La misión de la 'sanidad católica': “que cada persona que se acerque a nosotros con necesidad se sienta querida” Papa: “Hoy quiero renovar mi 'agradecimiento' por las atenciones y el cariño que he recibido aquí”

El Papa, en la Universidad del Sacro Cuore
El Papa, en la Universidad del Sacro Cuore

Al contemplar el Corazón de Cristo, podemos guiarnos por tres palabras: recuerdo, pasión y consuelo

Con las prisas de hoy, en medio de mil carreras y preocupaciones continuas, estamos perdiendo la capacidad de conmovernos y de sentir compasión, porque estamos perdiendo ese retorno al corazón, a la memoria

Sin memoria perdemos nuestras raíces y sin raíces no crecemos

cultivar entr

cultivar entre nosotros el arte del recuerdo, atesorando los rostros que encontramos

si realmente queremos amar a Dios, debemos apasionarnos por el hombre, por todo hombre, especialmente por aquellos que viven la condición en la que se manifestó el Corazón de Jesús: el dolor, el abandono, el descarte

Papa Francisco se acercó al Policlínico Agostino Gemelli, para presidir la eucaristía con motivo del 60° aniversario de la Facultad de Medicina y Cirugía de la Universidad Católica del Sagrado Corazón. En el hospital donde estuvo ingresado el pasado mes de julio, el Papa agradece los cuidados recibidos a insta a ajercitar la 'terapia de la memoria': “Hoy quiero renovar mi "agradecimiento" por las atenciones y el cariño que he recibido aquí”. Y aprovecha para recordar la misión de la sanidad católica: “que cada persona que se acerque a nosotros con necesidad se sienta querida” o dicho mediante tres palabras: "recuerdo, compasión y consuelo"

La misa se celebra en los jardines del hospital Gemelli, con numeroso público asistente, en un pequeño altar preparado al efecto. Presidido por una pequeña cruz y una imagen del Sagrado Corazón y el escudo de la Universidad.

Tras los primero ritos litúrgicos, el saludo de monseñor Giuliodori, capellán del hospital, que recuerda que el centro y la universidad fueron inaugurados por San Juan XXIII, hace 60 años.

El Papa, en el Gemelli

Saludo de S.E. Mons. Claudio Giuliodori, Asistente eclesiástico general

Padre Santísimo

la gran familia de la Universidad Católica del Sagrado Corazón os acoge con inmensa alegría y os expresa su más profunda gratitud por haber aceptado presidir esta celebración eucarística. Es un gran regalo poder agradecer al Señor con vosotros los 60 años de la Facultad de Medicina y Cirugía. Estamos encantados de verle totalmente recuperado tras los días que ha pasado en nuestro Hospital Gemelli. Fueron días en los que sentimos que estabas especialmente cerca de los pacientes y del personal del hospital, días en los que también nosotros estuvimos espiritualmente cerca de ti con gran afecto e intensa oración.

La puesta en marcha y el desarrollo de este centro universitario es el fruto de un sueño largamente acariciado por el padre Agostino Gemelli y la expresión de su brillante iniciativa educativa, cultural y científica. Cada paso del camino, en estos 60 años de extraordinario crecimiento, ha sido acompañado por el cuidado y el estímulo de los Papas, empezando por el deseo expresado por San Juan XXIII el día de la inauguración: "Que esta Facultad de Medicina florezca, crezca y sea estimada; que todo lo que es alto, puro y bello resida aquí; que muchos médicos excelentes se eduquen y formen aquí". No menos significativos son los numerosos encuentros con San Pablo VI y los diversos discursos y hospitalizaciones de San Juan Pablo II, hasta que ahora con usted, Santidad, siempre hemos sentido el fuerte apoyo y la segura guía del sucesor de Pedro.

Seguimos necesitando consuelo y guía para llevar a cabo la fascinante, pero también difícil y compleja misión de formar testigos del amor misericordioso de Dios: médicos, personal sanitario y administrativo que, siguiendo el ejemplo del buen samaritano, como nos recordaste en el segundo capítulo de la Encíclica Fratelli Tutti, sepan atender a los más necesitados con la máxima competencia científica y con auténtica compasión.

Papa saluda al asistente del hospital
Papa saluda al asistente del hospital

Ayúdenos, Santidad, a ser fieles al carisma de los fundadores y a renovar nuestro compromiso para seguir siendo un signo creíble del amor de Jesús que nos impulsa a ir a todas las periferias y a ser testigos creíbles de esa Iglesia en camino sinodal que sabe convertirse en un "hospital de campaña" para acoger y cuidar a las personas heridas en el cuerpo y en el espíritu.

Gracias de nuevo por su presencia y sus palabras. Que desde el Sagrado Corazón de Jesús nos llegue a todos la saludable medicina de la gracia divina a través de la Eucaristía que has presidido.

Lectura de la carta de San Pablo a los Efesios.

