Francisco condena los últimos ataques armados en Nigeria El Papa pide, en la fiesta de los arcángeles, que "seamos testigos de la misericordia a través de nuestras obras y con toda nuestra vida"

Miguel, Gabriel y Rafael
Miguel, Gabriel y Rafael

"En la fiesta de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, podamos cumplir la misión que el Señor nos encomienda y seamos testigos de su misericordia a través de nuestras obras y con toda nuestra vida"

"La justificación que Dios realiza, por tanto, nos permite recuperar la inocencia perdida con el pecado"

"La luz de la fe nos permite reconocer cuánto es infinita la misericordia de Dios, la gracia que obra por nuestro bien"

"La fuerza de la gracia tiene que combinarse con nuestras obras de misericordia, que somos llamados a vivir para testimoniar qué grande es el amor de Dios"

"Hemos sido salvados por pura gracia, no por nuestros méritos"

En su recorrido por la carta de San Pablo a los Gálatas, el Papa Francisco dedica la catequesis del miércoles al tema de la justificación, un tema teológico delicado, que firmó una de las rupturas del cristianismo con la separación de los protestantes. El Papa recuerda, una vez más, que “hemos sido salvados por pura gracia, no por nuestros méritos” y que “la fuerza de la gracia tiene que combinarse con nuestras obras de misericordia, que somos llamados a vivir para testimoniar qué grande es el amor de Dios”.

En una sala Pavlo VI, que ha vuelto a llenarse de peregrinos, en su saludo en español, el Papa pide que, en la fiesta de los arcángales Miguel, Gabriel y Rafael, “seamos testigos de su misericordia a través de nuestras obras y con toda nuestra vida”.

En su saludo en italiano, el Papa condenó los últimos ataques armados en Nigeria: "Me he enterado con dolor dela noticia del ataque armado, que tuvo lugar el pasado domingo en el norte de Nigeria. Rezo por los muertos, por todos los herido y por toda la población nigeriana. Deseo que se garantice siempre en el país la integridad de toda la población".

Arcángeles

Texto compleo de la catequesis del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En nuestro recorrido para comprender mejor la enseñanza de San Pablo, nos encontramos hoy con un tema difícil pero importante, el de la justificación. Se ha discutido mucho sobre este argumento para encontrar la interpretación más coherente con el pensamiento del apóstol y, como sucede a menudo, se ha llegado también a contraponer las posiciones. En la Carta a los Gálatas, como también en la de los Romanos, Pablo insiste en el hecho de que la justificación viene de la fe en Cristo.

¿Qué se esconde detrás de la palabra “justificación” que es tan decisiva para la fe? No es fácil llegar a una definición exhaustiva, pero en el conjunto del pensamiento de San Pablo se puede decir sencillamente que la justificación es la consecuencia de la «iniciativa misericordiosa de Dios que otorga el perdón» (Catecismo de la Iglesia Católica, n. 1990). Dios lleno de misericordia, que continuamente perdona. La justificación es Dios que perdona desde el inicio en Cristo.

Dios, de hecho, a través de la muerte de Jesús, ha destruido el pecado y nos ha donado de forma definitiva el perdón y la salvación. Así justificados, los pecadores son acogidos por Dios y reconciliados en Él. Es como un regreso a la relación original entre el Creador y la criatura, antes de que interviniera la desobediencia del pecado. La justificación que Dios realiza, por tanto, nos permite recuperar la inocencia perdida con el pecado.

Justificación

¿Cómo ocurre la justificación? Responder a esta pregunta equivale a descubrir otra novedad de la enseñanza de San Pablo:que la justificación ocurre por gracia, por pura gracia. Esto no se puede pagar.
El apóstol siempre tiene presente la experiencia que cambió su vida: el encuentro con Jesús resucitado en el camino a Damasco. Pablo había sido un hombre orgulloso, religioso y celante, convencido de que en la escrupulosa observancia de los preceptos estaba la justicia. Ahora, sin embargo, ha sido conquistado por Cristo, y la fe en Él lo ha transformado en lo profundo, permitiéndole descubrir una verdad hasta ahora escondida: no somos nosotros con nuestros esfuerzos que nos volvemos justos, sino que es Cristo con su gracia quien nos hace justos.

