León XIV las exhortó a "difundir por el mundo el buen aroma de Dios" El Papa recuerda a las agustinas que "la verdadera alegría" reside en la comunión con el Señor
El Papa recibió en audiencia a las religiosas de la Federación de Monasterios Agustinos de Italia y reflexionó sobre tres aspectos de su "misión de ser contemplativas en la Iglesia hoy": "Vivir y dar testimonio de la alegría de la unión con Dios" y "el testimonio de la caridad"
"Que su ejemplo de amor silencioso y oculto sea de ayuda" para el mundo de hoy, les dijo el Pontífice.
(Vatican News).- "No sé si es la Providencia o una coincidencia que precisamente el 13 de noviembre, fiesta de todos los santos de la Orden [Agustina], nos encontremos aquí: ¡un hermoso regalo para todos!".
Con estas palabras, el papa León XIV manifestó su alegría al llegar a la Sala del Consistorio, en el Palacio Apostólico, para la audiencia a las religiosas de la Federación de Monasterios Agustinos de Italia «Madre del Buen Consejo», reunidas desde el lunes en Roma para su asamblea ordinaria. De hecho, en este día, la Orden a la que pertenece el Pontífice, celebra el aniversario del nacimiento de San Agustín y de todos aquellos que en la Iglesia han seguido sus pasos.
Iniciando su discurso, León XIV dirigió un saludo a la nueva presidenta electa, sor Mariarosa Guerrini, del monasterio Santa Chiara della Croce de Montefalco, le expresó sus mejores deseos y agradeció a su predecesora por el trabajo realizado.
El Papa observó que la Federación de Monasterios Agustinos de Italia, que reúne a diferentes realidades monásticas, están “unidas sin embargo por el mismo carisma”, lo que resulta especialmente significativo “en un momento en el que toda la Iglesia se compromete a profundizar y promover su dimensión sinodal”.
A este respecto, recordó lo indicado por el Papa Francisco en la apertura del Sínodo sobre la sinodalidad, el 10 de octubre de 2021: “lo importante que es, en el seguimiento de Cristo, caminar juntos: escuchar unidos la voz del Espíritu y «enfocarnos en el rostro y a la palabra del otro, encontrarnos cara a cara, dejarnos alcanzar por las preguntas de las hermanas y los hermanos, [...] para que la diversidad [...] nos enriquezca».
Se trata de un valor intrínseco a la naturaleza misma del Pueblo de Dios y de un testimonio profético de caridad particularmente útil hoy en día, en un mundo que, en muchos aspectos, está cada vez menos dispuesto al diálogo y al intercambio.
Tres aspectos de la misión
Continuando su discurso, el Santo Padre se detuvo en la misión de contemplación de las religiosas en la Iglesia hoy, proponiendo tres aspectos sobre los que reflexionar: vivir y dar testimonio de la alegría de la unión con Dios, el testimonio de la caridad y la realidad de la Federación.
Vivir y dar testimonio de la alegría de la unión con Dios
En cuanto al primer aspecto, el Papa recordó que san Agustín escribió varias veces sobre el tema y citó las Confesiones, donde el santo «habla de una alegría concedida a quienes sirven al Señor por puro amor» y dice que «la felicidad» es « gozar» por Dios, de Dios, a causa de Dios, «fuera de esto no hay otra».
La alegría plena para el hombre, en particular para el cristiano, está en la comunión con el Señor, en esa intimidad con el Esposo celestial a quien, por vocación, dedican toda su vida.
Era un «gran deseo» del obispo de Hipona, «un sueño al que tuvo que renunciar debido a los compromisos del ministerio», explicó el Pontífice, pidiendo a las religiosas un compromiso concreto.
La primera invitación que les hago, pues, es que se entreguen con amor indiviso a esta llamada, abrazando con entusiasmo la vida del claustro: la liturgia, la oración común y personal, la adoración, la meditación de la Palabra de Dios, la ayuda mutua en la vida comunitaria. Esto les dará paz y consuelo, y a quienes llaman a la puerta de sus monasterios un mensaje de esperanza más elocuente que mil palabras.
El testimonio de la caridad
En cuanto al «testimonio de la caridad», León recordó la recomendación de «imitar en la comunión fraterna la vida de la primera comunidad cristiana» contenida en la Regla de San Agustín. El Doctor de la Gracia deseaba que las normas que él había escrito se observaran «con amor», «como enamorados de la belleza espiritual y exhalante de su santa convivencia el buen perfume de Cristo». El Papa exhortó a las religiosas de clausura a «difundir por el mundo el buen aroma de Dios», amándose «con afecto sincero, como hermanas» y llevando «en el corazón, en lo secreto, a cada hombre y mujer de este mundo, para presentarlos al Padre» en la oración. Las instó a tener «atención y cuidado unas por otras» y a ser «modelo de cuidado hacia todos, dondequiera que la necesidad lo requiera y las circunstancias lo permitan», todo ello «sin alboroto».
En una sociedad tan proyectada hacia la exterioridad, en la que, con tal de encontrar escenarios y aplausos, a veces no se duda en violar el respeto de las personas y de los sentimientos, que su ejemplo de amor silencioso y oculto sea de ayuda para redescubrir el valor de la caridad cotidiana y discreta, centrada en la esencia del amor y libre de la esclavitud de las apariencias.
La Federación
Por último, León XIV reiteró la invitación a la «forma asociativa» en la vida monástica promovida por Pío XII en la Constitución Apostólica Sponsa Christi, para que hubiera «una distribución más fácil y conveniente de los oficios, un tránsito temporal útil y a menudo necesario, por diversas causas, de las religiosas de un monasterio a otro, una ayuda económica mutua, una coordinación del trabajo, una defensa de la observancia común y otros motivos».
Y recordó que el papa Francisco ha reiterado la importancia de moverse en esta dirección en la Constitución Apostólica Vultum Dei quaerere, «a la que siguieron indicaciones precisas de aplicación en la Instrucción Cor orans», para que «los monasterios que comparten el mismo carisma no permanezcan aislados, sino que lo custodien con fidelidad y, prestándose ayuda fraterna recíproca, vivan el valor ineludible de la comunión». Son disposiciones que ponen de relieve «cuánto aprecia la Iglesia las formas de colaboración», afirmó el Papa, que también ve con buenos ojos «las iniciativas que se proponen, incluso a nivel nacional, y abriéndose, cuando es necesario, a oportunidades de apoyo particulares como la de la afiliación».
Es un reto exigente, del que, sin embargo, no podemos rehuir, aunque ello implique tomar decisiones difíciles y hacer sacrificios, y vencer cierta tentación de «autorreferencialidad» que a veces puede insinuarse en nuestros entornos.
El don de las religiosas al Papa
Al final del encuentro, las religiosas entregaron un regalo al Pontífice: una representación en cerámica del escudo agustiniano, que sintetiza la conversión del gran padre de la Iglesia —un corazón traspasado por la Palabra que arde de amor—, realizada por el taller del Monasterio de San Agustín de Rossano.
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