Lectura del Evangelio de Juan

Misa en el Gemelli

Homilía del Santo Padre

Al conmemorar con gratitud el regalo de esta sede de la Universidad Católica, me gustaría compartir algunas reflexiones sobre su nombre. Está dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, al que se dedica este día, el primer viernes del mes. Al contemplar el Corazón de Cristo, podemos guiarnos por tres palabras: recuerdo, pasión y consuelo.

Recordando. Recordar significa "volver con el corazón". ¿A qué nos hace volver el Corazón de Jesús? A lo que ha hecho por nosotros: el Corazón de Cristo nos muestra a Jesús ofreciéndose a sí mismo: es el epítome de su misericordia. Mirándolo -como hace Juan en el Evangelio (19,31-37)-, es natural recordar su bondad, que es gratuita e incondicional, no depende de nuestras obras. Y nos conmueve.

Con las prisas de hoy, en medio de mil carreras y preocupaciones continuas, estamos perdiendo la capacidad de conmovernos y de sentir compasión, porque estamos perdiendo ese retorno al corazón, a la memoria. Sin memoria perdemos nuestras raíces y sin raíces no crecemos. Es bueno que alimentemos la memoria de quienes nos han amado, nos han cuidado, nos han criado. Hoy quiero renovar mi "agradecimiento" por las atenciones y el cariño que he recibido aquí. Creo que en esta época de pandemia, es bueno que recordemos incluso los momentos más dolorosos: no para entristecernos, sino para no olvidar, y para orientar nuestras decisiones a la luz de un pasado muy reciente.

Pero, ¿cómo funciona nuestra memoria? Simplificando, podríamos decir que nos acordamos de alguien o de algo cuando nos toca el corazón, cuando está ligado a un afecto o a un desamor particular. Pues bien, el Corazón de Jesús sana nuestra memoria porque la devuelve al afecto fundacional. Lo enraíza en la base más sólida. Nos recuerda que, pase lo que pase en la vida, somos amados. Sí, somos seres amados, hijos a los que el Padre ama siempre y en todo caso, hermanos por los que late el Corazón de Cristo. Cada vez que miramos ese Corazón nos descubrimos "arraigados y cimentados en el amor", como dice el apóstol Pablo en la primera lectura (Ef 3,17).

Papa, en el Gemelli

Cultivemos esta memoria, que se fortalece cuando estamos cara a cara con el Señor, especialmente cuando nos dejamos mirar y amar por Él en la adoración. Pero también podemos cultivar entre nosotros el arte del recuerdo, atesorando los rostros que encontramos. Pienso en los días agotadores en el hospital, en la universidad, en el trabajo. Corremos el riesgo de que todo pase sin dejar rastro, o de que sólo quede el cansancio y la fatiga. Nos viene bien, por la noche, repasar las caras que hemos conocido, las sonrisas que hemos recibido, las buenas palabras. Son recuerdos de amor y ayudan a nuestra memoria a reencontrarse. ¡Qué importantes son estos recuerdos en los hospitales! Pueden dar sentido al día de un enfermo. Una palabra fraternal, una sonrisa, una caricia en la cara: son recuerdos que curan por dentro, hacen bien al corazón. No olvidemos la terapia de la memoria y del recuerdo, que tanto bien hace.

La pasión es la segunda palabra. El Corazón de Cristo no es una devoción piadosa para sentir un poco de calor en el interior, no es una imagen tierna que despierte afecto. Es un corazón apasionado, herido de amor, desgarrado por nosotros en la cruz. Hemos oído cómo habla el Evangelio: "Una lanza le hirió el costado, y al instante salió sangre y agua" (Jn 19,34). Traspasado, nos da; muerto, nos da la vida. El Sagrado Corazón es el icono de la Pasión: nos muestra la ternura visceral de Dios, su pasión amorosa por nosotros, y al mismo tiempo, superado por la cruz y rodeado de espinas, nos muestra cuánto sufrimiento ha costado nuestra salvación. En su ternura y dolor, ese Corazón revela, en definitiva, lo que es la pasión de Dios: el hombre. Y su estilo: Cercanía, compasión y ternura.

¿Qué sugiere esto? Que si realmente queremos amar a Dios, debemos apasionarnos por el hombre, por todo hombre, especialmente por aquellos que viven la condición en la que se manifestó el Corazón de Jesús: el dolor, el abandono, el descarte. Cuando servimos a los que sufren, consolamos y nos alegramos en el Corazón de Cristo. Llama la atención un pasaje del Evangelio. El evangelista Juan, en el mismo momento en que relata el costado traspasado, del que sale sangre y agua, da testimonio para que creamos (cf. v. 35). San Juan escribe, es decir, que en ese momento tiene lugar el testimonio. Porque el Corazón desgarrado de Dios es elocuente. Habla sin palabras, porque es misericordia en estado puro, amor que hiere y da vida. Es Dios.

Papa, en el Gemelli
Papa, en el Gemelli

¡Cuántas palabras decimos de Dios sin mostrar amor! Pero el amor habla por sí mismo, no habla de sí mismo. Pidamos la gracia de apasionarnos por el hombre que sufre, de apasionarnos por el servicio, para que la Iglesia, antes de tener palabras que decir, conserve un corazón que lata con amor.