Entonces Pablo, para tener una plena conciencia del misterio de Jesús, está dispuesto a renunciar a todo en lo que antes era rico (cfr Fil 3,7), porque ha descubierto que solo la gracia de Dios lo ha salvado. Hemos sido salvados por pura gracia, no por nuestros méritos.

La fe tiene para el apóstol un valor global. Toca cada momento y cada aspecto de la vida del creyente: desde el bautismo hasta la partida de este mundo, todo está impregnado de la fe en la muerte y en la resurrección de Jesús, que dona la salvación. La justificación por fe subraya la prioridad de la gracia, que Dios ofrece a los que creen en su Hijo sin distinción alguna.

No debemos concluir, por tanto, que para Pablo la Ley mosaica ya no tenga valor; esta, de hecho, permanece un don irrevocable de Dios, es -escribe el apóstol- «santa» (Rm 7,12). También para nuestra vida espiritual es esencial cumplir los mandamientos, pero tampoco en esto podemos contar con nuestras fuerzas: es fundamental la gracia de Dios que recibimos en Cristo. De Él recibimos ese amor gratuito que nos permite, a su vez, amar de forma concreta.

Justificación

En este contexto, está bien recordar también la enseñanza que proviene del apóstol Santiago, quien escribe: «Ya veis como el hombre es justificado por las obras y no por la fe solamente. [...] Porque así como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta» (Gc 2,24.26). Así las palabras de Santiago integran la enseñanza de Pablo. Para ambos, por tanto, la respuesta de la fe exige ser activos en el amor por Dios y en el amor por el prójimo.

La justificación nos introduce en la larga historia de la salvación, que muestra la justicia de Dios: frente a nuestras continuas caídas y a nuestras insuficiencias, Él no se ha resignado, sino que ha querido hacernos justos y lo ha hecho por gracia, a través del don de Jesucristo, de su muerte y resurrección.

Así, la luz de la fe nos permite reconocer cuánto es infinita la misericordia de Dios, la gracia que obra por nuestro bien. Pero la misma luz nos hace también ver la responsabilidad que se nos ha encomendado para colaborar con Dios en su obra de salvación. La fuerza de la gracia tiene que combinarse con nuestras obras de misericordia, que somos llamados a vivir para testimoniar qué grande es el amor de Dios. Todos somos justos en Cristo.

Saludo en español

Queridos hermanos y hermanas: Continuamos profundizando en la Carta de san Pablo a los gálatas. Uno de los temas qupropone —y que ha sido muy discutido a lo largo de los siglos— es el de la justificación. No es fácil dar una definición exhaustiva, pero del pensamiento del Apóstol se desprende que somos justificados por la misericordia de Dios, que nos ofrece el perdón y nos reconcilia con Él por la fe en su Hijo Jesucristo.

La justificación por la fe destaca la primacía de la gracia, que Dios ofrece a todos los que creen en su Hijo, sin hacer distinciones. Por tanto, lo que nos justifica no es nuestro propio esfuerzo, sino la gracia de Cristo. Su amor gratuito nos permite, a su vez, amar a los demás. Pero esto no significa que en la vida cristiana las obras no tengan ningún valor. Como dice el apóstol Santiago: «Dios hace justo al hombre también por las obras y no sólo por la fe» (St 2,24).

Audiencia
Audiencia

Por tanto, la respuesta de la fe exige que expresemos con gestos concretos el amor a Dios y a nuestros hermanos.

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española. Hoy celebramos la fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Cada uno de ellos realizó una misión especial en la historia de la salvación. Invoquemos su protección, para que también nosotros, con ayuda de la gracia divina, podamos cumplir la misión que el Señor nos encomienda y seamos testigos de su misericordia a través de nuestras obras y con toda nuestra vida. Que Dios los bendiga. Muchas gracias

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