"La fe es considerada como un residuo anticuado, como una superstición enmascarada" El Papa pide a los viejos que demuestren “con mucha humildad y firmeza, que creer no es algo 'de ancianos'”

Eleazar
Eleazar

"El  honor de la fe se encuentra periódicamente bajo la presión, también violenta, de la cultura de los  dominadores, que trata de envilecerla tratándola como un hallazgo arqueológico, vieja superstición,  terquedad anacrónica"

"Un anciano que, a causa de su vulnerabilidad, aceptara considerar irrelevante la práctica de la  fe, haría creer a los jóvenes que la fe no tiene ninguna relación real con la vida"

"La presión que esta crítica indiscriminada ejerce en las jóvenes generaciones es fuerte"

"La práctica de la fe no es el símbolo de nuestra debilidad, sino más bien el signo de su fuerza"

En la catequesis de la audiencia de los miércoles en Plaza de San Pedro, el Papa Francisco continúa su ciclo sobre la vejez, apoyándose en el ejemplo de Eleazar y subrayando el honor de la fe. El Papa subraya que, hoy, a veces, “la práctica de la fe es considerada como una exterioridad inútil e  incluso nociva, como un residuo anticuado, como una superstición enmascarada”. Y por eso, invita a los ancianos a demostrar “con mucha humildad y firmeza, precisamente en  nuestra vejez, que creer no es algo 'de ancianos'”.

La plaza de San Pedro vuelve a llenarse (hoy unos 30.000 fieles), a pesar de las profecías de los agoreros rigoristas, que predicaban que la gente estaba abandonando las llamadas de Francisco. El Papa, a pesar del dolor en su rodilla, no quiso faltar a su cita con el santo pueblo de Dios. Y, antes de la catequesis, recorrió, sentado en el papamóvil, la plaza, entre los apluasos, los vivas y la devoción de la gente, que demuestra, una vez más, que sigue a su lado.

Audiencia
Audiencia

Tras los saludos, el papamóvil asciende las escalinatas del 'sagrado', con el Papa a bordo y lo deposita a unos popcos metros de la sede. Metros que recorre cojeando del brazo del jefe de la Casa Pontificia, llega al estrado, se mantiene de pié para dar inicio a la audiencia y se deja caer en la sede, sin perder su sonrisa ni su paz.

Desde hace unos meses, los speakers del Papa, que antes eran sólo clérigos, son ahora laicos, clérigos y monjas. En los saludos, pidió a los polacos que sigan rezando por la "paz en Europa".

En el saludo en italiano, el Papa vuelve a hablar públicamente de su 'mal de monja': "No puedo pasar a saludarles y me disculpo por tener que saludarles sentado. Es una cosa momentánea y espero que pase pronto y pueda pasearme entre vosotros, para saludarles".


Texto integro de la catequesis del Papa

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días! 

En el camino de catequesis sobre la vejez, hoy encontramos un personaje bíblico de nombre  Eleazar, que vivió en los tiempos de la persecución de Antíoco Epífanes. Su figura nos entrega un  testimonio de la relación especial que existe entre la fidelidad de la vejez y el honor de la fe. Quisiera  hablar precisamente del honor de la fe, no solo de la coherencia, del anuncio, de la resistencia de la fe. El  honor de la fe se encuentra periódicamente bajo la presión, también violenta, de la cultura de los  dominadores, que trata de envilecerla tratándola como un hallazgo arqueológico, vieja superstición,  terquedad anacrónica. 

Eleazar

La historia bíblica – hemos escuchado un pasaje – narra el episodio de los judíos obligados por un  decreto del rey a comer carnes sacrificadas a los ídolos. Cuando es el turno de Eleazar, que era un anciano  muy estimado por todos, los oficiales del rey le aconsejan que haga una simulación, es decir que finja  comer la carne sin hacerlo realmente. Hipocresía religiosa y clerical, que hay tanta. Así Eleazar se habría salvado, y – decían aquellos – en nombre de  la amistad habría aceptado su gesto de compasión y de afecto. Después de todo – insistían – se trataba de  un gesto mínimo, insignificante.  

La respuesta tranquila y firme de Eleazar se basa en un argumento que nos llama la atención. El  punto central es este: deshonrar la fe en la vejez, para ganar unos cuantos días, no es comparable con la  herencia que esta debe dejar a los jóvenes, durante enteras generaciones futuras. Un anciano que ha  vivido en la coherencia de la propia fe durante toda la vida, y ahora se adapta a fingir el repudio, condena  a la nueva generación a pensar que toda la fe haya sido una ficción, una cubierta exterior que se puede  abandonar pensando que se puede conservar en la propia intimidad. No es así, dice Eleazar. Tal  comportamiento no honra la fe, ni tampoco frente a Dios. Y el efecto de esta banalización exterior será  devastador para la interioridad de los jóvenes.  La coherencia de un anciano que piensa en los jóvenes.

