"Derribemos los muros", pide el Papa en la misa celebrada con Cáritas y pobres en Albano León XIV: "Somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres"

Tras la Eucaristía, y el Angelus, Prevost compartirá el almuerzo con más de un centenar de necesitados de Albano, antes de emprender camino de regreso a Roma
"La iglesia por fuera, como algunas realidades humanas, puede parecernos áspera; pero su realidad divina se manifiesta cuando atravesamos la puerta y encontramos acogida"
"Es la decisión de ya no vivir para nosotros mismos y de llevar fuego al mundo. No el fuego de las armas, ni tampoco el de las palabras que incineran a los demás. No, sino el fuego del amor, que se abaja y sirve, que opone el cuidado a la indiferencia y la mansedumbre a la prepotencia; el fuego de la bondad, que no cuesta como los armamentos, sino que renueva el mundo gratuitamente"
"Es la decisión de ya no vivir para nosotros mismos y de llevar fuego al mundo. No el fuego de las armas, ni tampoco el de las palabras que incineran a los demás. No, sino el fuego del amor, que se abaja y sirve, que opone el cuidado a la indiferencia y la mansedumbre a la prepotencia; el fuego de la bondad, que no cuesta como los armamentos, sino que renueva el mundo gratuitamente"
León XIV se siente a gusto en Castel Gandolfo. Se le nota relajado, disfrutando de unos días de descanso relativo, activo pero con otro ritmo, muy diferente al de Roma. Así se le vio durante la misa que presidió en la parroquia de Santa María della Rotonda, en Albano, junto a un centenar largo de pobres con los que después almorzará, antes de emprender regreso a Roma.
En su homilía, Prevost recordó, en línea con el Evangelio, que "Jesús ha vencido la muerte y nosotros ya comenzamos a vencerla con Él". "Es así, cada uno de nosotros llega a la iglesia con ciertos cansancios y miedos —a veces más pequeños, a veces más grandes— y de repente estamos menos solos, estamos juntos y encontramos la Palabra y el Cuerpo de Cristo", explicó el Papa. "De esa manera, nuestro corazón recibe una vida que va más allá de la muerte. Es el Espíritu Santo, el Espíritu del Resucitado, el que hace esto entre nosotros y en nosotros, silenciosamente, domingo tras domingo y día tras día".
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Dirigiéndose a los presentes, les explicó que se encontraban en un antiguo santuario, llamado 'Rotonda' por su forma circular, que "nos hace sentir acogidos en el seno de Dios", una hermosa parábola de lo que debería ser la realidad. "La iglesia por fuera, como algunas realidades humanas, puede parecernos áspera; pero su realidad divina se manifiesta cuando atravesamos la puerta y encontramos acogida" explicó.

"Entonces nuestra pobreza, nuestra vulnerabilidad y sobre todo los fracasos por los que podemos ser despreciados y juzgados —y en ocasiones nosotros mismos nos despreciamos y nos juzgamos— son finalmente acogidos en la dulce fuerza de Dios, un amor sin asperezas e incondicional", sostuvo ante los pobres.
En el Evangelio de hoy, Jesús pronuncia una frase provocadora: "¿Piensan ustedes que he venido a traer paz a la tierra? No, les digo que he venido a traer la división". "Casi le responderíamos: 'Pero cómo, Señor, ¿también tú? Ya tenemos demasiadas divisiones. ¿No eres precisamente tú el que dijo en la última cena: Les dejo la paz, les doy mi paz?'", se preguntó el Papa. "Sí —nos podría responder el Señor— soy yo. Pero recuerden que esa tarde, mi última tarde, agregué inmediatamente a propósito de la paz: Les doy mi paz, pero no como la da el mundo. ¡No se inquieten ni teman!".

"Queridos amigos, el mundo nos acostumbra a intercambiar la paz con la comodidad, el bien con la tranquilidad" trazó Prevost, quien admitió que familiares o amigos "nos aconsejarán que no arriesguemos ni nos desgastemos, porque lo importante es estar tranquilos y los demás no merecen ser amados". Jesús, en cambio, "se sumergió en nuestra humanidad con valentía".
De haí el "bautismo" del que habla jesús. "Es la decisión de ya no vivir para nosotros mismos y de llevar fuego al mundo. No el fuego de las armas, ni tampoco el de las palabras que incineran a los demás. No, sino el fuego del amor, que se abaja y sirve, que opone el cuidado a la indiferencia y la mansedumbre a la prepotencia; el fuego de la bondad, que no cuesta como los armamentos, sino que renueva el mundo gratuitamente".
"Puede costar incomprensión, burlas, e incluso persecución, pero no hay mayor paz que la de tener su llama en nosotros", insistió, agradeciendo a los voluntarios de Cáritas "que se comprometen para llevar el fuego de la caridad. Y los animo a no distinguir entre el que asiste y el que es asistido, entre el que parece dar y el que parece recibir, entre el que se presenta pobre y el que siente la necesidad de ofrecer tiempo, capacidades y ayuda".
"No dejemos al Señor fuera de nuestras iglesias, de nuestras casas y de nuestra vida. Más bien, dejémoslo entrar en los pobres, y entonces haremos paz también con nuestra pobreza, a la que tememos y negamos cuando buscamos a toda costa tranquilidad y seguridad"
Cada uno es un don para los demás
"Somos la Iglesia del Señor, una Iglesia de pobres, todos preciosos, todos partícipes, cada uno portador de una Palabra única de Dios", clamó el Papa. "Cada uno es un don para los demás", prosiguió. Por ello, pidió que "derribemos los muros", agradeciendo a los cristianos que trabajan "en cada comunidad cristiana para facilitar el encuentro entre personas distintas por su procedencia, por su situación económica, psicológica, afectiva".

Porque, concluyó, "sólo juntos, sólo siendo un único Cuerpo en el que aun el más frágil participa en plena dignidad, seremos el Cuerpo de Cristo, la Iglesia de Dios". "Esto sucede cuando el fuego que Jesús ha venido a traer quema los prejuicios, las cautelas y los miedos que siguen marginando a quienes llevan escrita la pobreza de Cristo en su propia historia", trazó.
Sólo juntos, sólo siendo un único Cuerpo en el que aun el más frágil participa en plena dignidad, seremos el Cuerpo de Cristo, la Iglesia de Dios
"No dejemos al Señor fuera de nuestras iglesias, de nuestras casas y de nuestra vida. Más bien, dejémoslo entrar en los pobres, y entonces haremos paz también con nuestra pobreza, a la que tememos y negamos cuando buscamos a toda costa tranquilidad y seguridad".
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