El Papa reivindica el papel de las mujeres en la festividad de la Asunción de María León XIV: "Los constructores de puentes en un mundo hecho pedazos son la alegría de la Iglesia"

"María somos nosotros cuando no huimos, somos nosotros cuando respondemos con nuestro “sí” a su “sí”"
"Las palabras y las decisiones de muerte parecen prevalecer, pero la vida de Dios trunca la desesperación por medio de experiencias concretas de fraternidad, por medio de nuevos gestos de solidaridad"
"El canto de María, su Magníficat, refuerza en la esperanza a los humildes, a los hambrientos, a los siervos diligentes de Dios. Son las mujeres y los hombres de las Bienaventuranzas, que ya ven lo invisible aun estando en la tribulación: los poderosos derribados de sus tronos, los ricos con las manos vacías, las promesas de Dios realizadas"
"También hoy las comunidades cristianas pobres y perseguidas, los testigos de la ternura y del perdón en los lugares de conflicto, los operadores de paz y los constructores de puentes en un mundo hecho pedazos son la alegría de la Iglesia, son su permanente fecundidad, las primicias del Reino que viene"
"El canto de María, su Magníficat, refuerza en la esperanza a los humildes, a los hambrientos, a los siervos diligentes de Dios. Son las mujeres y los hombres de las Bienaventuranzas, que ya ven lo invisible aun estando en la tribulación: los poderosos derribados de sus tronos, los ricos con las manos vacías, las promesas de Dios realizadas"
"También hoy las comunidades cristianas pobres y perseguidas, los testigos de la ternura y del perdón en los lugares de conflicto, los operadores de paz y los constructores de puentes en un mundo hecho pedazos son la alegría de la Iglesia, son su permanente fecundidad, las primicias del Reino que viene"
"Dios vence a la muerte, pero no sin nosotros". El Papa León XIV presidió este viernes, fiesta de la Asunción, la misa en la parroquia de Santo Tomás de Villanueva de Castel Gandolfo, donde pasa un segundo período de descanso, que se prolongará hasta el domingo. En su homilía, Prevost reivindicó el papal de María Nazaret en la Salvación.
"En María de Nazaret está nuestra historia", repasó el pontífice, quien recordó cómo "encarnándose en ella, el Dios de la vida y de la libertad ha vencido a la muerte". Como hizo María, "suyo es el reino, pero nuestro es el “sí” a su amor que todo puede cambiar". Como hizo Jesús, que "en la cruz, venció la confianza; venció el amor, que es capaz de ver aquello que aún no llega; venció el perdón".
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"Y María estaba; estaba allí, unida al Hijo. Hoy podemos intuir que María somos nosotros cuando no huimos, somos nosotros cuando respondemos con nuestro “sí” a su “sí”", subrayó Prevost, recordando a "los mártires de nuestro tiempo, los testigos de la fe y de la justicia, de la mansedumbre y de la paz" en los que ese “sí” "sigue viviendo y sigue enfrentando a la muerte".
El Evangelio de la liturgia de hoy es el de la Visitación de María a Isabel. "Es hermoso regresar a ese momento en el día en que celebramos la meta final de su existencia", apuntó el Papa, señalando la relevancia del Magnificat que ofrece la joven María y que, al encuentrarse con su prima, "se contiene el secreto de cualquier otro día, de cualquier otra época".

"La sorprendente fecundidad de la estéril Isabel confirmó a María en su confianza; le anticipó la fecundidad de su “sí”, que se prolonga en la fecundidad de la Iglesia y de toda la humanidad, cuando la Palabra renovadora de Dios es acogida", aplaudió Prevost. "Ese día dos mujeres se encontraron en la fe, después permanecieron tres meses juntas para ayudarse, no sólo en las cosas prácticas, sino en un nuevo modo de leer la historia".
"De esa manera, hermanas y hermanos, la resurrección entra también en nuestro mundo", insistió el Papa. "Las palabras y las decisiones de muerte parecen prevalecer, pero la vida de Dios trunca la desesperación por medio de experiencias concretas de fraternidad, por medio de nuevos gestos de solidaridad". Y es que la resurrección "modifica nuestro habitar en la tierra", señaló el pontífice.

Y eso se ve en el Magnifict, que "refuerza en la esperanza a los humildes, a los hambrientos, a los siervos diligentes de Dios". "Son las mujeres y los hombres de las Bienaventuranzas, que ya ven lo invisible aun estando en la tribulación: los poderosos derribados de sus tronos, los ricos con las manos vacías, las promesas de Dios realizadas". El Reino, en definitiva.
"En algunas ocasiones, lamentablemente, allí donde predominan las seguridades humanas, un cierto bienestar material y esa relajación que adormece las conciencias, esta fe puede envejecer", advirtió Prevost. ".Es entonces cuando nos invade la muerte, en formas de resignación y queja, de nostalgia e inseguridad", cuando "en lugar de ver que este viejo mundo se acaba, se sigue buscando auxilio en él; el auxilio de los ricos, de los poderosos, que generalmente se acompaña con el desprecio de los pobres y los humildes".

Testigos de ternura y de perdón
"Pero la Iglesia vive en sus miembros frágiles, rejuvenece gracias a su Magníficat", explicó León XIV. "También hoy las comunidades cristianas pobres y perseguidas, los testigos de la ternura y del perdón en los lugares de conflicto, los operadores de paz y los constructores de puentes en un mundo hecho pedazos son la alegría de la Iglesia, son su permanente fecundidad, las primicias del Reino que viene. Muchos de ellos son mujeres, como la anciana Isabel y la joven María; mujeres pascuales, apóstoles de la resurrección. ¡Dejémonos convertir por sus testimonios!".
María, como "signo de que la resurrección de Jesús no fue un caso aislado, ni una excepción". Porque "todos, en Cristo, podemos vencer a la muerte", con confianza y valentía, con "compromiso con la vida de un pueblo". "¡No tengamos miedo de elegir la vida!", culminó el Papa, quien admitió que, "con frecuencia puede parecer peligroso, imprudente. Cuántas voces están siempre ahí susurrándonos: “¿Quién te obliga a que lo hagas? ¡Déjalo! Piensa en tus propios intereses”. Son voces de muerte".
"Nosotros, en cambio, somos discípulos de Cristo. Es su amor el que nos impulsa, alma y cuerpo, en nuestro tiempo. Como individuos y como Iglesia ya no vivimos para nosotros mismos. Es precisamente esto —y sólo esto— lo que hace que se difunda y prevalezca la vida. Nuestra victoria sobre la muerte comienza desde ahora", finalizó.

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