Es precisamente la vejez la que aparece aquí como el lugar decisivo e insustituible de este  testimonio. Un anciano que, a causa de su vulnerabilidad, aceptara considerar irrelevante la práctica de la  fe, haría creer a los jóvenes que la fe no tiene ninguna relación real con la vida. Esta les aparecería a ellos,  desde su inicio, como un conjunto de comportamiento que, si es necesario, pueden ser simulados o  disimulados, porque ninguno de ellos es tan importante para la vida.  

Papa
Papa

La antigua gnosis heterodoxa, que fue una insidia muy poderosa y muy seductora para el  cristianismo de los primeros siglos, teorizaba precisamente esto: que la fe es una espiritualidad, no una  práctica; una fuerza de la mente, no una forma de vida. La fidelidad y el honor de la fe, según esta herejía,  no tienen nada que ver con los comportamientos de la vida, las instituciones de la comunidad, los  símbolos del cuerpo. La seducción de esta perspectiva es fuerte, porque interpreta, a su manera, una  verdad indiscutible: que la fe nunca se puede reducir a un conjunto de normas alimenticias o de prácticas  sociales. El problema es que la radicalización gnóstica de esta verdad anula el realismo de la fe cristiana,  que sin embargo debe pasar siempre a través de la encarnación. La herejía gnóstica, que está tan de moda hoy. Y vacía también su testimonio, que  muestra los signos concretos de Dios en la vida de la comunidad y resiste a las perversiones de la mente a  través de los gestos del cuerpo. 

La tentación gnóstica, herejía, siempre permanece actual. En muchas tendencias de nuestra sociedad y de  nuestra cultura, la práctica de la fe sufre una representación negativa, a veces en forma de ironía cultural,  a veces con una marginación oculta. La práctica de la fe es considerada como una exterioridad inútil e  incluso nociva, como un residuo anticuado, como una superstición enmascarada. En resumen, una cosa  para ancianos. La presión que esta crítica indiscriminada ejerce en las jóvenes generaciones es fuerte.  Cierto, sabemos que la práctica de la fe se puede convertir en una exterioridad sin alma. Pero en sí misma  no lo es en absoluto. Quizá nos corresponde precisamente a nosotros los ancianos devolver a la fe su  honor, hacerla coherente hasta el final. La práctica de la fe no es el símbolo de nuestra debilidad, sino más bien el signo de su fuerza. Ya  no somos niños. ¡No bromeamos cuando nos pusimos en el camino del Señor!  

La fe merece respeto y honorhasta el final: nos ha cambiado la vida, nos ha purificado la mente, nos ha  enseñado la adoración de Dios y el amor del prójimo. ¡Es una bendición para todos! No cambiaremos la  fe por unos cuantos días tranquilos. Demostraremos, con mucha humildad y firmeza, precisamente en  nuestra vejez, que creer no es algo “de ancianos”. Y el Espíritu Santo, que hace nuevas todas las cosas,  con gusto nos ayudará.  Querido ancianos (estamos en el mismo gremio): Los jóvenes nos miran. Y nuestra coherencia puede abrirles un camino de vida a ellos.

Papamóvil en el sagrado
Papamóvil en el sagrado

Saludo del Papa en español

Queridos hermanos y hermanas:  

Continuamos nuestras catequesis sobre la vejez, y hoy nos acompaña la figura de Eleazar. Nos  dice la Biblia que a este noble anciano se le propuso ganar unos días más de vida si traicionaba los  preceptos de Dios, pero él rechazó esa posibilidad con firmeza y valentía. Eleazar decidió morir antes  que renegar de la fe que profesaba, dando así ejemplo de fidelidad y de coherencia a las futuras  generaciones. Su testimonio nos deja una gran herencia: ser coherentes con la propia fe, es decir,  obrar siempre de acuerdo a lo que creemos, hasta el final de nuestros días. 

La tentación de separar la fe y la vida podemos encontrarla también hoy, de diferentes  maneras. Por ejemplo, vemos que la práctica de la fe muchas veces se presenta de forma negativa, se ridiculiza o se margina, o bien se considera una cosa de “viejos”, algo inútil e incluso nocivo para la  propia existencia. Frente a esto, estamos llamados a testimoniar que la fe no es algo reservado a una  etapa de la vida, sino una bendición para todos, un don que siempre merece ser respetado y honrado.  

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Pidamos al Espíritu Santo que nos  ayude a ser testigos fieles y valientes de Cristo, y sobre todo a ser coherentes cuando las dificultades  ponen a prueba nuestra fe. Que Dios los bendiga. Muchas gracias.  

Fe
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