"¡Caminamos la superficie de nuestra Iglesia, pero quizás el corazón está en otra parte!", dice el Papa León XIV condena "el vil atentado de Damasco" y dice a los cristianos de Oriente Medio que "la Iglesia está con vosotros"

León XIV saluda a los fieles
León XIV saluda a los fieles

Última audiencia general de León XIV antes de sus vacaciones, ya que las de julio estarán suspendidas, retomándolas el último miércoles de ese mes, el día 30. En la de este miércoles, de nuevo en una plaza de San Pedro repleta de fieles y de sol, el Papa reflexionó a propósito de las curaciones de Jesús

"Quizás también hoy tantas personas se acercan a Jesús de manera superficial, sin creer de verdad en su potencia. ¡Caminamos la superficie de nuestra Iglesia, pero quizás el corazón está en otra parte!", indicó el papa Prevost, en lo que es su segunda alusión a la superficialidad, tras la advertencia que hizo ayer en ese sentido en el Jubileo de los Seminaristas

A la hora de los saludos a los fieles, el Papa se refirió al "vil atentado terrorista" del pasado domingo "contra la comunidad ortodoxa en Damasco". Pidió por las víctimas, heridos y familiares y, señaló, "a los cristianos de Oriente Medio les digo que toda la Iglesia está cercana a ellos"

Última audiencia general de León XIV antes de sus vacaciones, ya que las de julio estarán suspendidas, retomándolas el último miércoles de ese mes, el día 30. En la de este miércoles, de nuevo en una plaza de San Pedro repleta de fieles y de sol, el Papa reflexionó a propósito de las curaciones de Jesús, centrándose en la de la niña moribunda y en la de la hemorroísa, y trayéndolas al presente como "señal de esperanza" y de cura para "una enfermedad muy difundida en nuestro tiempo [que] es el cansancio de vivir".

"Cada vez que realizamos un acto de fe dirigido a Jesús, se establece un contacto con Él e inmediatamente su gracia sale de Él. A veces no nos damos cuenta, pero de una forma secreta y real la gracia nos alcanza y lentamente trasforma la vida desde dentro", señaló el Papa, en relación a la fe que guió al padre de la niña y a la mujer que sufría pérdidas de sangre.

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"Quizás también hoy tantas personas se acercan a Jesús de manera superficial, sin creer de verdad en su potencia. ¡Caminamos la superficie de nuestra Iglesia, pero quizás el corazón está en otra parte!", indicó el papa Prevost, en lo que es su segunda alusión a la superficialidad, tras la advertencia que hizo ayer en ese sentido en el Jubileo de los Seminaristas.

"Aquel gesto de Jesús nos muestra que Él no solo sana toda enfermedad, sino que también despierta de la muerte", destacó León XIV, para alertar de que "la muerte verdadera es aquella del alma: ¡de esta debemos tener miedo!".

Audiencia general de León XIV
Audiencia general de León XIV RD/Captura

"En la vida hay momentos de desilusión y de desánimo, y hay también la experiencia de la muerte. Aprendamos de aquella mujer, de aquel padre: vamos hacia Jesús: Él puede sanarnos, puede hacernos renacer. ¡Él es nuestra esperanza!", enfatizó el Papa, quien, además, se preguntó: "¿Cuándo nuestros muchachos se encuentran en crisis y tienen necesidad de nutrición espiritual, sabemos dársela? ¿Y cómo podemos hacerlo si nosotros mismos no nos nutrimos del Evangelio?", en relación al gesto de Jesús, cuando, tras curar a la hija de Jairo, pidió que le dieran de comer.

"Vil atentado en Damasco"

A la hora de los saludos a los fieles, el Papa se refirió al "vil atentado terrorista" del pasado domingo "contra la comunidad ortodoxa en Damasco". Pidió por las víctimas, heridos y familiares y, señaló, "a los cristianos de Oriente Medio les digo que toda la Iglesia está cercana a ellos".

"Este trágico suceso vuelve a recordar la profunda fragilidad que sufre Siria tras años de conflictos y desestabilizaciones" añadió, remarcando que "es fundamental que la comunidad internacional dirija su mirada a este país y continúe dándole apoyo, y con un renovado compromiso por la paz y la reconciliación".

Igualmente pidió que "no se debe aprender nunca el arte de la guerra", señaló en alusión al conflicto entre Israel e Irán y Palestina, que sigue "con atención y esperanza", y exhortó a que "se alcance la vía del diálogo y de la paz".

Vista de la plaza de San Pedro llena de peregrinos
Vista de la plaza de San Pedro llena de peregrinos RD/Captura

Texto de la Audiencia General

Queridos hermanos y hermanas,

hoy también meditamos sobre las curaciones de Jesús como señal de esperanza. En Él hay una fuerza que nosotros también podemos experimentar cuando entramos en relación con su Persona.

