). Y allí donde todas las esperanzas humanas parecen agotarse, se vuelve aún más  firme la única certeza, más estable que el cielo y la tierra, de que el Señor no permitirá que ni un  cabello de nuestra cabeza perezca. 

En medio de las persecuciones, los sufrimientos, las dificultades y las opresiones de la vida y  la sociedad, Dios no nos abandona. Él se presenta como Aquel que aboga en favor nuestro. Este hilo  conductor recorre toda la Escritura, narrando la historia de un Dios que siempre está del lado de los  más pequeños, del huérfano, del extranjero y de la viuda (cf. Dt 10,17-19). Y en Jesús, su Hijo, la  cercanía de Dios alcanza la máxima expresión del amor. Por eso, la presencia y la palabra de Cristo  se convierten en un júbilo y un jubileo para los más pobres, ya que Él vino a anunciarles la Buena  Nueva y a proclamar el año de gracia del Señor (cf. Lc 4,18-19). 

Nosotros también participamos de manera especial de este año de gracia, precisamente hoy al  celebrar, con esta jornada mundial, el Jubileo de los Pobres. Toda la Iglesia se regocija y se alegra, y  ante todo a ustedes, queridos hermanos y hermanas, deseo transmitirles con fuerza las palabras  irrevocables del Señor Jesús: «Dilexi te - Te he amado» (Ap 3,9). Sí, a pesar de nuestra pequeñez y  pobreza, Dios nos mira como nadie más y nos ama con un amor eterno. Y su Iglesia, aún hoy, quizá  especialmente en nuestro tiempo, todavía herida por pobrezas ―antiguas y nuevas―, desea ser  «madre de los pobres, lugar de acogida y de justicia» (Exhort. ap. Dilexi te, 39).

Jubileo de los pobres
Jubileo de los pobres

¡Cuántas pobrezas oprimen nuestro mundo! Ante todo, son pobrezas materiales, pero también  existen muchas situaciones morales y espirituales, que a menudo afectan sobre todo a los más jóvenes.  Y el drama que las atraviesa a todas de manera transversal, es la soledad. Ella nos desafía a mirar la  pobreza de modo integral, porque ciertamente a veces es necesario responder a las necesidades  urgentes, pero en general lo que debemos desarrollar es una cultura de la atención, precisamente para  romper el muro de la soledad. Por eso queremos estar atentos al otro, a cada persona, allí donde  estamos, allí donde vivimos, transmitiendo esta actitud ya desde la familia, para vivirla concretamente  en los lugares de trabajo y de estudio, en las diversas comunidades, en el mundo digital, en todas  partes, empujándonos hasta los márgenes y convirtiéndonos en testigos de la ternura de Dios. 

Hoy, sobre todo los escenarios de guerra, presentes lamentablemente en diversas regiones del  mundo, parecen confirmarnos en un estado de impotencia. Pero la globalización de la impotencia  nace de una mentira, de creer que esta historia siempre ha sido así y no podrá cambiar. El Evangelio,  en cambio, nos dice que precisamente en las agitaciones de la historia, el Señor viene a salvarnos. Y  nosotros, comunidad cristiana, debemos ser hoy, en medio de los pobres, signo vivo de esta salvación.  

La pobreza interpela a los cristianos, pero interpela también a todos aquellos que en la  sociedad tienen roles de responsabilidad. Exhorto por ello a los Jefes de Estado y a los Responsables  de las Naciones a escuchar el grito de los más pobres. No podrá haber paz sin justicia, y los pobres  nos lo recuerdan de muchas maneras, con su migración, así como con su grito tantas veces sofocado  por el mito del bienestar y del progreso que no tiene en cuenta a todos, y que incluso olvida a muchas  criaturas abandonándolas a su propio destino. 

Jubileo de los pobres
Jubileo de los pobres

A los agentes de la caridad, a los numerosos voluntarios, a quienes se ocupan de aliviar las  condiciones de los más pobres, expreso mi gratitud y al mismo tiempo mi aliento para que sean cada  vez más, conciencia crítica en la sociedad. Ustedes saben bien que la cuestión de los pobres reconduce  a lo esencial de nuestra fe, que para nosotros son la misma carne de Cristo y no sólo una categoría  sociológica (cf. Dilexi te, 110). Es por esto que «la Iglesia, como madre, camina con los que caminan.  Donde el mundo ve una amenaza, ella ve hijos; donde se levantan muros, ella construye puentes»  (ibíd., 75). 

Comprometámonos todos. Como escribe el apóstol Pablo a los cristianos de Tesalónica (cf.  2 Ts 3,6-13), en la espera del retorno glorioso del Señor no debemos vivir una vida replegada sobre  nosotros mismos ni en un intimismo religioso que se traduzca en desentenderse de los demás y de la  historia. Por el contrario, buscar el Reino de Dios implica el deseo de transformar la convivencia  humana en un espacio de fraternidad y de dignidad para todos, sin excluir a nadie. Está siempre a la  vuelta de la esquina el peligro de vivir como viajeros distraídos, desatentos al destino final e  indiferentes hacia quienes comparten el camino con nosotros. 

En este Jubileo de los Pobres dejémonos inspirar por el testimonio de los santos y santas que  han servido a Cristo en los más necesitados y lo han seguido en la vía de la pequeñez y de entrega.  De manera especial, quisiera proponer la figura de san Benito José Labre, que con su vida de  “vagabundo de Dios” podría ser considerado como patrono de todos los pobres sin hogar.  

Jubileo de los pobres
Jubileo de los pobres

Que la Virgen María, que en el Magníficat sigue recordándonos las elecciones de Dios y se  hace la voz de los que no tienen voz, nos ayude a entrar en la nueva lógica del Reino, para que en  nuestra vida de cristianos se haga presente el amor de Dios que acoge, perdona, venda las heridas,  consuela y sana. 

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