Pide para Haití "una transición serena" hacia un país con "sólidas instituciones" Papa: “Desde la Cruz, cátedra de Dios, el Señor nos enseña que la gloria verdadera, la que hace feliz, está hecha de entrega y perdón”

El Papa, en el ángelus
El Papa, en el ángelus

“La gloria, para Dios, no corresponde al éxito humano, a la fama o a la popularidad”

“Para Dios la gloria es amar hasta dar la vida”

“Cuando nos entregamos y perdonamos, en nosotros resplandece la gloria de Dios” 

El Papa pide para Haití "una transición serena hacia un país que, con la ayuda de la comunidad internacional, sea dotado de sólidas instituciones, capaces de volver a llevar el orden y la tranquilidad a sus ciudadanos".

Con voz clara y potente y buen aspecto, en la catequesis desde la cátedra de la ventana, el Papa Francisco explica qué es la gloria de Dios y por qué se manifiesta en la Cruz. “La gloria, para Dios, no corresponde al éxito humano, a la fama o a la popularidad”, dice, sino que, “para Dios la gloria es amar hasta dar la vida” y “la entrega y perdón son la esencia de la gloria de Dios”. Por eso, desde la Cruz, “cátedra de Dios”, el Señor “nos enseña que la gloria verdadera, la que nunca se desvanece y hace feliz, está hecha de entrega y perdón”.

En los saludos, tras el ángelus, el Papa, además de recordar y rezar pos las poblaciones de Ucrania, Palestina, Israel y Sudán del Sur, pidió para Haití "una transición serena hacia un país que, con la ayuda de la comunidad internacional, sea dotado de sólidas instituciones, capaces de volver a llevar el orden y la tranquilidad a sus ciudadanos"

Campaña en defensa del Papa: Yo con Francisco

La gloria de la Cruz

Las palabras del Papa en la oración del Ángelus 

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Hoy, quinto Domingo de Cuaresma, mientras nos acercamos a la Semana Santa, Jesús en el Evangelio (cf. Jn 12,20-33) nos dice una cosa importante: que en la Cruz veremos su gloria y la del Padre (cf. vv. 23.28). ¿Pero cómo es posible que la gloria de Dios se manifieste precisamente ahí, en la Cruz? Uno podría pensar que eso sucedería en la Resurrección, no en la Cruz, que es una derrota, un fracaso. En cambio, hoy Jesús, hablando de su Pasión, dice: «Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre» (v. 23).  ¿Qué quiere decirnos? 

Quiere decirnos que la gloria, para Dios, no corresponde al éxito humano, a la fama o a la popularidad:  no tiene nada de autorreferencial, no es una manifestación grandiosa de potencia a la que siguen los aplausos del público. Para Dios la gloria es amar hasta dar la vida. Glorificarse, para Él, quiere decir entregarse, hacerse accesible, ofrecer su amor. Y esto sucedió de manera culminante en la Cruz, donde Jesús desplegó al máximo el amor de Dios, revelando plenamente su rostro de misericordia, entregándonos la vida y perdonando a quienes lo crucificaron. 

Desde la Cruz, “cátedra de Dios”, el Señor nos enseña que la gloria verdadera, la que nunca se desvanece y hace feliz, está hecha de entrega y perdón. Entrega y perdón son la esencia de la gloria de Dios.  Y son para nosotros el camino de la vida. Entrega y perdón: criterios muy diferentes a lo que vemos a nuestro alrededor, y también en nosotros, cuando pensamos en la gloria como en algo que hay que recibir más que dar; como algo que hay que poseer en vez de ofrecer. Pero la gloria mundana pasa y no deja alegría en el corazón; ni siquiera lleva al bien de todos, sino a la división, a la discordia, a la envidia. 

La gloria de la cruz

Y entonces podemos preguntarnos: ¿Cuál es la gloria que deseo para mí, para mi vida, la que sueño para mi futuro? ¿La de impresionar a los demás por mi maestría, por mis capacidades o por las cosas que poseo? ¿O la vía de la entrega y del perdón, la de Jesús Crucificado, la vía de quien no se cansa de amar, convencido de que eso da testimonio de Dios en el mundo y hace resplandecer la belleza de la vida?  Recordemos, de hecho, que, cuando entregamos y perdonamos, en nosotros resplandece la gloria de Dios. 

Que la Virgen María, que siguió con fe a Jesús en la hora de la Pasión, nos ayude a ser reflejos vivientes del amor de Jesús. 

Haití
Haití

Saludos tras el ángelus

 He sabido con alivio que, en Haití, han sido liberados un profesor y cuatro religiosas del Instituto Hermanas del Sagrado Corazón, secuestradas el pasado 23 de febrero. Pido que sean liberadas cuando antes las otras dos religiosas y todas las personas que todavía siguen secuestradas en esa amado país, probado por tanta violencia.

Invito a todos los actores políticos y sociales a abandonar cualquier interés particular y a empeñarse con espíritu solidario en la búsqueda del bien común, apoyando una transición serena hacia un país que, con la ayuda de la comunidad internacional, sea dotado de sólidas instituciones, capaces de volver a llevar el orden y la tranquilidad a sus ciudadanos.

Seguimos rezando por las poblaciones martirizadas por la guerra en Ucrania, en Palestina, en Israel, en Sudán del Sur. Y no olvidemos la Siria, un país que sufre tanto por la guerra desde hace tiempo.

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