Una enfermedad muy difundida en nuestro tiempo es el cansancio de vivir: la realidad nos parece demasiado compleja, pesada, difícil de afrontar. Y entonces nos apagamos, nos adormecemos, con la ilusión que al despertarnos las cosas serán diferentes. Pero la realidad va afrontada, y junto con Jesús podemos hacerlo bien. A veces nos sentimos bloqueados por el juicio de aquellos que pretenden colocar etiquetas a los demás.

Me parece que estas situaciones puedan cotejarse con un pasaje del Evangelio de Marcos, donde se entrelazan dos historias: aquella de una niña de doce años, que yace en su lecho enferma a punto de morir; y aquella de una mujer, que, precisamente desde hace doce años, tiene pérdidas de sangre y busca a Jesús para sanarse (cfr Mc 5,21-43).

Entre estas dos figuras femeninas, el Evangelista coloca al personaje del padre de la muchacha: él no se queda en casa lamentándose por la enfermedad de la hija, sino sale y pide ayuda. Si bien sea el jefe de la sinagoga, no pone pretensiones argumentando su posición social. Cuando hay que esperar no pierde la paciencia y espera. Y cuando le vienen a decir que su hija ha muerto y es inútil disturbar al Maestro, él sigue teniendo fe y continúa esperando.

El coloquio de este padre con Jesús es interrumpido por la mujer que padecía flujo de sangre, que logra acercarse a Jesús y tocar su manto (v. 27). Con gran valentía esta mujer ha tomado la decisión que cambia su vida: todos seguían diciéndole que permanezca a distancia, que no se deje ver. La habían condenado a quedarse escondida y aislada. A veces también nosotros podemos ser víctimas del juicio de los demás, que pretenden colocarnos un vestido que no es el nuestro. Y entonces estamos mal y no logramos salir de eso.

Aquella mujer emboca el camino de la salvación cuando germina en ella la fe que Jesús puede sanarla: entonces encuentra la fuerza para salir e ir a buscarlo. Al menos quiere llegar a tocar sus vestidos. Alrededor de Jesús había una muchedumbre, muchas personas lo tocaban, pero a ellos no les pasó nada. En cambio, cuando esta mujer toca a Jesús, se sana. ¿Dónde está la diferencia? Comentando este punto del texto, San Agustín dice – en nombre de Jesús –: «La multitud apretuja, la fe toca» (Sermones 243, 2, 2). Y así: cada vez que realizamos un acto de fe dirigido a Jesús, se establece un contacto con Él e inmediatamente su gracia sale de Él. A veces no nos damos cuenta, pero de una forma secreta y real la gracia nos alcanza y lentamente trasforma la vida desde dentro.

Quizás también hoy tantas personas se acercan a Jesús de manera superficial, sin creer de verdad en su potencia. ¡Caminamos la superficie de nuestra iglesia, pero quizás el corazón está en otra parte! Esta mujer, silenciosa y anónima, derrota a sus temores, tocando el corazón de Jesús con sus manos consideradas impuras a causa de la enfermedad. Y he aquí que inmediatamente se siente curada. Jesús le dice: «Hija, tu fe te ha salvado. Vete en paz» (Mc 5,34).

Mientras tanto, llevaron a aquel padre la noticia que su hija había muerto. Jesús le dice: «¡No temas, basta que creas!» (v. 36). Luego fue a su casa y, viendo que todos lloraban y gritaban, dijo: «La niña no está muerta, sino que duerme» (v. 39). Luego entra donde está la niña, le toma la mano y le dice: «Talitá kum», “¡Niña, levántate!”. La muchacha se levanta y se pone a caminar (cfr vv. 41-42). Aquel gesto de Jesús nos muestra que Él no solo sana toda enfermedad, sino que también despierta de la muerte. Para Dios, que es Vida eterna, la muerte del cuerpo es como un sueño. La muerte verdadera es aquella del alma: ¡de esta debemos tener miedo!

Un último detalle: Jesús, luego de haber resucitado a la niña, dice a los padres que le den de comer (cfr v. 43). Esta es otra señal muy concreta de la cercanía de Jesús a nuestra humanidad. Podemos también entenderlo en sentido más profundo y preguntarnos: ¿cuándo nuestros muchachos se encuentran en crisis y tienen necesidad de nutrición espiritual, sabemos dársela? ¿Y cómo podemos hacerlo si nosotros mismos no nos nutrimos del Evangelio?

Queridos hermanos y hermanas, en la vida hay momentos de desilusión y de desánimo, y hay también la experiencia de la muerte. Aprendamos de aquella mujer, de aquel padre: vamos hacia Jesús: Él puede sanarnos, puede hacernos renacer. ¡Él es nuestra esperanza!

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