Invita a los fieles a "ir a la iglesia más cercana a sentarse un rato ante el sagrario" El Papa rechaza el dualismo: "En Jesucristo y en el Evangelio no hay contraposición entre contemplación y acción"

Contemplación en la acción
Contemplación en la acción

"Los animo a que hagan una pausa para ir a la iglesia más cercana, a sentarse un rato delante del sagrario"

"Quien vive en una gran ciudad, donde todo es artificial y funcional, corre el riesgo de perder la capacidad de contemplar"

"En Jesucristo y en el Evangelio no hay contraposición entre contemplación y acción"

"San Juan de la Cruz afirmaba que un pequeño acto de amor es más útil a la Iglesia que todas las demás acciones juntas"

"Ser contemplativos no depende de los ojos, sino del corazón"

En su catequesis del miércoles, el Papa Francisco aborda la oración de contemplación. Porque la dimensión contemplativa es como “la 'sal' de la vida” y cita al cardenal Martini para avalar su tesis. Una actitud de vida difícil en la gran ciudad, “donde todo es artificial y funcional” y que “no depende de los ojos, sino del corazón”. Por eso, el Papa asegura que “no hay contraposición entre contemplación y acción” y anima a los fieles “a que hagan una pausa para ir a la iglesia más cercana, a sentarse un rato delante del sagrario”.

En los saludos tras el Regina coeli, el Papa

Lectura del salmo 8: "Oh, Señor, nuestro Dios, tu nombre es grande en toda la tierra... Cuando contemplo el cielo, obra de tus manos, la luna y las estrellas que has creado...¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para darle poder? Lo hiciste poco inferior a los ángeles. LO coronaste de gloria y dignidad...Que grande es tu nombre en toda la tierra”

Contemplativos en la acción

Texto completo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En esta catequesis quisiera detenerme en la oración de contemplación. La dimensión contemplativa del ser humano –que aún no es la oración –es un poco como la “sal” de la vida: da sabor, da gusto a nuestros días. Se puede contemplar mirando el sol saliendo por la mañana, o los árboles que visten de verde la primavera; se puede contemplar escuchando música o el canto de los pájaros, leyendo un libro, delante de una obra de arte o esa obra maestra que es el rostro humano...

Carlo María Martini, enviado como obispo a Milán, tituló su primera Carta pastoral “La dimensión contemplativa de la vida”: de hecho, quien vive en una gran ciudad, donde todo es artificial y funcional, corre el riesgo de perder la capacidad de contemplar. Contemplar no es en primer lugar una forma de hacer, sino una forma de ser. Ser contemplativo.

Libro de Martini

Ser contemplativos no depende de los ojos, sino del corazón. Y aquí entra en juego la oración, como hecho de fe y de amor, como “respiración” de nuestra relación con Dios. La oración purifica el corazón, y con eso, aclara también la mirada, permitiendo acoger la realidad desde otro punto de vista. El Catecismo describe esta transformación del corazón por parte de la oración citando un famoso testimonio del Santo Cura de Ars: «La oración contemplativa es mirada de fe, fijada en Jesús. “Yo le miro y él me mira”, decía a su santo cura un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. [...] La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres» (Catecismo de la Iglesia Católica, 2715). Todo nace de ahí: de un corazón que se siente mirado con amor. Entonces la realidad es contemplada con ojos diferentes.

Contemplación

“¡Yo le miro, y Él me mira!”. Es así: en la contemplación amorosa, típica de la oración más íntima, no son necesarias muchas palabras: basta una mirada, basta con estar convencidos de que nuestra vida está rodeada de un amor grande y fiel del que nada nos podrá separar.

Jesús ha sido maestro de esta mirada. En su vida no han faltado nunca los tiempos, los espacios, los silencios, la comunión amorosa que permite a la existencia no ser devastada por las pruebas inevitables, sino de custodiar intacta la belleza. Su secreto era la relación con el Padre celeste.

Pensemos en el suceso de la Transfiguración. Los Evangelios colocan este episodio en el momento crítico de la misión de Jesús, cuando crecen entorno a Él la protesta y el rechazo. Incluso entre sus discípulos muchos no lo entienden y se van; uno de los Doce alberga pensamientos de traición. Jesús empieza a hablar abiertamente de los sufrimientos y de la muerte que le esperan en Jerusalén. En este contexto Jesús sube a lo alto del monte con Pedro, Santiago y Juan. Dice el Evangelio de Marcos: «Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo» (9,2-3).

Contemplativos

Precisamente en el momento en el que Jesús es incomprendido, precisamente cuando todo parece ofuscarse en un torbellino de malentendidos, es ahí que resplandece una luz divina. Es la luz del amor del Padre, que llena el corazón del Hijo y transfigura toda su Persona.

Algunos maestros de espiritualidad del pasado han entendido la contemplación como opuesta a la acción, y han exaltado esas vocaciones que huyen del mundo y de sus problemas para dedicarse completamente a la oración. En realidad, en Jesucristo y en el Evangelio no hay contraposición entre contemplación y acción. No. Puede que provenga de la influencia de algún filósofo neoplatónico, pero seguramente se trata de un dualismo que no pertenece al mensaje cristiano.

Hay una única gran llamada en el Evangelio, y es la de seguir a Jesús por el camino del amor. Este es el ápice y el centro de todo. En este sentido, caridad y contemplación son sinónimos, dicen lo mismo. San Juan de la Cruz sostenía que un pequeño acto de amor puro es más útil a la Iglesia que todas las demás obras juntas. Lo que nace de la oración y no de la presunción de nuestro yo, lo que es purificado por la humildad, incluso si es un acto de amor apartado y silencioso, es el milagro más grande que un cristiano pueda realizar. Y éste es el camino de la oración de contemplación: 'Yo le miro y Él me mira'.

Marta y María

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas:

En la catequesis de hoy reflexionamos sobre la oración de contemplación. La contemplación, más que un método o un modo de rezar, es una íntima condición del ser humano que debemos descubrir. Somos contemplativos, tenemos la capacidad de ver el mundo con los ojos del corazón, que van más allá del simple examen de la realidad, mirando desde el amor y la fe.

Desde esta realidad, nuestra oración contemplativa nos pone delante de un Dios que nos mira con amor. La luz de esa mirada ilumina nuestro espíritu, le da ojos de misericordia para contemplar el mundo. El mismo Señor es modelo de esta oración, una oración que no se desentiende de la realidad y el sufrimiento, sino que por el contrario, se acrecienta ante la inminencia de su Pasión. De ese modo, en la transfiguración podemos contemplar cómo la luz del amor del Padre llena el corazón de Jesús y hace resplandecer toda su persona, como un preludio de la Cruz.

La llamada del Evangelio es seguir a Jesús en la vía del amor. Esto es el culmen de toda la vida cristiana. Caridad y contemplación son sinónimos, se refieren a la misma realidad. San Juan de la Cruz afirmaba que un pequeño acto de amor es más útil a la Iglesia que todas las demás acciones juntas. Un acto de amor, purificado en la oración para que no nazca de nuestra presunción y de nuestro egoísmo, es el mayor milagro que un cristiano pueda alcanzar.

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. Los animo a que hagan una pausa para ir a la iglesia más cercana, a sentarse un rato delante del sagrario. Déjense mirar por el amor infinito y paciente de Jesús, que allí los espera, y contémplenlo con los ojos de la fe y del amor. Él les dirá muchas cosas al corazón. Que Dios los bendiga y la Virgen Santa los cuide. Muchas gracias.

Marta y María

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