"La Eucaristía no se celebra solo en el altar, sino también en la vida cotidiana", dice en la audiencia León XIV vuelve a advertir del peligro de la guerra nuclear al recordar el 80º aniversario de Hiroshima y Nagasaki

El Papa pasa ante una bandera de su país natal
El Papa pasa ante una bandera de su país natal RD/Captura

Nuevo ciclo de catequesis, "Jesucristo, nuestra esperanza", que ha iniciado este miércoles, 6 de agosto, en la fiesta de la Transfiguración del Señor, León XIV, para "reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús", empezando, como inicio el Papa, por meditar sobre "una palabra que parece sencilla, pero que custodia un secreto precioso de la vida cristiana: preparar"

El Papa invitó preguntarse "¿qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy «preparar»? Quizás renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está dispuesto"

A la hora de los saludos, el Papa recordaron que estos día se está celebrando el 80º aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, motivo por el cual, señaló, "deseo asegurar mi oración por todos los que sufrieron los efectos químicos, psicológicos y sociales"

Nuevo ciclo de catequesis, "Jesucristo, nuestra esperanza", que ha iniciado este miércoles, 6 de agosto, en la fiesta de la Transfiguración del Señor, León XIV, para "reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús", empezando, como inicio el Papa, por meditar sobre "una palabra que parece sencilla, pero que custodia un secreto precioso de la vida cristiana: preparar".

"Hoy, como entonces, hay una cena que preparar. No se trata solo de la liturgia, sino de nuestra disponibilidad a entrar en un gesto que nos supera. La Eucaristía no se celebra solo en el altar, sino también en la vida cotidiana, donde es posible vivir todo como ofrenda y acción de gracias", remarcó el papa Prevost, apuntando que "prepararse para celebrar esta acción de gracias no significa hacer más, sino dejar espacio. Significa quitar lo que estorba, rebajar las pretensiones, dejar de cultivar expectativas irreales".

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"Con demasiada frecuencia, de hecho, confundimos los preparativos con las ilusiones", prosiguió. "Las ilusiones nos distraen, los preparativos nos orientan. Las ilusiones buscan un resultado, los preparativos hacen posible un encuentro. El amor verdadero —nos recuerda el Evangelio— se da incluso antes de ser correspondido. Es un don anticipado. No se basa en lo que recibe, sino en lo que desea ofrecer".

"También nosotros estamos invitados a «preparar la Pascua» del Señor. No solo la litúrgica, sino también la de nuestra vida. Cada gesto de disponibilidad, cada acto gratuito, cada perdón ofrecido por adelantado, cada esfuerzo aceptado con paciencia es una forma de preparar un lugar donde Dios puede habitar", destacó el Pontífice.

El Papa lee su catequesis
El Papa lee su catequesis RD/Captura

En este sentido, el Papa invitó preguntarse "¿qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy «preparar»? Quizás renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está dispuesto".

"Que el Señor nos conceda ser humildes preparadores de su presencia. Y, en esta disponibilidad cotidiana, crezca también en nosotros esa confianza serena que nos permite afrontar todo con el corazón libre. Porque donde se ha preparado el amor, la vida puede realmente florece", concluyó su catequesis León XIV.

Fieles en la plaza de san Pedro para la audiencia general
Fieles en la plaza de san Pedro para la audiencia general RD/Captura

A la hora de los saludos, el Papa recordó que estos días se está celebrando el 80º aniversario de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, motivo por el cual, señaló, "deseo asegurar mi oración por todos los que sufrieron los efectos químicos, psicológicos y sociales", de aquellas bombas atómicas lanzadas sobre esas ciudades niponas.

"No obstante el paso de los años, esos trágicos eventos son un ejemplo universal de la devastación causada por la guerra nuclear. Deseo que en el mundo, marcado por tantas tensiones y conflictos sangrientos, que basan su seguridad sobre la amenaza de las armas, cesen las armas y den paso a la justicia y a la fraternidad".

Texto de la Audiencia General

Queridos hermanos y hermanas,

seguimos nuestro camino jubilar al descubrimiento del rostro de Cristo, en el que nuestra esperanza toma forma y consistencia. Hoy comenzamos a reflexionar sobre el misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús. Iniciemos meditando una palabra que parece sencilla, pero que custodia un secreto precioso de la vida cristiana: preparar.

