Francisco reza por "región septentrional de Nigeria, víctima de ataques terroristas" El Papa pide que "que el Nilo eterno sea una linfa de vida que nutre prosperidad y fraternidad y nunca enemistad o conflicto"

Asunción de María
Asunción de María

"Cuando el hombre puso un pie en la Luna, se dijo una frase que se hizo famosa: 'Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad'"

El Papa asegura que la Asunción es un “salto para la Humanidad” mayor que la conquista de la Luna

Invita a Los romanos y cuantos se encuentran en Roma a "ir a Santa María Mayor, para rezar delante de la imagen de la Salus Populi Romani"

En el ángelus del día de la Asunción, el Papa Francisco reza especialmente por Nigeria, "víctima del terrorismo" y pide diálogo entre Egipto, Etiopía y Sudán por la cuestión del Nilo, para que el río " eterno sea una linfa de vida que nutre prosperidad y fraternidad y nunca enemistad o conflicto". En la catequesis, aseguró que la Asunción es un “salto para la Humanidad” mayor que la conquista de la Luna e invitó a los romanos y a los turistas a " "ir a Santa María Mayor, para rezar delante de la imagen de la Salus Populi Romani".

Las palabras del Papa en la oración del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Cuando el hombre puso un pie en la Luna, se dijo una frase que se hizo famosa: «Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la humanidad». De hecho, la humanidad había alcanzado un hito histórico. Pero hoy, en la Asunción de María al Cielo, celebramos una conquista infinitamente más grande. La Virgen ha puesto sus pies en el paraíso: no ha ido solo en Espíritu, sino también con el cuerpo, toda ella. Este paso de la pequeña Virgen de Nazaret ha sido el gran salto de la humanidad. De poco sirve ir a la Luna si no vivimos como hermanos en la Tierra. Pero que una de nosotros viva en el Cielo con el cuerpo nos da esperanza: entendemos que somos valiosos, destinados a resucitar. Dios no dejará desvanecer nuestro cuerpo en la nada. ¡Con Dios nada se pierde! En María se alcanza la meta y tenemos ante nuestros ojos la razón por la que caminamos: no para conquistar las cosas de aquí abajo, que se desvanecen, sino la patria allá arriba, que es para siempre. Y la Virgen es la estrella que nos orienta. Ella, como enseña el Concilio, «precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo» (Lumen gentium, 68).

Virgen del Magníficat

¿Qué nos aconseja nuestra Madre? Hoy en el Evangelio lo primero que dice es «engrandece mi alma al Señor» (Lc 1, 46). Acostumbrados a escuchar estas palabras, quizá ya no hagamos caso a su significado. Engrandece literalmente significa “hacer grande”, engrandecer. María “engrandece al Señor”: no los problemas, que tampoco le faltaban en ese momento, sino al Señor. ¡Cuántas veces, en cambio, nos dejamos vencer por las dificultades y absorber por los miedos! La Virgen no, porque pone a Dios como primera grandeza de la vida. De aquí surge el Magnificat, de aquí nace la alegría: no de la ausencia de problemas, que antes o después llegan, sino de la presencia de Dios. Porque Dios es grande. Y mira a los pequeños, porque somos su debilidad de amor.

María, de hecho, se reconoce pequeña y exalta las «maravillas» (v. 49) que el Señor ha hecho en ella. ¿Cuáles? Sobre todo el don inesperado de la vida. María es virgen y se queda embarazada; y también Isabel, que era anciana, espera un hijo. El Señor hace maravillas con sus pequeños, con quien no se cree grande sino que da gran espacio a Dios en la vida. Él extiende su misericordia sobre quien confía en Él y enaltece a los humildes. María alaba a Dios por esto.

Y nosotros - podemos preguntarnos - ¿nos acordamos de alabar a Dios? ¿Le damos las gracias por las maravillas que hace por nosotros? ¿Por cada jornada que nos regala, porque nos ama y nos perdona siempre, por su ternura? ¿Y por habernos dado a su Madre, por los hermanos y las hermanas que nos pone en el camino, porque nos ha abierto el Cielo? Si olvidamos el bien, el corazón se encoge. Pero si, como María, recordamos las maravillas que el Señor realiza, si al menos una vez al día lo magnificamos, entonces damos un gran paso adelante. Una vez al día decir Alabo al Señor, bendito sea el Señor. El corazón se dilatará, la alegría aumentará. Pidamos a la Virgen, puerta del Cielo, la gracia de iniciar cada día alzando la mirada hacia el cielo, hacia Dios, para decirle: “¡Gracias!”, como dicen los pequeños a los grandes

Magnificat
Magnificat

Palabras después del ángelus

Queridos hermanos y hermanas, la Virgen María, que hoy contemplamos en la gloria celeste, es “Madre de la esperanza”. Recientemente este título se ha incluido entre las letanías lauretanas. Invocamos su intercesión por todas las situaciones en el mundo que más tienen sed de esperanza: esperanza de paz, de justicia, de una vida digna.

Quisiera rezar por la población de la región septentrional de Nigeria, víctima de ataques terroristas

Sigo con atencion la cuestión del Nilo entre Egipto, Etiopía y Sudán. Invito a continuar en la vía del diláogo, que el Nilo eterno sea una linfa de vida que nutre prosperidad y fraternidad y nunca enemistad o conflicto. Sea le diálogo vuestro única opción por el bien de vuestras poblaciones y del mundo entero.

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de varios países: familias, grupos parroquiales, asociaciones. En particular, saludo a los jóvenes de Acción Católica de San Gerolamo en Triste.

Os deseo una buena fiesta de la Asunción a vosotros aquí presentes, a aquellos que están de vacaciones, como también a los que no tienen esta posibilidad, especialmente a los enfermos, a las personas que están solas y a quien asegura los servicios indispensables para la colectividad.

Es un bonito gesto hoy acudir a un Santuario para venerar a la Virgen. Los romanos y cuantos se encuentran en Roma podrían ir a Santa María Mayor, para rezar delante de la imagen de la Salus Populi Romani. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!

Diálogo sobre el Nilo

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