La tercera palabra es consuelo. Indica una fuerza que no viene de nosotros, sino de los que están con nosotros. Jesús, el Dios-con-nosotros, nos da esta fuerza, su Corazón nos da valor en la adversidad. Tantas incertidumbres nos asustan: en este tiempo de pandemia nos hemos descubierto más pequeños y más frágiles. A pesar de tantos avances maravillosos, esto también es evidente en el campo de la medicina: tantas enfermedades raras y desconocidas, cuánto esfuerzo se necesita para estar al día con las patologías, las instalaciones de tratamiento, un servicio de salud que sea realmente lo que debe ser, para todos. Podríamos desanimarnos. Por eso necesitamos consuelo. El Corazón de Jesús late por nosotros, repitiendo siempre esas palabras: "¡Ánimo, no tengáis miedo!". Ánimo hermana, ánimo hermano, no te desanimes, el Señor tu Dios es más grande que tus males, te lleva de la mano y te acaricia. Él es su consuelo.

Si miramos la realidad desde la grandeza de su Corazón, cambia la perspectiva, cambia nuestro conocimiento de la vida porque, como nos recordaba San Pablo, conocemos "el amor de Cristo que supera todo conocimiento" (Ef 3,19). Animémonos con esta certeza, con el consuelo de Dios. Y pidamos al Sagrado Corazón la gracia de poder consolar a su vez. Es una gracia que hay que pedir, mientras nos comprometemos con valentía a abrirnos, a ayudarnos unos a otros, a llevar las cargas de los demás. También se aplica al futuro de la sanidad, y en particular a la sanidad "católica": compartir, apoyarse mutuamente, avanzar juntos.

Que Jesús abra los corazones de los que cuidan a los enfermos a la colaboración y la cohesión. A tu Corazón, Señor, confiamos nuestra vocación de cuidar: haz que cada persona que se acerque a nosotros con necesidad se sienta querida.

Papa en el Gemelli
Papa en el Gemelli

Saludo del Prof. Franco Anelli, Rector de la Universidad Católica del Sagrado Corazón

Santo Padre,

Con especial emoción le dirijo el cálido y sentido agradecimiento de toda la Universidad Católica del Sagrado Corazón por habernos honrado con su presencia en el 60º aniversario de la inauguración de la Facultad de Medicina y Cirugía.

Este aniversario cae en un momento especial e intenso para nuestra Universidad porque este año celebramos el centenario de su fundación en diciembre de 1921. Se trata de una importante coincidencia en nuestra historia. De hecho, como recordó nuestro Asistente Eclesiástico General, S.E. Mons. Claudio Giuliodori, con el inicio de los cursos de medicina se completó el proyecto original del padre Gemelli. Para él, médico, la Universidad de los católicos italianos no podía dejar de albergar una facultad dedicada al estudio y la práctica de la medicina. Ha sido una tarea ardua pero imprescindible porque, con este gesto, nuestro fundador parece decirnos que toda nuestra labor de estudio y enseñanza, en cualquier facultad, debe mirar a las personas con el mismo cuidado que los médicos dan al sufrimiento: la experiencia universitaria es, de hecho, una experiencia de proximidad.

Con la tragedia de la pandemia, hemos vuelto a tener la certeza de ello. En primer lugar, por el compromiso intenso y valiente de los médicos y del personal sanitario de la Policlínica, pero al mismo tiempo por el esfuerzo de todo el profesorado y del personal de la Universidad para no interrumpir el ejercicio de la misión educativa, no perder el contacto con los alumnos y permitir que cada uno de ellos continúe sus estudios.

Universidad del Gemelli
Universidad del Gemelli

Durante estos sesenta años, la Facultad de Medicina ha hecho grandes progresos en sus actividades de enseñanza e investigación, manteniendo al mismo tiempo una misión clara e invariable: unir, como nos enseñas, el lenguaje de la mente, el corazón y las manos, y ponerlos todos al servicio de los enfermos, en los que se refleja la imagen de la humanidad.

En este sentido, es significativo lo que escribe el teólogo Tomáš Halík en un libro recientemente traducido por nuestra editorial universitaria, Vita e Pensiero, cuando observa que, al invitar al apóstol Tomás a tocar sus heridas, Jesús quiso decirle que "allí donde toques el sufrimiento del hombre, y quizá sólo allí, reconocerás que estoy vivo, que soy".

Santo Padre, en estos tiempos difíciles nos sentimos constantemente reconfortados y alentados por su Magisterio, por sus gestos y palabras que nos han acompañado en los momentos más dolorosos para decirnos que miremos el mal que nos desafía como una oportunidad para aprender y reflexionar, para crecer y mejorar. Permítame agradecerle también esto, y con especial afecto, en nombre de todos nosotros.

El Papa, en el Gemelli
El Papa, en el Gemelli

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