En el Evangelio de Marcos se cuenta que «el primer día de la fiesta de los panes Acimos, cuando se inmolaba la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la comida pascual?”». (Mc 14,12). Es una pregunta práctica, pero también cargada de expectación. Los discípulos intuyen que algo importante está a punto de suceder, pero no conocen los detalles. La respuesta de Jesús parece casi un enigma: «Vayan a la ciudad; allí se encontrarán con un hombre que lleva un cántaro de agua.» (v. 13). Los detalles se vuelven simbólicos: un hombre que lleva un cántaro —gesto habitualmente femenino en aquella época—, una sala en el piso superior ya preparada, un dueño de la casa desconocido. Es como si todas las cosas hubieran sido preparadas de antemano. De hecho, así es. En este episodio, el Evangelio nos revela que el amor no es fruto del azar, sino de una elección consciente. No se trata de una simple reacción, sino de una decisión que requiere preparación. Jesús no afronta su pasión por fatalidad, sino por fidelidad a un camino acogido y recorrido con libertad y cuidado. Esto es lo que nos consuela: saber que el don de su vida nace de una intención profunda, no de un impulso repentino.

Fieles en la plaza de san Pedro para la audiencia general
Fieles en la plaza de san Pedro para la audiencia general RD/Captura

Esa «sala en el piso superior ya preparada» nos dice que Dios siempre nos precede. Incluso antes de que nos demos cuenta de que necesitamos acogida, el Señor ya ha preparado para nosotros un espacio donde reconocernos y sentirnos sus amigos. Este lugar es, en el fondo, nuestro corazón: una “sala” que puede parecer vacía, pero que solo espera ser reconocida, llenada y custodiada. La Pascua, que los discípulos deben preparar, está en realidad ya preparada en el corazón de Jesús. Es Él quien lo ha pensado todo, dispuesto todo, decidido todo. Sin embargo, pide a sus amigos que hagan su parte. Esto nos enseña algo esencial para nuestra vida espiritual: la gracia no elimina nuestra libertad, sino que la despierta. El don de Dios no anula nuestra responsabilidad, sino que la hace fecunda.

Hoy, como entonces, hay una cena que preparar. No se trata solo de la liturgia, sino de nuestra disponibilidad a entrar en un gesto que nos supera. La Eucaristía no se celebra solo en el altar, sino también en la vida cotidiana, donde es posible vivir todo como ofrenda y acción de gracias. Prepararse para celebrar esta acción de gracias no significa hacer más, sino dejar espacio. Significa quitar lo que estorba, rebajar las pretensiones, dejar de cultivar expectativas irreales. Con demasiada frecuencia, de hecho, confundimos los preparativos con las ilusiones. Las ilusiones nos distraen, los preparativos nos orientan. Las ilusiones buscan un resultado, los preparativos hacen posible un encuentro. El amor verdadero —nos recuerda el Evangelio— se da incluso antes de ser correspondido. Es un don anticipado. No se basa en lo que recibe, sino en lo que desea ofrecer. Es lo que Jesús vivió con los suyos: mientras ellos aún no entendían, mientras uno estaba a punto de traicionarlo y otro de renegar de él, Él preparaba una cena de comunión para todos.

León XIV preside la audiencia general en la plaza de san Pedro
León XIV preside la audiencia general en la plaza de san Pedro RD/Captura

Queridos hermanos y hermanas, también nosotros estamos invitados a «preparar la Pascua» del Señor. No solo la litúrgica, sino también la de nuestra vida. Cada gesto de disponibilidad, cada acto gratuito, cada perdón ofrecido por adelantado, cada esfuerzo aceptado con paciencia es una forma de preparar un lugar donde Dios puede habitar. Podemos entonces preguntarnos: ¿qué espacios de mi vida necesito reordenar para que estén listos para acoger al Señor? ¿Qué significa para mí hoy «preparar»? Quizás renunciar a una pretensión, dejar de esperar que el otro cambie, dar el primer paso. Quizás escuchar más, obrar menos o aprender a confiar en lo que ya está dispuesto.

Si acogemos la invitación a preparar el lugar de la comunión con Dios y entre nosotros, descubrimos que estamos rodeados de signos, encuentros, palabras que nos orientan hacia esa sala, espaciosa y ya preparada, en la que se celebra incesantemente el misterio de un amor infinito, que nos sostiene y siempre nos precede. Que el Señor nos conceda ser humildes preparadores de su presencia. Y, en esta disponibilidad cotidiana, crezca también en nosotros esa confianza serena que nos permite afrontar todo con el corazón libre. Porque donde se ha preparado el amor, la vida puede realmente florecer.

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