"Es necesario rezar más intensamente, cada vez que el camino toma una curva hacia arriba" Papa Francisco: “No olvides nunca que Jesús está rezando por ti en este mismo momento”

Jesús, modelo de oración
Jesús, modelo de oración

"Jesús fue maestro y amigo, siempre dispuesto a esperar pacientemente la conversión del discípulo"

"Los grandes puntos de inflexión de la misión de Jesús van siempre precedidos de una oración intensa y prolongada"

"Jesús fue maestro y amigo, siempre dispuesto a esperar pacientemente la conversión del discípulo"

"Los grandes puntos de inflexión de la misión de Jesús van siempre precedidos de una oración intensa y prolongada"

"Apoyadas en la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y se elevan hasta el Cielo"

'Jesús modelo de nuestra oración' es el tema abordado por el Papa Francisco en la catequesis de los miércoles en el patio de San Dámaso. Por eso, Jesús, explicó el Papa, consciente de la debilidad de sus discípulos, siempre estaba dispuesto a “esperar pacientemente su conversión”. “Apoyadas en la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y se elevan hasta el Cielo” y, además, no podemos olvidar que “Jesús está rezando por mí en este mismo momento”

Se nota que el Papa tiene hambre de estar con su gente, con el santo pueblo de Dios. En un lugar recogido, como el patio de San Dámaso, dedica más de tres cuartos de hora a saludar, estrechar manos, firmar libros y postales, recoger flores y, sobre todo, bendecir e intercambiar saludos y bromas con los fieles.

Lectura del Evangelio de Lucas: “Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas. Por eso, les otorgo el Reino...Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido permiso para tentarte. Yo recé por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez convertido, confirma en la fe a tus hermanos”.

Audiencia papal en San Dámaso
Audiencia papal en San Dámaso

Catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Los Evangelios nos muestran lo fundamental que era la oración en la relación de Jesús con sus discípulos. Esto ya es evidente en la elección de los que más tarde se convertirían en los Apóstoles. Lucas sitúa su elección en un contexto preciso de oración: "En aquellos días subió al monte a orar y pasó toda la noche orando a Dios. Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos y eligió a doce, a los que también dio el nombre de apóstoles" (6,12-13). Parece que no hay otro criterio en esta elección que la oración, el diálogo con el Padre. A juzgar por el comportamiento posterior de esos hombres, parecería que la elección no fue de las mejores; pero es precisamente esto, especialmente la presencia de Judas, el futuro traidor, lo que demuestra que esos nombres estaban escritos en el plan de Dios.

La oración en favor de sus amigos reaparece continuamente en la vida de Jesús. Los Apóstoles se convierten a veces en motivo de preocupación para él, pero Jesús, como los recibió del Padre, los lleva en su corazón, incluso en sus errores, incluso en sus caídas. En todo esto descubrimos cómo Jesús fue maestro y amigo, siempre dispuesto a esperar pacientemente la conversión del discípulo.

Audiencia en San Dámaso
Audiencia en San Dámaso

El punto culminante de esta paciente espera es la "red" de amor que Jesús teje en torno a Pedro. En la Última Cena le dice: "Simón, Simón, he aquí que Satanás te ha buscado para tamizarte como el trigo; pero yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y cuando te conviertas, confirma a vuestros hermanos". (Lc22:31-32). Es impresionante saber que en ese momento el amor de Jesús no cesa, sino que se hace más intenso y que estamos en el centro de su oración. El amor de Jesús y su oración por nosotros nunca cesa. Jesús reza por mí continuamente delante del Padre. En este momento, Jesús está rezando por mí, sí.

La oración de Jesús vuelve puntualmente en un momento crucial de su camino, el de la verificación de la fe de los discípulos. Escuchemos de nuevo al evangelista Lucas: "Un día Jesús estaba en un lugar solitario orando. Los discípulos estaban con él y les hizo esta pregunta: "¿Quién dice la gente que soy yo?". Ellos respondieron: "Juan el Bautista; otros dicen que Elías; otros uno de los antiguos profetas que resucitó". Entonces les preguntó: "¿Pero quién decís que soy yo?". Pedro respondió: "El Cristo de Dios. Les ordenó estrictamente que no se lo dijeran a nadie" (9:18-21). Los grandes puntos de inflexión de la misión de Jesús van siempre precedidos de una oración intensa y prolongada. Esta prueba de fe parece ser una meta, pero en cambio es un punto de partida renovado para los discípulos, porque, a partir de entonces, es como si Jesús tomara un nuevo tono en su misión, hablándoles abiertamente de su pasión, muerte y resurrección.

En esta perspectiva, que despierta instintivamente la repulsión, tanto en los discípulos como en nosotros que leemos el Evangelio, la oración es la única fuente de luz y fuerza. Es necesario rezar más intensamente, cada vez que el camino toma una curva hacia arriba.

Audiencia en San Dámaso
Audiencia en San Dámaso

En efecto, tras anunciar a los discípulos lo que le espera en Jerusalén, tiene lugar el episodio de la Transfiguración. "Jesús tomó consigo a Pedro, Juan y Santiago y subió al monte a orar. Mientras rezaba, su rostro cambió y su vestimenta se volvió blanca y radiante. Y he aquí que dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que habían aparecido en la gloria, y hablaban de su éxodo, que iba a tener lugar en Jerusalén" (Lc 9,28-31). Por tanto, esta manifestación anticipada de la gloria de Jesús tuvo lugar en la oración, mientras el Hijo estaba inmerso en la comunión con el Padre y consentía plenamente en su voluntad de amor, en su plan de salvación. Y, de esa oración, sale una palabra clara para los tres discípulos implicados: "Este es mi Hijo, el elegido; escuchadle" (Lc 9,35).

De este rápido recorrido por el Evangelio, aprendemos que Jesús no sólo quiere que recemos como él reza, sino que nos asegura que, aunque nuestros intentos de oración sean completamente vanos e ineficaces, siempre podemos contar con su oración. Tenemos que se conscientes de que Jesús reza por nosotros. Una vez un obispo valiente me contó: en un momento de su vida de prueba grande, entró en la basílica, miró hacia arriba y vio escrita esta frase: Yo, Pedro, rezaré por ti. Y esto le dio fuerza. Jesús reza por nosotros. Repitan esto. Lo que nos sostiene a cada uno de nosotros es la oración de Jesús.

El Catecismo dice: "La oración de Jesús hace de la oración cristiana una exigencia efectiva. Él es su modelo; reza en nosotros y con nosotros". (n. 2740). Y un poco más adelante añade: "Jesús también reza por nosotros, en nuestro lugar y por nosotros. Todas nuestras peticiones fueron recogidas de una vez por todas en su Grito en la Cruz y respondidas por el Padre en su Resurrección, y por eso no deja de interceder por nosotros ante el Padre" (nº 2741). Aunque nuestras oraciones sólo fueran tartamudas, si se vieran comprometidas por una fe vacilante, nunca debemos dejar de confiar en Él. Apoyadas en la oración de Jesús, nuestras tímidas oraciones se apoyan en alas de águila y se elevan hasta el Cielo. Jesús está rezando por mí ahora mismo.

Rosas para el Papa
Rosas para el Papa

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas:Los Evangelios nos revelan la importancia de la oración en la vida de Jesús y en su relación con sus discípulos. Jesús, antes de elegirlos, se pone en oración, dialoga con el Padre. Como los ha recibido del Padre, así los lleva en su corazón. Y sabiendo que son débiles, ora siempre en favor de ellos. Con sus actitudes y con el testimonio de su oración perseverante, Jesús se revela como maestro y amigo. Él, a pesar de los errores y las caídas de sus discípulos, espera con paciencia su conversión y ruega por ellos al Padre, para que permanezcan a su lado en las pruebas y no pierdan la fe.

Recorriendo las páginas del Evangelio vemos cómo Jesús vive inmerso en diálogo continuo con el Padre, en comunión con Él; toma las decisiones más importantes de su misión después de orar intensa y prolongadamente. Por eso, Jesús es el modelo perfecto del orante: quiere que aprendamos a orar como Él, y nos lo enseña con sus palabras y con su ejemplo.

Jesús nos asegura que, aun cuando sintamos que nuestras oraciones son vanas e ineficaces, Él no nos abandona, está siempre a nuestro lado. Reza en nosotros y con nosotros. Intercede a nuestro favor, y nos alienta a que perseveremos en la oración, sobre todo en los momentos más difíciles de nuestro camino, porque es su oración la que hace que nuestras humildes peticiones sean eficaces y lleguen hasta el cielo.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. En este mes de junio, dedicado al Corazón de Jesús, y en vísperas de celebrar la Solemnidad del Corpus Christi, pidamos al Señor que nos conceda tener un corazón orante, lleno de confianza y de audacia filial, así como la gracia de permanecer siempre unidos a Él y entre nosotros por la participación en el sacramento de su Cuerpo y de su Sangre. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

Un cuadro para el Papa
Un cuadro para el Papa

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